Uppsala: una ciudad sueca, con unos 200.000 habitantes y célebre por su ambiente universitario. No en vano, la llamada Uppsala Universitet fue la primera universidad fundada en Escandinavia (¡abrió sus puertas en 1477!), y recibe actualmente a más de 22.000 alumnos y da trabajo a casi 6.000 personas. Un ambiente joven y estudiantil que, sin duda, marca el carácter de la cuarta ciudad más grande de Suecia.
Situada a algo menos de 40 minutos en tren de Estocolmo, son miles las personas que van y vienen a diario de Uppsala a la capital y otras ciudades del país. También se desplazan por sus coquetas y cuidadas calles, pasean por delante de su impresionante catedral, contemplan el castillo o, simplemente, escuchan el rumor de las frías aguas del río Fyris. Una cotidianidad agradable, tranquila, producto de un entorno en el que los coches no tienen demasiado sentido. Por eso, desde el ayuntamiento se tomó hace años una sabia decisión: promover la movilidad sostenible, poniendo en marcha distintas acciones que hicieron que la ciudad fuese elegida por el Foro Mundial para la Naturaleza (WWF) Capital Global del Desafío de Ciudades 2018.
Entusiasmo y colaboración
Un hito que la municipalidad aprovechó para, además de crear más infraestructura, simbolizar su compromiso con la sostenibilidad. La bicicleta fue la elegida: aprovechando unos terrenos junto a la Estación Central de tren, en pleno centro de Uppsala, se decidió construir un gran aparcamiento de bicicletas para los miles de usuarios que intercambiaban pedaleo y tren. Todo una apuesta y un ejemplo de practicidad: en el mismo espacio que habrían cabido unos 80 coches se invitaría a aparcar a 1.200 bicicletas.
"En este tipo de proyectos es fundamental el papel del Ayuntamiento y, en este caso, estaban entusiasmados", nos explica personalmente Cecilia Öberg, socia del estudio sueco de arquitectura Tengbom y máxima responsable de The Bicycle Garage, el imponente edificio que desde 2019 se convirtió en uno de los iconos arquitectónicos de la ciudad. "El solar sobre el que debíamos trabajar estaba rodeado por las vías del tren, los andenes o la estación de autobuses, pero al mismo debía ser amplio, aprovechar la luz natural y estar levantado con materiales sencillos y sostenibles. No era fácil; por suerte, todos los implicados teníamos una visión común, trabajamos mano a mano y el resultado final fue más que satisfactorio".
The Bicycle Garage es una mezcla perfecta de elegancia, practicidad y sostenibilidad.
Visto ahora, The Bicycle Garage es una perfecta mezcla de elegancia, practicidad y sostenibilidad. Con su llamativa forma triangular y una extensión de 2.000 metros cuadrados, ofrece a los ciclistas dos plantas conectadas por una rampa de madera para movernos con total comodidad. No todas las plazas son iguales: de las 1.200 disponibles, varias decenas están reservadas a bicicletas de carga y e-bikes. Y, eso sí, cada uno de sus rincones está bañado por la preciada (y escasa en estos lares nórdicos) luz del sol. "El máximo reto en la arquitectura", explica Cecilia a Ciclosfera, "es satisfacer intereses muy variados, aunar el conocimiento de distintos expertos y darle forma a todo eso en un espacio común. The Bicycle Garage es, a priori, un edificio muy simple, pero es al mismo tiempo muy complejo. Aquí todo es más complicado de lo que parece porque, además de las necesidades implícitas a su uso, combina distintos materiales sostenibles y está construido en un lugar donde la lluvia y la nieve son abundantes".
Desde el estudio Tengbon cuentan cómo se esforzaron por utilizar la menor cantidad posible de materiales y colores para realzar la belleza de la construcción, y lograr que mantuviese así una clara forma geométrica sin elementos perturbadores. El hormigón de la base aseguraba durabilidad y longevidad; el sobrio acero negro exigía poco mantenimiento. La madera es abundante, por su sostenibilidad y cercanía y, claro, por ser un elemento casi imprescindible en la arquitectura nórdica (basada, según Cecilia, "en el dialogo constante entre interior y exterior"). Y, por último, el vidrio proporcionaba ligereza, simplicidad y, gracias a su transparencia, enfatizaba el valor simbólico de la estructura, además de permitir aprovechar al máximo la luz. Por si fuera poco, el uso de un único material para cada componente "permite desmontar fácilmente el edificio para, quizá algún día, reciclarlo o reutilizarlo en otro lugar", nos cuenta su autora.
El faro urbano
Hay dos elementos más que hacen de The Bicycle Garage algo único: su techo y la delicada iluminación artificial. El primero funciona, según sus creadores, “como una cuarta fachada desde la que se ven los altos edificios colindantes”, y cuenta con células solares y sedum (una especie vegetal muy usada en azoteas ajardinadas por su capacidad para absorber el exceso de agua provocado por los fuertes aguaceros). En cuanto a la iluminación, fue supervisada por la consultora tecnológica Bkerking y diseñada por Stina Marsh: se añadieron efectos de iluminación a las vigas de madera para recrear el espectáculo de las auroras boreales e instalaron haces luminosos que atraviesan las paredes de vidrio, haciendo del edificio “una especie de faro que ilumina los espacios próximos convirtiéndolos en más seguros”.
Tras año y medio de planes arquitectónicos, y otro año de obra civil, The Bicycle Garage fue inaugurado a finales de septiembre de 2019. "Es un edificio muy importante para la ciudad y para mí", asegura Cecilia. "Fue mi primera experiencia en proyectos de este tipo y, además de haber muchos expertos involucrados, contamos con el asesoramiento de activistas para saber más sobre infraestructura ciclista. El resultado llama la atención por su tamaño e importancia estratégica, al encontrarse en pleno centro de la ciudad, y resulta impactante para el visitante, ya que sus fachadas reflejan desde varios ángulos y multiplican los edificios vecinos". Desde entonces, la acogida por parte de la ciudadanía y los medios de comunicación ha sido extraordinaria, aunque por desgracia la pandemia llegó poco después de la inauguración y apenas pudo usarse en un primer momento. Sin embargo, explica Cecilia, "con el paso del tiempo la afluencia se ha recuperado y se acerca a la prevista: el ciclismo urbano está creciendo mucho en Suecia, y propuestas como esta hacen que el objetivo de cambiar nuestras ciudades, haciéndolas más sostenibles y lógicas, pueda hacerse realidad".