¿Cuál es tu primer recuerdo ciclista?
Una fría mañana de enero: los Reyes Magos habían venido y, entre muñecas y otros regalos, había una bicicleta. No dudé ni un momento e, incluso sin saber usarla, me subí a probarla. Tenía ocho años, y fue mi abuelo el que, con mucha paciencia, me enseñó a montar, motivándome a seguir cada vez que me caía.
¿Qué bicicleta era?
Una Benotto negra y verde. No era nada femenina, pero me encantaba: recuerdo usarla para recorrer el vecindario, una y otra vez, con mis mejores amigas, Paola y Lucía. No parábamos de pedalear y reír hasta que se hacía de noche y mi madre me obligaba a volver a casa. Cuando crecí la bici se me quedó pequeña, se la regalé a mi primo y no tuve otra hasta muchos años después.
¿Qué te hizo reengancharte?
Descubrí otra de mis pasiones, la equitación: montar a caballo me hizo sentir libre, valiente, independiente y, al mismo tiempo, responsable y comprometida con otro ser vivo. Por esa época alguien muy especial me regaló otra bicicleta, otra Benotto rosa, y lo que sentía galopando se reprodujo al pedalear. El ciclismo se convirtió en un estilo de vida, y ahora tengo una Leader 725 y una Trek de carretera, que me facilitó una tienda de bicicletas llamada Vaivén y que me patrocina.
¿Cómo es pedalear por tu ciudad, Ciudad de México?
Se han hecho muchos planes y obras para lograr tener una cultura ciclista, pero siempre hay mucho tráfico y caos. Queda mucho por hacer. Pero, en medio de tantos coches, los ciclistas tratamos de aprender a disfrutar de la libertad de pedalear.
Más allá de la bicicleta, ¿cómo es tu ciudad?
Pese a que tiene cosas malas, bellísima: siempre hay algo que celebrar. Lo mejor que tiene es que siempre encuentras a alguien en el camino dispuesto a ayudarte si tienes un problema. Lo peor, que el clima es incierto: sales a la calle bajo un sol abrasador y vuelves a casa hecha una sopa, porque de la nada cayó un diluvio.
Eres muy activa en Instagram (@becca.caba). ¿Qué te aporta compartir tantos pensamientos, imágenes y momentos en ella?
Instagram me ha dado más de lo que podía esperar: he conocido gente maravillosa y experiencias que no cambiaría por nada. ¡Hasta mis bicicletas llegaron gracias a esa red social! Saber que a las personas les gustan mis fotos y que, de alguna manera, tengo influencia sobre su vida me hace sentir una gran responsabilidad para ser mejor cada día. Me gusta saber que, tal vez, le mejoré a alguien el día con un pequeño pensamiento, o que alguna chica decidió empezar a pedalear inspirada por alguna de mis imágenes.
Si saliéramos a pedalear por Ciudad de México… ¿a dónde nos llevarías?
Al centro histórico, mi lugar favorito de la ciudad, recorreríamos el circuito de la UNAM, donde estudio medicina veterinaria y zootecnia, e iríamos a comer algo a El Frontón, el bar donde trabajo los fines de semana. ¡Está en una de las colonias más bonitas del DF, Coyoacán, y sirven la mejor comida oaxaqueña!