¿Cómo llevas estos meses de confinamiento?
Bien, a nivel personal no es tan distinto de la vida que hago cuando no estoy tocando, paso siempre mucho tiempo en casa.
¿Estás componiendo?
No, porque para poder hacerlo tienes que poder aislarte del mundo. Yo cuando vi que no iba a poder trabajar mucho lo que hice fue entregarme al orden y la limpieza. Me he pasado el confinamiento con el mocho en la mano. Ordenando libros, con la balleta… Muy bien porque he preparado todo para lo que haga después. He hecho una canción que era un homenaje a la sanidad pública, una canción que salía de un poema de Benjamín Prado y Elvira Sastre al que luego Guille, de Vetusta Morla, le puso música y la hemos cantado entre muchísima gente. Todos los derechos que genere va a CESIC para financiar la lucha contra el COVID.
¿Desde cuándo te mueves en bicicleta por Madrid?
En Madrid en concreto empecé en el 2007. Primero iba con mi hijo mayor, luego me regalaron esa bici (la que aparece en la portada de Ciclosfera #7), que me la regaló un amigo y ya empecé a ir en bici a todas partes. Eso no quiere decir que antes no fuera en bici, desde pequeña tenía una relación con mi bicicleta, hasta que me la robaron. Esas sensaciones que conocemos todos los ciclistas de euforia, de libertad, de conexión con las sensaciones de la infancia las recuerdo desde muy temprano. Dejé de ir en bicicleta en Madrid porque no se podía pero cuando iba a Dinamarca me movía en bici. Entonces, hubo un año que al volver a Madrid y tener la depresión de septiembre decidí que una de las cosas que me deprimían era dejar la bicicleta, así que empecé a ir de nuevo en bici por Madrid. A esa bici le puse un asiento de bebé detrás y llevaba a mi hijo al colegio. Era difícil, la ciudad no ayuda, pero se podía hacer.
Además de ciclista te hiciste activista, ¿por qué?
Creo que cuando una persona conocida defiende una causa puede ser un arma de doble filo, sobre todo si estás implicado en una causa directamente y con tus mejores intenciones. Puedes caer en la falta de credibilidad si es algo que no te afecta directamente. Por eso, siempre he pensado que era necesario ser consecuente. Creo que en este aspecto tengo credibilidad y, además, cierto nivel de conocimiento para defenderlas con muy buenos argumentos. Para mí esas causas que defiendo son la bicicleta como medio de transporte urbano sostenible y el feminismo.
Yo también tengo coche, pero creo que dentro de las ciudades los coches hay que dejarlos fuera en la medida de lo posible. Hay que llegar a una proporción racional entre coches, peatones, bicicletas y transporte público. Además, en este momento, la crisis del coronavirus nos da la razón. Primero, porque la bicicleta es un medio de transporte mucho más saludable en las cuestiones de las distancias de seguridad, pero también porque la contaminación ha empeorado muchísimo el impacto del coronavirus. Es decir, que todos los que vivimos en una ciudad con mucha contaminación tenemos un nivel de sensibilidad ante agentes patógenos mucho más altos que la gente que vive en el campo. Esto lo dicen estudios de universidades y centros científicos que tienen una credibilidad impecable. De lo que se trata, es de convencer a los demás porque los que nos movemos en bicicleta ya estamos convencidos.
“Le pediría a todo el mundo que utilice la bici con civismo, que no se nos vea como unos bandarras que se suben a las aceras y asustan a las abuelas”
¿Cómo podemos llegar y cambiar a la gente mostrándoles que para ellos también es lo mejor?
Primero tenemos que pensar que la sociedad cambia lentamente pero cambia y, a veces, hace click de un momento a otro. Esto pasó con el tabaco, en España había muchos fumadores y eran defensores de fumar en público. Sin embargo, de la noche a la mañana no se podía fumar dentro de los sitios. Hubo una pataleta monumental pero a los dos meses todos nos habíamos acostumbrado y ahora es impensable que en los sitios se fume. Pensemos que hemos sido capaces de dejar atrás hábitos sociales que parecían imposibles de derribar y la bicicleta es un factor más. Lo que ocurre es que nos tuvimos que enfrentar a la industria del tabaco, que hacía lo mismo que el lobby del automóvil actualmente, que es poner por delante que es una industria que genera trabajo, riqueza para el país… hay que contraponerlos con los daños que presentan, los recursos económicos que suponen y por supuesto con las vidas humanas que se pierden por el automóvil. Se trata de cambiar nuestros hábitos, que el coche se quede fuera de la ciudad.
La solución tampoco es el coche eléctrico, como mucha gente dice. Parte del problema del automóvil es que es una máquina gigante que ocupa muchísimo espacio. Por otro lado, los ciclistas dentro de la ciudad tenemos que demostrar un civismo y una responsabilidad que a veces falta. Tenemos que transmitir a los que no son cicilsitas esta idea de que la bicicleta mejora la ciudad, que hace una ciudad más amable y saludable. No podemos entrar en colisión con los automóviles y los peatones. Yo le pediría a todo el mundo que utilice la bici civismo, que no se nos vea como unos bandalas que se suben a las aceras y asustan a las abuelas.
“La solución no es el coche eléctrico, que sigue siendo una máquina gigante que ocupa muchísimo espacio”
¿Cómo podemos evitar que el porcentaje de personas que utilizan el transporte público se pasen al coche?
Ahora mismo hay varias iniciativas en las que se está pidiendo que se hagan carriles bicis, como está ocurriendo en todas partes, primero temporales con la idea que luego se queden definitivos. Por ejemplo, en la Castellana. Necesitamos firmas para defender esta idea. Todo esto que estamos viviendo de miles de ciclistas por las calles de Madrid es porque no hay coches y entonces se va maravillosamente bien.
Qué opinas de que se anuncie que la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, salga en bicicleta aconsejando su uso, que Italia anuncie que va a dar ayudas para financiar la compra de bicicletas, que en Bogotá se estén haciendo políticas activas… que en medio mundo se estén haciendo cosas y en España… ¿qué nos pasa?
España es un país que tiene condiciones privilegiadas para convertirse en un país ciclista y si no se ha hecho es porque ha faltado ese impulso político para que esto sucediera. Si esto pasó en los Países Bajos y en los países Escandinavos no fue porque la gente cogiese la bici de la noche a la mañana, sino porque ante la crisis del petróleo el gobierno decidió promover la bicicleta. Además, es algo que debería estar despolitizado porque la salud nos afecta a todos igual.
¿Hay un poco de luz al final del túnel? ¿Crees que después de la situación que estamos viviendo la gente se va a replantear las cosas?
A mí me da miedo porque por un lado ha habido una toma de conciencia, todos estamos convencidos de que la sanidad pública es fundamental, igual que el trabajo de cuidados porque han sido los dos pilares que nos han mantenido durante esta crisis. Y, por otro lado, hemos visto algo que era impensable. Hemos visto las ciudades limpias de contaminación, el aire de Madrid oliendo a campo, el cielo que aparece en los cuadros de Velázquez de un azul intenso… Podemos aspirar a ir hacia eso. El problema es que con la inminencia de la crisis económica, lo que queremos todos es volver al trabajo cuanto antes. Esto puede hacer que se nos olvide la visión que hemos tenido y que todo esto tiene que promover un cambio social enorme hacia las próxima generaciones porque, al fin y al cabo, el coronavirus puede que sea solo un aviso. Todo esto al final ha sido un golpecito antes de la hecatombe climática que se va a vivir dentro de no mucho.