Para quien no te conozca, ¿quién eres?
Mi nombre es Ana Zamorano, la gente me conoce como Remote Ana. He cumplido 28 años hace una semana y soy de un valle al lado de Bilbao. He viajado en bicicleta por Latinoamérica, Irán y el Cáucaso. En abril tenía pensado salir hacia Asia, pero con el virus no ha sido posible.
¿Dónde estás en estos momentos?
Ahora mismo acabo de bajar de picos de Europa, estoy pedaleando por el norte de España. Está siendo una ruta muy especial porque se están uniendo varios amigos que normalmente no pueden venir porque no tienen un mes de vacaciones y no pueden irse tan lejos.
¿Cómo es viajar en tiempos tan raros? ¿Cómo es la reacción de la gente cuando te ve?
La sensación de volver a pedalear es muy guay pero para mí ha sido como volver a empezar de cero en cuanto a físico.
Siempre he pedaleado por sitios donde los locales no veían a nadie en bicicleta y mucho menos a una mujer. Tengo la impresión de que en Europa nunca me van a tratar tan bien como me han tratado en esos países. El otro día se lo contaba a una persona que me encontré en la ruta, he estado compartiendo cenas con cinco personas donde solo teníamos para comer tres huevos y pan. Y aquí tenemos muchísimo y no nos fiamos, ya no por el virus, que lo aumenta mucho más. Es irónico, la gente de aquí muchas veces me dice “¿cómo te fías, por qué te vas a esos países” y yo siempre pienso que me tratan mejor que aquí.
“La gente me pregunta que por qué me voy a esos países, y siempre pienso que me tratan mejor que aquí”
¿Cómo decidiste lanzarte a pedalear tan lejos?
Con mis padres siempre hemos viajado desde que éramos pequeñas. Y ahora, creo que son las ganas de más, siempre me quedaba con la intriga de cómo vivirá esa gente, cómo son culturalmente… El día que cumplí 18 años me fui a Nicaragua a hacer un voluntariado. Estuve el verano entero y eso cambió totalmente mi forma de ver la vida. A partir de ese momento, se fueron sucediendo viajes. En Uganda conocí a mi primer cicloviajero y pensé que era increíble, que quería hacerlo y tener ese contacto con la gente entre ciudad y ciudad. Siempre voy en busca de más en cuanto a lo humano. Vas a recordar los paisajes por los que pasas, pero mucho más a las personas con las que te encuentras. Por eso me ha enganchado la bicicleta.
¿Cómo han sido tus viajes en bicicleta?
Latinoamérica lo guardé para un año sabático y creo que el hecho de recorrerlo en bicicleta me abrió mucho más las puertas. El hecho de conocer otras culturas, conocer cada región por la que pasaba, las familias, qué era típico, qué no era típico, los acentos… Esos pequeños detalles que no aprecias cuando viajas de otra manera. Irán me encantó, un trocito de mi corazón se quedó allí y el Cáucaso también fue muy especial, sobre todo Armenia, que todavía no es muy conocido.
¿Cómo animarías a más mujeres a viajar?
Tienes que creer en tí y tiene que ser el momento. Hay que vencer al miedo. Es totalmente natural tener miedo porque al fin y al cabo nos han educado en el miedo. “Ten cuidado”, “no vayas sola”… esas pequeñas frases que van haciendo mucha mella y que al final se te quedan. Entiendo que sea una protección que quiera darte tu familia, pero en estos casos no ayuda. El hecho de acampar sola crea más conflicto, a mí me preguntan muchas mujeres que quieren salir sobre este tema y, al fin y al cabo, lo haces como si fueses con alguien. Como dice Blanca, no va a estar nadie esperándote en un bosque para ver si aparecen cicloviajeras. Es un entrenamiento, algo que tienes que ir interiorizando. Los primeros días van a ser unos días tensos, pero poco a poco vas a ir dándote cuenta de que la gente te está tratando bien y que no pasa nada.
“Recuerdo la primera vez que crucé un bosque, miraba para todos lados pensando que me iba a pasar algo y, cuando salí pensé, “no, no ha pasado nada”
¿Qué crees que se necesita para dar el paso de viajar sola?
Tienes que creer en tí misma y vencer al miedo. Cuando las ganas son más fuertes que el miedo una tiene que salir al ruedo.
¿Cuál es tu mayor miedo?
Que alguien pueda hacerme algo. Algo fuerte, por ejemplo que te violen. Es algo que no pienso, realmente te puede pasar en cualquier sitio. Recuerdo la primera vez que crucé un bosque, miraba para todos lados pensando que me iba a pasar algo y, cuando salí pensé, “no, no ha pasado nada”. Al final los bosques o parkings están asociados a películas de miedo donde siempre pasa algo.
¿Qué es eso que nunca falta en tus alforjas?
Una navaja multiusos de estas que se cuelgan de llavero. Tiene una lima, unas tijeras, cortauñas… la he utilizado muchísimo y lo bueno es que no pesa casi nada.
¿Qué prefieres viajar sola o viajar acompañada?
Depende del momento. Si viajas con la persona correcta, con la que compartas un mismo objetivo o os gusten las mismas cosas, creo que está muy bien viajar con alguien. Sin embargo, a mí en el extranjero lo que más me gusta es viajar sola. Me gusta mucho quedarme con la gente que voy encontrando y no todo el mundo quiere hablar tanto con la gente o tener esa conexión. Muchas veces ni siquiera te entiendes con lo demás y te comunicas a través de gestos, a mí me encanta.
¿Qué proyectos tienes para el futuro?
En principio, si no nos encierran otra vez, ahora pararé en casa, aunque voy rumbo a Pirineos para hacer la transpirenaica y luego en septiembre volveré a casa. Había pensado coger tres o cuatro semanas para cruzar Israel y Palestina o Marruecos, aún no lo sé. Palestina me hace especial ilusión porque tengo el contacto de unas chicas que han creado una escuela de escalada solo para mujeres y me motiva muchísimo.
El tema de Asia lo he pospuesto para abril del año que viene, pero siempre pendiente de cómo van las cosas.