220 millones de euros. Es la cantidad que va a invertir el Ministerio de Fomento en construir una autovía paralela a la A-1, en Madrid, con el objetivo de reducir los atascos que, cada día, soportan los madrileños. Se trata de una petición expresa de la Presidenta de la Comunidad, Cristina Cifuentes.
Con un tránsito de 150.000 vehículos diarios, la A-1, también conocida como Autovía del Norte o carretera de Burgos, es una de las más congestionadas de España. Sus atascos se deben, sobre todo, a la gran cantidad de empresas que tienen su sede en la zona ubicada entre el barrio de Las Tablas y la localidad de Alcobendas, lo que ocasiona un colapso prácticamente diario. A ello se le suma la llegada de la Ciudad del BBVA, que ha sumado otros 6.000 trabajadores a esa área urbana.
Al anunciarse este tipo de inversiones millonarias para seguir aumentando el tamaño de nuestras carreteras o construir otras nuevas, muchos ciudadanos se hacen una pregunta clave: ¿ensanchar las carreteras contribuye a descongestionarlas y, por tanto, a que los ciudadanos vivan mejor y no pierdan tanto tiempo enfrascados en el tráfico?
La gran contradicción
La respuesta a la pregunta, si nos ceñimos a los datos y estudios sobre el tema, es contundente: no. Y así se ha demostrado en muchos de las grandes ciudades del mundo. Teorías como la paradoja Downs-Thomson, la posición de Lewis-Mogridge o la paradoja Pigou-Knight-Downs explican a la perfección lo contradictorio de dicha política. Según esos expertos, este tipo de inversiones no sólo no contribuyen a descongestionar nuestras ciudades, sino que de hecho son contraproducentes, dado que a medio y largo plazo empeoran la situación y sólo atraen a más y más coches.
Los ejemplos en el mundo son casi infinitos. Ciudades como Los Angeles llevan décadas gastando ingentes cantidades de dinero en crear monstruosas autopistas de hasta siete carriles por sentido que no han logrado mejoras en materia de movilidad, sino todo lo contrario. De hecho, y según un estudio publicado recientemente en la revista Forbes, la urbe californiana soporta los peores atascos de todo el país. China es otro buen ejemplo: en el gigante asiático se han disparado los kilómetros de autovías en los últimos años, de 16.300 en el año 2000 hasta los 96.000 actuales, que la convierten en la mayor red del mundo. ¿Cuál ha sido el resultado? Sorpresa: el tiempo medio de desplazamiento al trabajo en ciudades como la capital, Beijing, es hoy de casi media hora más que entonces, según China Daily.
“Cualquier nueva infraestructura lineal de transporte conlleva la aparición de tráficos inducidos: un número adicional de desplazamientos que usarán la nueva vía y que antes no se hacían, bien porque no eran necesarios o por que utilizaban otro recorrido o medio de transporte”, explica Adrián Fernández, del portal Ecomovilidad. “La ejecución de una nueva carretera con el único fin de resolver un problema de capacidad deberá asumir que, en un plazo mayor o menor de tiempo, acabará colpasándose de nuevo, repitiendo la situación de congestión y aumentando su magnitud. Es decir: si para resolver un atasco construimos una carretera más grande, acabaremos teniendo un atasco más grande”.
La solución para mejorar la movilidad en nuestras ciudades pasa, necesariamente, por fomentar el transporte público eficiente y el uso de la bicicleta. Sólo así lograremos que los ciudadanos cuenten con alternativas al vehículo privado que, además de contribuir a descongestionar las carreteras, redunden en beneficios para todos los demás.