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Siete consejos para lanzarte a la calzada

Te ofrecemos siete sencillos consejos para dar el paso definitivo a la calzada. Porque en ella está nuestro sitio: la acera es para los peatones.

Los ciclistas debemos reclamar nuestro derecho a usar la calzada. No sólo porque la ley prohibe circular por la acera salvo en casos concretos en algunas ciudades, sino por una cuestión de lógica y responsabilidad. Somos vehículos, y como tal debemos hacernos respetar. Pero además, un mayor número de bicicletas en la calzada contribuye de manera decisiva a pacificar el tráfico de nuestra ciudad.

Sabemos que no es fácil. Todos los días vemos a ciclistas por la acera, y en el fondo entendemos parte de las razones que les han llevado hasta allí: para muchos no es fácil sacudirse los miedos al tráfico. Y al fin y al cabo la mayoría hemos sido educados en una cultura en la que el coche es el centro de todo y, por extensión, la calzada su indiscutible dominio. Pero una vez se da el paso, todo cobra sentido. Resulta que no solamente es sencillo, sino que además es más seguro: la mayor parte de los accidentes no se producen en la calzada, sino en carriles bici mal diseñados, especialmente en las intersecciones.

Un mayor número de bicicletas en la calzada contribuye de manera decisiva a pacificar el tráfico

Aunque la situación está cambiando poco a poco, aún necesitamos a muchos, muchísimos más ciclistas en la calzada. Demostrando que se puede y se debe. Para contribuir a ello con nuestro pequeño grano de arena, desde Ciclosfera te ofrecemos seis sencillos consejos para lanzarte definitivamente a la calzada:

1. Ocupa el centro del carril derecho. La normativa de que el ciclista circule pegado al margen derecho de la calzada sólo sirve para la carretera. En la ciudad, tu lugar está en el centro del carril. Así reclamarás todo el espacio, y evitarás que los coches te rocen al adelantarte: si quieren hacerlo, tendrán que cambiarse al carril contiguo. Si la calle es de un sólo carril, tienes todo el derecho a reclamarlo. Y si el coche que circula detrás de ti se impacienta, allá él.

2. Busca las calles tranquilas. Especialmente al principio, las calles menos congestionadas serán tu mejor aliado para ganar en confianza. Todas las ciudades cuentan con itinerarios alternativos a las grandes avenidas. Menos coches, menos ruido y menos polución. Y además, descubrirás rincones de tu ciudad en los que nunca antes habías reparado. Todo son ventajas.

3. Pon los cinco sentidos en la conducción. Nada de auriculares. Nada de mirar el móvil. Estás al volante de un vehículo y tu seguridad depende en gran medida de tu capacidad para permanecer alerta ante la infinidad de imprevistos que pueden surgir en cualquier calle o avenida. No bajes la guardia.

4. Vigila el suelo. Las ciudades, y especialmente desde el inicio de la crisis, están plagadas de socavones. En algunas se hace especialmente evidente la falta de inversión en mantenimiento del firme, por lo que circular por algunas calles puede ser un deporte de riesgo si no vigilas permanentemente el asfalto. Ojo también a las rejillas de ventilación del suburbano o el alcantarillado: no serías el primero que acaba en el suelo por introducir en una de ellas la rueda delantera. Ambas recomendaciones son una cuestión vital si ruedas con una bicicleta de carretera o una fixie: a ruedas más estrechas, más riesgo.

5. Respeta las normas. Ya lo hemos dicho: eres un vehículo. Y si quieres que te respeten, también has de hacerte respetar. Permanece atento a todas las señales del tráfico y detente en los semáforos, aunque te adelantes ligeramente antes de que éste se ponga verde para ganar un par de valiosos segundos.

6. Hazte ver. Señaliza todos y cada uno de tus movimientos con los brazos. Los demás usuarios de la vía no tienen por qué adivinar que quieres girar a la derecha o cambiarte de carril. Del mismo modo, utiliza luces potentes, tanto traseras como delanteras, una vez caiga el sol. Si además llevas chaleco reflectante, mejor aún.

7. Sé prudente, pero decidido. El miedo nunca es buen aliado para la conducción. Dudar es humano, pero muchas veces es preferible echarle valor que titubear. Siempre, con la prudencia por bandera y el conocimiento de que ante los coches eres el eslabón más débil.