El nuevo aparcamiento, situado en el canal frente a la estación central de Ámsterdam, tiene varios objetivos. El principal es liberar las calles y alrededores del gran nodo de transporte público hasta ahora repleto de bicicletas aparcadas, y devolver el espacio a los peatones, dando un aspecto mucho más limpio y ordenado a todo el entorno.
Pero también tiene como fin dar un servicio imprescindible para todos los ciudadanos: un lugar seguro donde dejar sus bicicletas, cada vez más caras, ya que la tendencia, también en Ámsterdam, está dejando atrás el uso de bicis de poco valor para empezar a usar bicis privadas y, en no pocas ocasiones, eléctricas.
Una obra de ingeniería
El aparcamiento se oculta nueve metros bajo el agua y, sobre él, atracan las barcazas que embarcan a los turistas en sus paseos por los canales de la ciudad. Pero por dentro, a pesar de no usar luz natural, llama la atención la luminosidad y amplitud de todo el espacio.
Los peatones entran directamente desde el intercambiador, con conexión directa a los vestíbulos del metro y del ferrocarril a través de un túnel para que resulte efectivo en el día a día. Para acceder con la bici se ha habilitado el lado oeste.
El complejo incluye dos enormes obras de arte, con colaboración con el Museo de Ámsterdam. Dos obras que tuvieron que meter antes de poner el techo y proteger con una infraestructura de madera para que no sufrieran daño alguno mientras terminaban las obras.
Las obras de arte incluidas hacen que la experiencia del usuario sea mucho más agradable.
Los racks para las bicicletas son ya muy conocidos en Holanda. Se trata de un sistema a dos alturas que no es muy apreciado, que digamos, por los 'amsterdamers', ya que no resulta sencillo subir la bicicleta y resultan pesados e incómodos, sobre todo si no tienes mucha fuerza o no eres muy alto.
De cualquier modo, hay varios espacios más: uno para las bicis más especiales, con un manillar más ancho o las que tienen caja de frutas como portabultos. En orto apartado se ha dejado un amplísimo hueco para las cargobikes y, por supuesto, un enorme espacio para las bicicletas compartidas.
Paradójicamente, por ahora, no hay puntos de recarga para bicicletas eléctricas. Algo casi incomprensible en 2023, pero el proyecto fue pensado e ideado en 2017 y por aquel entonces no eran tan comunes. Algo casi anecdótico, pero que no deja de ser un punto que tarde o temprano tendrán que solucionar.
Aunque son baratos, estos aparcamientos no son gratis. Las primeras 24 horas sí, gracias a la Asociación de Ciclistas Holandeses que forzó la máquina hasta conseguirlo. El precio diario después de esas primeras 24 horas es de 1,35€. Asumible dado el servicio que ofrecen y el lugar en el que se encuentra.
Un plan aún más ambicioso
El aparcamiento, en pleno casco antiguo y en una de las plazas más transitadas de Ámsterdam, está firmado por un arquitecto español, Oriol Casas y no es sólo una obra macro arquitectónica. Ni mucho menos. Es la más llamativa, eso sí, pero hay más.
Forma parte de un plan municipal mucho más amplio llamado ‘Creamos espacio’ (‘Maakt meer ruimte’). Este plan incluye dos aparcamientos más junto a la estación, uno en la parte trasera, también subterráneo, que abrirá sus puertas en febrero, algo más pequeño, pero “mucho más bonito.
El número de bicis y de usuarios del transporte publico va a seguir creciendo, porque Ámsterdam sigue avanzando en sus medidas para que los ciudadanos no poseamos coche y sobre todo, otra gente no llegue en coche a la ciudad.
El tercer aparcamiento de bicicletas que tendrá la Estación Central de Ámsterdam estará bajo el dique y tendrá aún más capacidad que el recién estrenado. Alcanzará las 8.500 plazas. Sobre el parking y sobre el dique, transcurrirán las vías del tren. Otro pedazo de obra, imaginamos.
A estos tres de la estación, se le suman otros tres en otros lugares emblemáticos de la ciudad que ya están construidos: la Plaza Dam, el Barrio De Pijp y el último en la Plaza de Leidseplein, todos subterráneos y también dentro del plan “Creamos espacio” para liberar las calles de bicis aparcadas y aumentar exponencialmente las zonas peatonales.
El famoso aparcamiento flotante ‘Fiestflat’, incono de la ciudad y casi un atractivo turístico, será completamente vaciado y será trasladado. El problema es que aún no se ha decidido qué qué hacer con él porque se trata de una pieza casi histórica, que lleva varias décadas siendo parte de la imagen de la ciudad.
En definitiva: cinco parkings subterráneos en los últimos ocho años. Una apuesta clarísima para dejar a la vista de todos una ciudad que necesitaba enseñarse, mostrar mejor su belleza y solucionar al mismo tiempo sus problemas de almacenamiento a la intemperie de bicicletas.