El último tramo del s. XIX fue una época de esplendor para el conocimiento científico universal. Cuando, en 1895, el alemán Wilhem Conrad Rönten descubrió los rayos x basándose en las investigaciones previas de William Crookes y el archiconocido inventor Nikola Tesla se abrió un infinito campo de posibilidades para la medicina: ya no era imprescindible realizar una intervención invasiva para desvelar los secretos del cuerpo humano.
Más de un siglo después, los tres físicos a los que debemos el descubrimiento quedarían maravillados ante lo lejos que ha llegado su aplicación. Pero, a buen seguro, también se mostrarían sorprendidos al comprobar cómo su conocimiento trasciende el campo de la medicina para traspasar las fronteras del arte, el campo en el que se mueve el francés Paul Perret. Radiólogo de profesión, su día a día está marcado por el constante manejo de máquinas con las que explorar el cuerpo mientras dedica su tiempo libre a la fotografía.
La unión de ambas disciplinas, junto a su pasión por el ciclismo, llevaron a Perret a radiografiar bicicletas. “Mi aproximación al arte tiene lugar desde la perspectiva científica”, explica a Ciclosfera, “y quiero retratar la naturaleza de las cosas a través de mis habilidades técnicas con el objetivo de mostrar lo que es invisible a los ojos. Al igual que ocurre con la Vía Láctea sabes que los huesos están ahí, pero no puedes contemplarlos sin ayuda de la tecnología”.
Sin trampa ni cartón
Una de las características que mejor definen las creaciones de Perret es la fidelidad de todo aquello que pasa por sus manos. “Mi objetivo es crear imágenes bellas”, explica, “pero que también sean completamente fieles a la vida y no generadas por un ordenador”. Un afán íntimamente relacionado con la simplicidad, intrínseca, de las bicicletas: “Hace años solía circular en bici de piñón fijo y corría habitualmente en el velódromo de Roubaix”, cuenta, “pero también tenía tiempo para experimentar con pequeños proyectos. Poco a poco fui probando cosas nuevas, y terminé radiografiando una bicicleta completa… ¡con su ciclista incluido!”
Perret es consciente de que los rayos X, como muchos otros inventos de gran utilidad, son un arma de doble filo. “Es importante subrayar que, en efecto, son potencialmente peligrosos si se usan de manera irrazonable. Por eso limito mis experimentos: no quiero que nadie se exponga durante demasiado tiempo a la radiación y empleo una dosis tan baja como pueda si hay alguna persona involucrada. Eso sí, si se trata únicamente de radiografiar una bicicleta… ¡puedo desencadenar los fuegos del infierno para obtener la mejor imagen!”, bromea.
Láminas únicas
Tras realizar la radiografía, empieza otro proceso. Perret ajusta cuidadosamente el contraste de la imagen para que diferentes materiales como la cinta del manillar, la fibra de carbono o el acero queden perfectamente plasmados en el resultado final. Después, envía las imágenes a una imprenta de París, donde son impresas con un pigmento de carbón que le confiera al conjunto un sugerente acabado mate.
Las obras de Paul Perret pueden adquirirse a través de su web, donde por un precio que oscila entre los 75 y los 120 euros cualquier aficionado al ciclismo (y, ya de paso, a la ciencia), puede comprar una de sus láminas. ¿Se te ocurre alguna manera más original de saber cómo somos los ciclistas por dentro?
[Este artículo forma parte de la edición impresa de Ciclosfera #30. Lee el número completo aquí].