A FAVOR
Si queremos que se nos considere conductores de un vehículo, con todos los derechos que eso conlleva, no podemos obviar nuestras obligaciones. Cada fin de semana vemos a muchos jóvenes -y no tan jóvenes- regresar a casa haciendo eses sobre una bicicleta, convencidos de estar exentos de rendir cuentas por el peligro público que supone su estado de embriaguez. Esa impunidad empieza a ser cosa del pasado, a imagen y semejanza de lo que ocurre en otros países europeos donde los controles de alcoholemia a ciclistas llevan años formando parte de la rutina policial. Los ciclistas responsables no podemos sino alegrarnos por ello: es señal inequívoca de que empezamos a formar parte importante del tráfico. Pedaleemos, pero cumpliendo las normas. Por el bien de todos.
EN CONTRA
Matar moscas a cañonazos. O, simplemente, pagar justos por pecadores. ¿Cuántos accidentes provocan los ciclistas urbanos con una copa de más? Una cifra ínfima, inexistente, y más comparada con el peligro y los dramas que producen los automovilistas borrachos. La lógica lo demuestra: si uno está ebrio es incapaz de pedalear. Y luego están, claro, la justicia y la coherencia: ¿por qué no hacer lo mismo con un peatón que, borracho, puede cruzar por donde no debe o saltarse un semáforo en rojo? O, sobre todo, ¿por qué no hacer controles de verdad, en los lugares que todos sabemos, a los miles de conductores que circulan borrachos y en cuyas manos, ahí sí, hay una auténtica máquina de matar de dos toneladas de peso?
- ¿Quieres leer completa Ciclosfera#15? Entra aquí y encontrarás, entero y gratuito, el número de invierno.
- “Madrid aumenta los controles de alcoholemia a los ciclistas”: lee la noticia de hace unas semanas.