Casi nada se puede hacer con ellos. Ya sean defectuosos o hayan sufrido algún daño importante por un accidente, los cuadros de fibra de carbono acaban en un vertedero mandando al traste de un plumazo la respetuosa filosofía que implica moverse en bicicleta.
¿Qué es la fibra de carbono exactamente?
Resumiéndolo mucho, la fibra de carbono se fabrica utilizando una resina que, durante el proceso, se endurece para ofrecer la resistencia que todos conocemos. El gran desafío para su reciclaje reside precisamente en revertir ese proceso, es decir, separar eficazmente la resina de las fibras de carbono y que ambas puedan tener una segunda vida. Este tipo de material tiene miles de usos, y muchos, como la bici, también están muy ligados a la sostenibilidad (sin ir más lejos, las aspas de los aerogeneradores, por ejemplo).
La fibra de carbono es 5 veces más fuerte y 5 veces más ligera que el acero, así que es muy común encontrarla en relojes de alta gama, carteras o carcasas de teléfono
Aunque existen maneras de reciclarlo, lo cierto es que es tremendamente costoso y complicado que la fibra de carbono y la resina que lo fortalece puedan llegar a reutilizarse. Pero conviene hacer el esfuerzo porque no sólo se daría un nuevo uso al material, sino que se estaría dejando de fabricar nueva fibra de carbono, algo que conlleva un importante gasto económico y energético.
De cualquier modo, la que se consigue reciclar, a día de hoy, no mantiene las mismas propiedades que una nueva. Tratemos de explicarlo un poco mejor: se podría usar fibra de carbono nueva para las alas de un avión, pero la reciclada podría valer para una pala de pádel, por ejemplo. No mucho más. En ese punto estamos, en dar con el proceso económica y energéticamente viable para reciclarla sin que pierda sus extraordinarias características.
Se estima que el reciclaje de fibra de carbono consume hasta un 95% menos energía que su fabricación
Y empieza a corrernos algo de prisa. Dentro de 25 años, si no se da con el remedio, podríamos tener entre manos unos 34 estadios de fútbol repletos de residuos de fibra de carbono. En concreto, 840.300 toneladas, según cálculos de la Universidad de Sidney.
¿Qué se está haciendo?
El problema no es nuevo y los investigadores llevan ya décadas intentando dar con la mejor técnica. Por el momento, las más usadas son tres: pirólisis, es decir, someter al material a altísimas temperaturas; hidrólisis, una mezcla de agua y calor; uso de disolventes, que eliminan la resina sin dañar la fibra de carbono; y la molienda, triturarlo todo generando un engrudo para reutilizarlo en otros productos que exijan un rendimiento menor (las palas de pádel de las que hablábamos antes).
Se calcula que en el proceso de incineración de la fibra de carbono, se emiten a la atmósfera 20.000 toneladas de CO2 al año, según Fairmat, empresa especializada en el reciclaje de fibra de carbono.
Pero en todo este escenario ha aparecido la solvólisis, un proceso químico que disuelve la resina y la separa de las fibras de carbono de forma más limpia y eficiente que los métodos usados hasta el momento. Aunque hay mucho camino por delante, todo apunta a que con la solvólisis, se conseguirá recuperar la resina y las fibras de carbono en perfecto estado y, además, no implica tanta energía y tanto gasto como con la pirólisis o la hidrólisis.
¿Veremos pronto bicicletas de fibra de carbono reciclado? No podemos responder a esa pregunta, pero estamos deseando que la respuesta sea afirmativa. Aun así, la industria ciclista no para nunca y, si no te sientes muy a gusto usando una de estas bicis, hay siempre otras opciones: titanio, aluminio, acero… o bambú, ¿Por qué no?