Pasó por los cines sin pena ni gloria (ni recaudó los 10 millones de su presupuesto), pero quedó en la memoria colectiva por sintetizar buena parte del encanto del cine ochentero. Su argumento, una vuelta de tuerca a la magnífica Entre pillos anda el juego (1983) de John Landis, gira en torno a un joven y exitoso agente de bolsa, Jack Casey (Kevin Bacon), que tras perderlo todo en una operación fallida decide cambiar de trabajo. ¿Su nueva ocupación? Sobre una bici y dentro de una empresa de mensajería repleta de personajes tan memorables como el simpático traficante (de poca monta) encarnado por Laurence Fishburne o la cándida e inexperta jovencita encarnada por Jami Gertz. Vista en perspectiva, y considerando que fue dirigido por un autor con muy poco recorrido en Hollwood, Thomas Michael Donnelly, Quicksilver no sólo es entretenimiento liviano: también da pistas sobre el fracaso del experimento neoliberal de la ‘era Reagan’, reflejando la crisis del empleo de la época y anticipando el célebre crack bursátil conocido como ‘lunes negro’ de 1987.
Los exteriores son el fuerte de un filme repleto de persecuciones delirantes (un clásico del cine estadounidense desde los años 70) pero, esta vez, con las bicis con un rol preponderante.
La idea de los productores era desarrollar la historia en una ciudad no demasiado específica, pero es fácil reconocer escenas rodadas en San Francisco (la mayor parte), Los Ángeles y Nueva York. Y son precisamente los exteriores el fuerte del filme, repleto de persecuciones delirantes (un clásico del cine estadounidense desde los años 70) pero, esta vez, con las bicis con un rol preponderante. Tanto ajetreo trae indiscutibles certezas: cámara y montaje son extraordinarios (créditos respectivos: Thomas Del Ruth y Tom Rolf), el doble de Bacon era ¡realmente! un gran ciclista, las calles de esa anónima ciudad eran muy peligrosas y la subrayada libertad que anhela y respira el protagonista en algunas escenas alimentan nuestras ganas de pedalear. Si eres lector fiel de Ciclosfera… ¡debes verla!
La banda sonora es de Tony Banks, tecladista y uno de los fundadores de la banda británica Génesis, una de las más emblemáticas del rock sinfónico. Pero también contiene canciones de Ray Parker Jr. (famoso por el pegadizo tema de Los Cazafantasmas), Peter Frampton y, claro, Quicksilver Lightning, escrita por Dean Pitchford y Giorgio Moroder e interpretada por el cantante de The Who, Roger Daltrey. Lanzado como single en abril de 1986, dos meses después del estreno de la película y como cara B del séptimo disco de estudio de Daltrey como solista, Can't Wait to See the Movie, no fue un súper éxito pero logró colarse en las listas de Billboard Mainstream Rock. El videoclip mezcla con ingenio algunas de las escenas más icónicas del filme con imágenes de Daltrey recorriendo San Francisco en un taxi y grabando en el estudio.
Kevin Bacon, nacido en Filadelfia 28 años antes, venía de lucirse en Footloose (1984) y empezaba a consolidar una carrera notable que, sin embargo, nunca tuvo el reconocimiento de una nominación al Oscar. Eso no impide reconocerle trabajos tan brillantes como los de Algunos hombres buenos (1992), Río salvaje (1994), Apollo 13 (1995), Mystic River (2003) o, particularmente, El leñador (2004, disponible en Filmin), donde interpreta a un pederasta que, tras pasar por prisión, intenta rehabilitarse mientras lucha contra los fantasmas del pasado y los prejuicios que lo rodean.
¿Las bicicletas de la película? En su gran mayoría son de una marca legendaria, Raleigh. Fundada en 1887 en Nottingham por Frank Bowden, un empresario e inventor que empezó a pedalear aconsejado por su médico y que, en poco tiempo, pasó de fabricar tres bicis a la semana a posicionarse como la marca más importante del mundo en los albores del siglo XX. La que monta Kevin Bacon es una Raleigh de carretera fabricada en EE UU y, como no podía ser de otro modo tratándose de un mensajero de entonces, con una sola marcha. Su versatilidad, resistencia y, sobre todo, agilidad, se ponen a prueba casi en cada fotograma… ¡Bestial!