A diario, un enjambre de ciclistas salió desde La Rambleta para ofrecer ayuda durante los días posteriores. Primero, de una forma improvisada. Después, organizándose para dividirse en grupos, recopilar y distribuir material o gestionar talleres ambulantes para arreglar los infinitos pinchazos y limpiar las casi impracticables bicis.
Sí. La bici fue importante para paliar la catástrofe y aliviar a muchas víctimas. O, mejor dicho, fueron importantes esos ciclistas. Un desinteresado, admirable y anónimo colectivo al que sólo nos queda ofrecer nuestro agradecimiento y respeto poniéndole el rostro y voz de alguno de sus miembros.
“Desde el primer momento quise ir: la impotencia era enorme, vi a mi amigo Juan Dual y al resto de voluntarios y me planté. Me pareció increíble la coordinación de los ciclistas. Y para mí, después de viajar en bici a tantos lugares, fue como llegar a un país remoto, destruido, sucio y caótico. Pinchábamos sin parar, el agua nos llegaba hasta los tobillos…
Haber hecho tantos viajes y vivido tantas situaciones difíciles antes parecía cobrar sentido: era una especie de entrenamiento para lo que me estaba enfrentando. He estado vinculado a emergencias en catástrofes, en crisis humanitarias muy grandes, pero esto era incomparable. Al principio se trataba de ayudar a sobrevivir. Ahora, y durante mucho tiempo, de sanar el daño psicológico, de aliviar la pérdida y el dolor que han quedado”.
Elisabet Contreras y Tatiana Castillo
“Era necesario ir, y sigue siéndolo. Salimos desde Sagunto en el acto, pero como era imposible acercarse en coche volvimos con la furgoneta y las bicis, aparcamos y nos pusimos a pedalear. ¿Lo que más recuerdo? A las víctimas subiéndonos la moral. Lo habían perdido todo, pero eran ellos los que, cuando te ibas, te animaban a ti”.
“Al despertarme y ver las noticias imaginé que haría falta mucha ayuda, y que la mejor forma de prestarla era en bici. Salí de casa, conté en Instagram que iba con la bici y se empezó a sumar gente. Funcionaba: pedaleando se podía llegar casi a cualquier parte".
"A nivel personal me quedo con la sensación de que todo el sufrimiento que he tenido en mi vida, los hospitales, el haber rozado la muerte varias veces, ha sido fundamental para transmitir fuerza y ánimo. Desde un punto de vista colectivo destacaría la inmediatez de la respuesta. El ver cómo la gente sintió que debía volcarse. Había que salir adelante entre todos”.
Celina Pernigotti y Diego
“El caos al cruzar el río era total. El dueño de la tienda Vici de Bici, Luis, nos dejó unas bicicletas y pudimos movernos mejor. Más allá de todo lo que se ha perdido, de las vidas, del desastre natural, me quedo con la gente. No sabíamos por qué pero había que volcarse, sin miedo. Pese al cansancio no podía parar: algo me decía que debía ir, que no podía quedarme en casa. Ayudar me hacía bien”.
Sofía Diaz
“Me prestaron una bici y recuerdo, sobre todo, el primer día: cruzar el puente era como entrar en una especie de videojuego apocalíptico. Sentías que se había detenido el mundo, pero pudimos ayudar: aunque la bici se atrancaba en el barro y el terreno era imposible, el agradecimiento de la gente hacía que todo valiese la pena”.
“Fui en bicicleta, porque es así como me muevo siempre, y recuerdo cómo el primer día lo sucedido pudo conmigo. Estaba todo destrozado, amontonado… Era un agujero negro al que no se le veía fin. Me quedo con la respuesta desinteresada de la gente, con el músculo que se formó sin que nadie lo pidiera y que se alargó para ayudar a los que lo habían perdido todo. Yo iba en una bici de carga, con decenas de litros de agua, pero me cruzaba con gente andando que recorría muchos kilómetros cargados con enormes garrafas para dárselas a las víctimas”.
“El primer día fuimos en bici a ver el terreno y ver qué se necesitaba, y nos quedó claro que era la mejor forma de acercarnos a la zona. También vimos que hacían falta bicis no sólo para llegar, sino también para que las víctimas pudiesen salir de ahí. Intento quedarme con lo positivo: fuimos todos a una. Daba igual de dónde vinieras o en qué dios creyeras: nos unían las ganas desinteresadas de ayudar a los demás”.