¿Cómo nace ‘Plomo en los bolsillos’?
Es muy curioso: en 2003, al cumplirse cien años del primer Tour de Francia, escribí una serie de pequeños textos sobre el tema. Salió una primera edición, que ganó el premio del diario Marca en 2005, pero me quedé con ganas de más, y finalmente en 2012 y gracias a la editorial Libros del KO pude añadir más capítulos, reescribir otros como el de Lance Armstrong y, curiosamente, funcionó: ya van más de 14 ediciones y hasta ha generado anécdotas tan deliciosas como la de Vicente Trueba, cuya viuda vino a la presentación del libro, con 98 años, y que me ofreció acceder a los archivos familiares de la Pulga de Torrelavega para, como así hice, meter un nuevo capítulo más.
¿Por qué escribir sobre el Tour?
Siempre he trabajado como periodista autónomo, escribiendo reportajes sobre temas internacionales, pero competí como ciclista hasta los 20 años y la bicicleta siempre ha sido mi pasión. El ciclismo es, además, un material muy bueno: casi sin necesidad de inventarse nada ya tienes grandes historias.
“El Tour es un filón enorme, se podría estar toda la vida escribiendo sobre él”
¿De donde empezaste a extraer esas historias?
La primera versión, de 10 historias, era más básicas, y recurrí a mucha literatura francesa. Recuerdo ir mucho en esa época a Gernika y encontrar abundante material en las hemerotecas, pero sobre todo hallarlo en Francia. Ahí tienes todo un filón de buenas historias en torno al Tour… Porque es así: el Tour lo inventan los periodistas, y los relatos de su creación, de sus primeras etapas, están en libros, en periódicos, en mucho material de archivo. Sólo el Tour es un filón enorme: se podría estar toda la vida escribiendo historias sobre él, pero no soy historiador y me interesa hacer otras cosas. Alguna vez me han preguntado que por qué no escribir otro libro del Giro pero no quiero repetirme: aunque Plomo en los bolsillos haya funcionado muy bien comercialmente no quiero abonarme a una fórmula, aunque alguna vez haya vuelto a escribir sobre ciclismo o a entrevistar ciclistas como Peio Ruiz Cabestany.
¿Por qué ‘Plomo en los bolsillos’ fue un éxito?
El boom de la literatura ciclista en España es llamativo, y yo tuve la suerte de que ese libro fuese en los comienzos de ese boom. Creo que es clave la materia prima: el Tour reúne una serie de historias que captan comportamientos humanos. Cosas muy buenas como el heroísmo, el sacrificio o el trabajo en equipo, pero también tragedias, traiciones y trampas. Quizá esas historias, y con ellas Plomo en los bolsillos, atrajeron incluso a gente a la que no le gustaba el ciclismo, pero que se enganchaba. Y luego, claro, hay que atribuirle un componente de suerte, el fenómeno del boca a boca…
Hablas de un boom de la literatura ciclista. ¿A qué se ha debido?
No lo sé, pero me parece que había un terreno lleno de buenas historias, de enormes posibilidades narrativas, que simplemente se empezó a ocupar. Se ha caído en la cuenta de que hay historias muy buenas, y de esa fuente, que estaba muy virgen, han empezado a beber escritores.
Lo raro, entonces, es que no hubiese más.
Creo que no había mucha conciencia de que el deporte era un gran material literario. Con el fútbol pasó algo parecido: la gente se quedaba con la prensa deportiva cotidiana, que es algo más hooligan, sin fijarse en la cantidad de historias buenas que esconden 22 tipos jugando con un balón.
“No había mucha conciencia de que el deporte es un gran material literario. Con el fútbol pasó algo parecido: la gente se quedaba con la prensa deportiva cotidiana”
¿Es el ciclismo particularmente literario?
Todos los deportes deben tener esa vena épica, pero es cierto que el ciclismo tiene un componente extremo. Los primeros años del Tour eran una auténtica barbaridad, y reunían además componentes de aventura, casi de exploración geográfica, lo que sumado a la exigencia física extrema, algunas muertes por accidentes o las traiciones entre compañeros de equipo dan un cóctel explosivo. El hecho de que el ciclismo esté lleno de claroscuros lo hace muy atractivo. Fíjate en Lance Armstrong… gestas, una historia de heroísmo y superación, y luego la sombra más absoluto. Es un historión.
¿Qué ciclistas te parecen más literarios?
Luis Ocaña, y no en vano llegó Carlos Arribas y escribió su biografía. Pero también nombres menos conocidos como el de Roger Walkowiak), un anónimo gregario que, por una serie de circunstancias, ganó el Tour de 1956. La sorpresa fue tan monumental que nunca se lo perdonaron, y acabó lamentando haber triunfado. Que un ciclista consiga el mayor éxito de su carrera y, al retirarse, lo recuerde con amargura, que alguien no destinado a la gloria la logre, y eso se convierta en una maldición… ¿Es o no es una buena novela?
¿Siguen conservando esa épica los ciclistas actuales?
Por supuesto que el ciclismo de ahora sigue generando momentos llenos de épica y dramatismo, pero pretender que sea como el de Coppi es una trampa nostálgica. El ciclismo ya no es un deporte de pobres, de desesperados, porque tanto el deporte como la sociedad en general han cambiado.
¿Lees libros de ciclismo?
No con mucha frecuencia, a veces. Leí La soledad de Anquetil, de Paul Fornel, y me encantó. Hay varias biografías y autobiografías apasionantes, y volviendo a Peio Ruiz Cabestany, su Historias de un ciclista narra muy bien los entresijos del pelotón. Por supuesto, no puedo olvidarme de El ciclista de Tim Krabbé.
“Vivir de la literatura es muy complicado, y la literatura ciclista no es una excepción”
¿Se puede vivir de la literatura ciclista?
Vivir de la literatura es muy, muy complicado, y la ciclista no es una excepción. En mi caso, el libro que más dinero me dio para vivir era de ciclismo, pero cuando me dediqué a otras cosas no tuve tanta suerte… Creo que salvo los libros muy escandalosos, o las biografías muy ambiciosas y de claro tinte comercial, la mayoría de los libros no dan para vivir. Pero también pienso que el 90% de la gente que empieza a escribir un libro no lo hace pensando en el dinero que va a ganar, sino por otros alicientes. Aunque también tengo una anécdota ciclista sobre eso: un buen amigo editor guardaba en el cajón una biografía de Iban Mayo esperando que ganara el Tour. Por supuesto, el libro debe seguir ahí guardado…