Da igual que haga sol, nieve o llueva: a veces, cuesta arriba, cuesta. Pero no importa, porque nuestras piernas arden y se mueven como llamas en la hoguera, nuestra respiración retumba más fuerte que el viento y nuestra bicicleta se desplaza, rítmica y eficazmente, como avanza la música al sonar nuestra canción favorita.
A Marcel Duchamp le gustaba el ajedrez, y debían gustarle también las bicicletas: en 1913 reunió a un taburete, una rueda y una horquilla para inventar la primera escultura móvil, Rueda de bicicleta.
Y un año después repitió la fiesta con una partitura en blanco y un lápiz, con los que dibujó a este aprendiz girando alrededor del sol. Todos somos aprendices en la vida: rellenad vuestra partitura con una bicicleta y alegres pedaladas, buena música, sol y calor.