Poco más de 30.000 personas viven en Koprivnica, la capital del homónimo condado croata próximo a las fronteras con Eslovenia y Hungría. Un lugar apacible, definido por sus instituciones como “espacio de tradición, valores naturales, culturales y económicos”, bañado por el río Drava y vigilado por el boscoso monte Kalnik, cuya cima no está a mucho más de una hora y media en bici.
En el centro de la ciudad, donde las iglesias de San Nicolás, San Antonio de Padua y la Asunción rememoran un espléndido pasado, encontramos un poco más al norte y tras cruzar el parque Gradski la plaza Zrinski. Rodeada de cafeterías y tiendas y muy próxima al ayuntamiento, Zrinski es según los responsables del estudio de arquitectura NFO un lugar de tránsito.
“Un espacio definido por el flujo y el movimiento más que por la permanencia y las actividades cotidianas”, explican. El lugar más bullicioso y concurrido, pero también de paso, de la ciudad.
En torno a dos carriles bici que se cruzan en forma de X, la plaza fue dividida en doce zonas, cada una relacionada con el edificio más próximo y orientada a una actividad definida.
Punto X
Y ese era, precisamente, el reto que debía alcanzarse: reinventar ese privilegiado espacio para que en él, además de ir corriendo (o pedaleando) de un lugar a otro, se generara interacción. Humanidad. Vida. Y eso fue lo que, con un presupuesto total de apenas dos millones de euros, ha conseguido NFO, el estudio local responsable del proyecto.
¿Cómo? “Decidimos aprovechar el perímetro de la plaza”, nos explican, “para crear un collage de micro localizaciones que propusieran y acogieran variadas actividades muy definidas”. En concreto, y siempre en torno a dos carriles bici que se cruzan en forma de X, la plaza fue dividida en doce zonas, cada una relacionada con el edificio más próximo. Frente a la Galería Koprivnica, un amarillo y bonito edificio clásico que alberga colecciones de arte, se creó una zona con bancos-pedestales para exposiciones ocasionales, sobre un suelo concebido para que los niños pinten en él.
Enfrente, bajo los arces del parque, un triángulo se reserva a los eventos estivales. Y delante del Stefano, el Korzo y el Kraluš, tres coquetas cafeterías, se disponen sombrillas y mesas (por cierto, con decenas de aparcabicis al lado). Y, así, doce distintos espacios que ocupan los 15.000 metros cuadrados de la plaza, llena de variados colores, superficies y mobiliario urbano que invita a usar la ciudad.
La “capital del ciclismo”
“La mayor parte de la plaza”, explican los arquitectos, “está formada por adoquines de hormigón de diferentes dimensiones, disposición y tratamiento, y el color de cada zona responde a un cuidadoso análisis de las fachadas de los edificios circundantes, el patrimonio histórico y la cultura local. Los caminos con adoquines rojizos, por ejemplo, hacen referencia a las antiguas carreteras de ladrillo.
Las zonas multifuncionales para reuniones ocasionales son de color amarillo ocre, lo que las hace muy llamativas y acentúa su importancia simbólica. En el centro hay mosaicos, una interpretación de los famosos bordados de la región. Y el carril bici que cruza la plaza en forma de X es de hormigón rugoso, para llamar la atención y enfatizar su presencia”.
Y es que Koprivnica se autodenomina como “la capital del ciclismo croata”, y los ciclistas son muy bienvenidos aquí. Además de los bancos de madera, los bancos circulares de hormigón o los bancos-pedestales, encontramos repartidos por la plaza distintos aparcabicis repletos, mientras sus dueños descansan bajo los árboles o charlan en una terraza.
Y algo más: unas esculturas metálicas, con forma de bicicletas, homenajean a este medio de transporte junto a los arces platanoides, abetos, arces rojos y ophiopogones que decoran y refrescan el lugar. “Todo en el proyecto”, concluyen desde NFO, “trata de corresponderse directamente con el contexto o de aportar su propia amenidad. Los distintos equipamientos urbanos, los pavimentos, los juegos de luz y de sombra forman un collage urbano que quiere tener en cuenta los hábitos de los ciudadanos. Las plazas vecinas se convierten en vestíbulos verdes para este espacio común. La plaza Zrinski tiene unos límites claros, y también un objetivo”.
Así es: tanto a pie de calle como desde el cielo, a vista de pájaro, encontramos un espacio propositivo y acogedor. Donde los coches no tienen sitio, sino que han sido sustituidos por personas y, claro, bicicletas.