Yesenia Herrera salió hace dos años de Canarias y llegó hasta Nepal. Una aventura que ha ido narrando en su blog, Nomadic Feminist y en su cuenta de Instagram, y que será el hilo conductor de la charla que ofrecerá esta tarde a las 20 h en Rutas Pangea (Paseo de las Yeserías, 15).
Para quien no te conozca: ¿quién eres? ¿Cómo te definirías a ti misma?
No sabría decirte: definirse a una misma resulta complicado. Soy una chica canaria que he vivido en varios lugares de España y en Chile. Una persona inquieta, con ganas de descubrir cosas. Aunque creo que cada vez sé menos quién soy (risas).
¿Cuanto más viajas más preguntas surgen?
Puede ser. Desde luego, surgen muchas más dudas existenciales cuando viajas: quién soy, qué hago yo aquí, qué puedo aportar al mundo… Preguntas que, además, te llevan a ti misma a cuestionarte como persona privilegiada que eres. Al mismo tiempo, y pese a todas las dudas, cada vez tengo más claras mis intenciones en la vida. Por ahora soy feliz, y eso es lo que cuenta.
¿Cuándo, cómo y por qué empezaste a viajar en bicicleta?
Empecé a viajar con 24 o 25 años, pero por aquel entonces aún no lo hacía en bici. Simplemente era algo que tenía metido en la cabeza. Sabía que tenía que viajar, moverme, conocer… Y todo, pese a que tenía una vida acomodada. Entonces se me ocurrió hacer un viaje en bici por Canarias. En un principio pensé que no era posible, pero conocí Warmshowers, me hice Instagram y empecé a seguir a gente que viajaba en bici. Quería ir a Asia, pero empecé poco a poco: cogí un barco a Huelva y llegué hasta Nepal.
En total, nada menos que dos años de viaje. ¿Cómo te has financiado?
Todo el mundo pregunta por ello, pero la realidad es que gasto mucho menos que cuando vivía en Manchester, La Palma o Barcelona. Soy enfermera, por lo que tras haber ahorrado un poco empecé a viajar. A medida que ha pasado el tiempo he aprendido a gastar menos, y he acabado gastando muy poco. De hecho, aún me duran los ahorros. El esquema es sencillo: trabajas, ahorras, consumes poco y viajas de manera muy básica: en bici, acampando, sin muchos lujos y cocinando tú misma.
No todo el mundo vale para hacer un viaje de estas características…
Es cierto. Esto no es para todo el mundo. Soy una persona inquieta: me gusta conocer gente y estar en contacto con la naturaleza. Me gustan las sorpresas y romper con la monotonía. Pero esto también tiene sus cosas malas: es muy cansado y a menudo viajas por países muy, muy intensos.
“A partir de un momento llama mucho más la atención ver a una mujer blanca viajando sola en bicicleta”
¿A qué países te refieres?
Diría que mi viaje a Nepal han sido en realidad dos viajes: el primero, de aquí a Grecia. El segundo, de Turquía en adelante. En Europa la gente pasa de ti, para bien y para mal. A partir de un momento llama mucho más la atención ver a una mujer blanca viajando sola en bicicleta. La gente es mucho más hospitalaria, pero al mismo tiempo nunca estás sola, por lo que no tienes intimidad.
“He tenido problemas por el hecho de ser mujer”
¿Has tenido algún problema serio?
He tenido problemas por el hecho de ser mujer. Es curioso: cuando me encuentro a hombres que viajan en bici tienen miedo a que les roben o a que les pase algo. A mí eso no me ha preocupado nunca, y de hecho jamás he sufrido un robo. Pero tienes miedo a la agresión sexual. He tenido sustos: hombres que te preguntan por sexo o que te persiguen con la moto. Pero afortunadamente nada serio.
Cada vez más personas ponen el foco en lo insostenible de medios de transporte como el avión para viajar. ¿Crees que la bicicleta puede ser una alternativa sostenible para cualquiera?
Cada vez conozco más gente que viaja en bici. Existe una red creciente de gente de todo tipo que lo hace. Personas que tienen un a conciencia ecológica y creen en reducir el impacto ambiental, pero al mismo tiempo hay mucha otra gente que ni de coña se lo va a plantear. La bici va cogiendo fuerza, pero no todo el mundo está dispuesto a hacer un viaje en bicicleta.
El turismo salvaje está devorando los países, no sólo en lo medioambiental: también en lo socioeconómico. ¿Se puede hacer turismo sostenible?
Yo creo que sí, pero es cierto que el low cost está llevando a que los turistas occidentales causemos un impacto muy grande. Se nota en todo. Lo ves en la pequeña tiendecita local sube sus precios cuando llega el turismo en masa, lo que provoca que los locales no pueden pagar esos precios. Cuando viajamos hay que preguntarse dónde, cómo y por qué vamos.
¿Qué consejo o consejos darías a alguien que se esté planteando hacer su primer gran viaje en bicicleta?
Que empiece por casa. Haz un viaje corto, cerca de tu área de confort. Yo fui saliendo poco a poco: Portugal, Francia, Europa… Así vas descubriendo lo que te gusta y lo que no. Y después… puedes ir a donde quieras.
El feminismo forma parte esencial de tus viajes y tu labor divulgativa. ¿Cuál es la conexión que encuentras entre feminismo y ciclismo?
Cuando me planteé el viaje tenía claro que quería hacerlo con perspectiva de género. Ya estaba involucrada en el activismo, y sabía que todo lo que hiciera en mi vida sería con perspectiva feminista. La bicicleta y el feminismo están íntimamente relacionadas. La bicicleta ha sido clave en la emancipación de la mujer. Es un vehículo muy simple que da muchísima libertad a las mujeres de todo el mundo. Un ejemplo: las mujeres de Nepal pueden moverse sin depender de que las lleve el marido en la moto. Con la bici tú manejas y tú eres la encargada de decidir el destino y la velocidad. Es algo muy metafórico, pero es fundamental. Es una herramienta de empoderamiento y autonomía muy importante para las mujeres de todo el mundo. Una mujer en bicicleta es muy poderosa.
“La bicicleta es una herramienta de empoderamiento y autonomía muy importante para las mujeres de todo el mundo”
¿Cómo has visto la evolución del movimiento feminista en España desde la distancia?
Con las redes sociales estoy lo más conectada que puedo. Me hace sentir orgullosa ver cómo está creciendo: cuando yo era feminista yo era la rara, la feminazi. Ahora siento muchísimo más apoyo por parte de amigas que están mucho más concienciadas. Cada vez son más las mujeres que encuentran en el feminismo la respuesta. Al mismo tiempo tengo una sensación agridulce: cuanto más viajo más me doy cuenta de que el patriarcado es universal y que queda todo por hacer. La sororidad tiene que ser universal: si nos preocupan nuestras compañeras de aquí también deberíamos preocuparnos por la mujer iraní, nepalí o de la India, y no sólo de las mujeres blancas occidentales.
¿Cuáles son tus planes para el futuro más inmediato?
He dejado mi bici y mis alforjas en Katmandú. Me he cogido un tiempo de vacaciones, unos tres meses, para estar con mi familia y descansar. Cuando vuelva a Nepal pensaré qué hacer. Cruzar Bangladés, quizá, aunque no es fácil hacerlo por tierra. Y si no, pasar a Myanmar. Pero proyectos a largo plazo no tengo: procuro centrarme en el presente.