Dicen que Utrecht es el nuevo Amsterdam. La ciudad irradia juventud (alberga la universidad más grande del país), lo que a menudo se traduce en un espíritu contracultural y vanguardista que atrae a un número cada vez mayor de visitantes, que buscan la autenticidad y el estilo de vida holandés sin renunciar a la tranquilidad que confiere el ser la cuarta ciudad en población del país. Al fin y al cabo, sus 334.000 habitantes están muy lejos de los 821.000 de la capital, ubicada a sólo media hora en tren, y a quienes viven o visitan Utrech les gusta que así sea.
Aquí todo funciona a otro ritmo: las pequeñas embarcaciones que se desplazan por los canales, los clientes de los mercados callejeros y, sobre todo, los miles de ciclistas que se desplazan por sus calles parecen hacerlo a una velocidad distinta. Utrech es un paraíso, pero más cercano y asumible que otros.
Utrecht debe seguir enfrentándose a constantes retos para seguir mejorando la manera en que se mueven sus ciudadanos.
Sin embargo, y pese a ser una referencia internacional en movilidad ciclistas, Utrecht debe seguir enfrentándose a constantes retos para seguir mejorando la manera en que se mueven sus ciudadanos, sobre todo si se pretende que estos sigan optando por la bicicleta. Uno de los más importantes fue lograr comunicar el centro histórico con Leidsche Rijn, un nuevo barrio situado al oeste y en la otra orilla del canal Amsterdam-Rin. Hablamos de uno de los desarrollos urbanísticos locales más importantes de las últimas décadas. una ciudad construida desde cero que, se calcula, albergará a 80.000 vecinos en 2025.
El lugar debía ser conectado con un puente muy especial, al que bautizaron como Dafne Schippers en homenaje a la atleta local que se proclamó campeona europea en 2014 de los 100 y 200 metros lisos. Su construcción recayó en un amplio conglomerado de entidades del que formó parte esencial el estudio NEXT Architects, que nos cuenta cómo "las discusiones políticas sobre la construcción del puente comenzaron hace más de 20 años, pero los planes se fueron retrasando debido a la complejidad del lugar y porque ya existían dos puentes para automóviles sobre el canal".
Funcional y poético
No fue hasta 2013 cuando, para cumplir con el propósito de convertirse en líder en movilidad urbana sostenible, el municipio acordó la construcción del nuevo puente ciclista. "Es un proyecto clave para conectar pedaleando el barrio con el centro", apuntan sus arquitectos, "pero la ubicación elegida planteaba notables desafíos". Uno de ellos, que en su lado más urbano el puente aterrizaría en el vecindario de Oog en Al y en el parque Victor Hugo, con una escuela primaria repleta de instalaciones y una impresionante reserva de árboles centenarios.
Nada irresoluble, y una excelente oportunidad de transformar retos en oportunidades para integrarse con el entorno. “El parque fue reorganizado de una manera funcional y poética”, explican desde NEXT Architects, "y se convirtió en un nuevo espacio público verde en el área de la escuela, además de ser un lugar de llegada que guía a los ciclistas y peatones de manera intuitiva hacia el centro de la ciudad".
El resultado es, simplemente, asombroso. El nuevo puente, el edificio escolar y el Parque Víctor Hugo se abordaron como una unidad coherente, exigiendo una intensa colaboración entre arquitecto, diseñador y paisajista. "Un pedazo de tierra olvidado se transformó en un nuevo lugar rebosante de vida y movilidad sostenible"; cuentan los arquitectos. Uno de esos excepcionales lugares que nos recuerdan, de nuevo, porqué Holanda es muchas veces el ejemplo perfecto de cómo hacer bien las cosas.