Tengo 29 años y llevo 4 circulando por Madrid a diario en mi bicicleta, en la que además me desplazo a trabajar. Tiempo más que suficiente para haber vivido situaciones de todo tipo. Os dejo a continuación alguna de mis experiencias y reflexiones.
Es una realidad palpable que el número de bicicletas sobre el asfalto madrileño ha aumentado notablemente en los últimos tiempos, quizá desde el inicio de la crisis. También lo es que el Ayuntamiento, anteriormente presidido por Ana Botella, -al césar lo que es del césar- se fijó como objetivo un cambio en el modelo de transporte de la ciudad. Para ello centraron esfuerzos y recursos económicos en integrar tramos de carril bici en la zona centro, habilitando asimismo las llamadas *ciclovías, *limitadas a 30 km/h y dando vida al servicio de bici pública en Madrid, BiciMAD. Es innegable que, al menos el intento, aunque algo improvisado y chapucero, está ahí. Pero no pasa de eso, de un ensayo más frenético que estudiado para satisfacer a la creciente masa ciclista, que reclama un espacio seguro para circular. Sin duda, una medida más cosmética que práctica.
BiciMad es, innegablemente, una medida más cosmética que práctica
Basta con subirse a la bicicleta y descender la calle Alcalá en dirección Cibeles para darse cuenta de las graves deficiencias que posee la arquitectura del carril bici en Madrid. Resulta que si bajas por dicho carril, te encuentras con el semáforo en verde y deseas atravesar la rotonda de Cibeles dirección Puerta de Alcalá, es decir, siguiendo recto, justo antes de entrar en la glorieta puede ocurrir que el coche que circula a tu izquierda desee girar a la derecha, tomando el Paseo de Recoletos. En ese caso tiene dos opciones: o giras a la derecha con él o chocas de frente contra el turismo. Este caso que os cuento me ha pasado ya varias veces, y solo gracias a la anticipación por mi parte del giro del coche he evitado un grave accidente. Es cuando menos paradójico que ese punto en pleno centro de Madrid suponga tal riesgo para el ciclista, mayor aún del que asumiría yendo por la calzada con el resto de vehículos.
Una de esas veces, el coche que giró a la derecha, en todo su derecho, resultó ser un coche patrulla de la Policía Municipal. Fue curioso el estupor que les provocó ver cómo un ciclista había estado a punto de estamparse contra la puerta del copiloto de su coche patrulla sin haber cometido ninguno de los dos infracción alguna. Tras unos segundos de shock, aproveché la ocasión para señalarles que ese punto era una completa ratonera para ciclistas. ¿Su respuesta? Encogerse de hombros, como diciendo “tienes razón pero, ¿qué puedo hacer yo?”. Desde luego, creo que el cuerpo de Policía, que trabaja para velar por el bienestar ciudadano, debiera tener entre sus obligaciones el notificar a sus superiores este tipo de problemas viales, más aún cuando ellos mismos se han visto involucrados en ellos.
Hay más ejemplos, como el carril integrado en la acera de la calle O’Donnell que conduce al Parque del Retiro, donde es muy frecuente ver cómo los peatones caminan por él sin preocuparse de quienes deben de verdad circular por ahí. Lo mismo ocurre en el de la Calle Serrano.
Al circular por el carril bici que pasa delante del edificio de la Comunidad de Madrid, en la céntrica Puerta del Sol, jamás puedes bajar la guardia si no quieres acabar en el suelo. Debido a la “mala educación” de los peatones madrileños, que invadimos el espacio reservado a las bicis sin reparo ni miramiento alguno, se generan numerosas situaciones de conflicto, evitables con algo de atención y señalización. Precisamente en ese punto, un servidor circulaba por el carril bici, con el semáforo en verde para seguir la marcha, cuando un peatón se aventuró a cruzar sin mirar ni a izquierda ni a derecha -entre un grupo de unas 20 personas más cruzando con su semáforo en rojo. Y pasó lo más lógico. Tanto el peatón como el ciclista acabaron con sus huesos en el suelo.
En vez de un espacio ciclista, estos carriles suelen ser un foco de problemas añadido
En resumen, pese a la sana intención de proporcionar un espacio al ciclista, estos carriles son frecuentemente un foco de problemas añadido. La descoordinación entre peatones y ciclistas es palpable, alimentado por la nula señalización del carril y la insuficiente “educación ciclista” de la ciudad de Madrid.
Estos son solamente algunos de los males que tiene una ciudad dominada en exclusiva por los coches, quienes en ocasiones parecen considerar la calzada territorio únicamente para el vehículo a motor. Hay conductores que han llegado a recriminarme el simple hecho de circular en bicicleta por la calzada. ¿Desinformación sobre las normas viales? ¿Intolerancia al diferente? Probablemente un poco de ambas.
Ahora que Madrid ha cambiado de signo político y desde el Ayuntamiento se apoya unánimemente el uso de la bicicleta, sería bueno impulsar un plan de readaptación de los carriles ya existentes dotándoles de sentido y sobre todo, de seguridad.
Por todo ello creo necesario señalar estos puntos negros en los que es relativamente sencillo sufrir un accidente y ponerlo en conocimiento del pelotón madrileño, esperando en última instancia una reacción por parte del Consistorio.
¡Salud y pedales!
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