Ciclistas que suben y bajan entre nubes, que pedalean en el cielo. Ciclistas que ruedan felices y despreocupados, empeñados en adelantar a algún compañero. Muy distintos a nosotros, que rodamos a diario entre humos venenosos y las inhumanas maniobras de conductores matones. Por desgracia, de vez en cuando, uno de nosotros es víctima de uno de esos accidentes y debe seguir pedaleando en el cielo. Todavía hay indeseables empeñados en difamar e insultar a la víctima, en convertir al inocente, al que regalaba silencio y limpieza, en culpable.