Cultura ciclista

Alfonsina Strada: a sus pies

En 1924 la italiana Alfonsina Strada se convirtió en la primera y única mujer en correr y terminar el Giro de Italia. Su hazaña, deportiva y social, se admira hora tras muchas décadas perdida en el olvido.

Con 13 años ganó su primera carrera y, como premio, un cerdo vivo que debió hacer las delicias de su familia, modestos campesinos de un pueblo de la Italia central. Veinte años después se convirtió en la primera y única mujer en correr y terminar un Giro: nadie recordaría hoy la edición de 1924 de la gran carrera italiana si no fuera por Alfonsina Strada y su gesta.

¿Gesta? Sí, no sólo por su descaro pionero, sino por la dureza en sí de la prueba. 3.600 kilómetros a lomos de bicicletas de una sola marcha y por carreteras surcadas de cicatrices de guerra. De 90 participantes que tomaron la salida sólo 30 llegaron a la meta de Milán. Strada, a pesar de haber sido descalificada tras una caída en las primeras etapas, también llegó. A 20 horas del primero. A 7 horas del último. Pero llegó. Culminaba así un empeño personal que se remontaba a su infancia y juventud. Y aunque no volvió a participar nunca en un Giro, siguió amando la bicicleta y el ciclismo hasta el final de su vida. “Alfonsina desafió la moral de su tiempo, que consideraba un escándalo que una mujer montara en bici”, afirma Daniele Cerrato, profesor de la Universidad de Sevilla. “Además, luchó por no conformarse con el destino obligado para muchas mujeres de su tiempo: ser madre, esposa y ama de casa”.

Con ironía

El 12 de enero de 1929 el periódico español republicano El Luchador entrevistó a Strada. Presentada como una estrella europea del deporte, la ciclista estaba en Alicante para participar en una carrera en el velódromo local, y recordaba sus inicios con ironía: “Mi afición al ciclismo nació en 1912 al ver que, teniendo que trasladarme cotidianamente a un pueblecito por mis ocupaciones, hacía sudar un poco a los ciclistas que conmigo venían”. Dotada de un físico rotundo y un cerebro cosido al sufrimiento, Strada destacó pronto como una virtuosa de las dos ruedas. Antes de su hazaña en el Giro ya había corrido varias carreras importantes, entre ellas dos Tour de Lombardía, aprovechando los vacíos legales de la época. En 1909 participó en el Gran Prix de San Petersburgo, donde recibió el saludo del zar Nicolás II y su esposa. Apodada ‘El demonio en vestido’, Strada siguió compitiendo espoleada por su primer marido, que lejos de disuadirla de su pasión le apoyó sin reservas: fue su entrenador y como regalo de bodas le entregó la bicicleta con la que después correría el Giro, con la que también lograría el récord de la hora femenino imbatido durante 26 años.

En 1924 Strada tenía 33 años. El entonces director de La Gazzetta dello Sport, Emilio Colombo, intuyó la repercusión que podía tener la participación de una mujer en el Giro y no dudó en apoyarle económicamente. Alfonsina tuvo que quitar la ‘a’ de su nombre para masculinizarlo y no levantar ampollas entre organizadores y rivales, y aunque el ‘engaño’ se descubrió pronto el caudal de seguidores que arrastraba en cada etapa le permitió completar las doce etapas de forma oficiosa. “Tengo buenas piernas y el público de toda Italia me acoge con entusiasmo. No me arrepiento. He tenido amarguras, alguien me ha despellejado, pero estoy satisfecha y sé que he hecho lo mejor”, dijo nada más terminar la prueba. “La participación en el Giro le dio fama”, asegura Cerrato, “pero el mundo del deporte masculino no se aprovechó de ella. Ninguna mujer ha vuelto a competir con hombres en el Giro porque, desde entonces, se prohibió su participación. Tras esa excepción el ciclismo y el deporte en general volvieron a ser cosa de hombres”.

Fetiche emancipador

Durante los últimos años su figura está siendo rescatada del injusto olvido que sobrevino a su muerte, en 1959, a los 68 años. Tras dejar en ciclismo de competición abrió una tienda de bicicletas en Milán con su segundo marido, un sprinter retirado, y unos años después Strada falleció en un accidente de moto Su gesta permaneció enterrada durante décadas, hasta ser reivindicada como fetiche cultural y emancipador. El grupo italiano Têtes de Bois le dedicó una canción en 2010 y, en ese mismo año, se estrenó una obra de teatro sobre su vida. También el ciclismo le ha rendido honores: en 2014, 90 años después de su participación, el Giro le hizo un homenaje en carrera: “Alfonsina arriverà comunque vada”, Alfonsina llegará pase lo que pase.