En el Foro Mundial de la Bicicleta suceden y empiezan infinidad de cosas. Cuando en 2015 Daniel Ramírez, urbanista de Caracas, pedaleó en solitario desde San Antonio del Táchira (en la frontera entre Colombia y Venezuela) hasta Medellín, para acudir a la cuarta edición del Foro, sintió que más que el cansancio le lastraba la ausencia de su mujer, Luz de Luna, y sus perras Kiam Yin y Brandy.
“Tras un mes en Colombia quería seguir viajando, pero regresé a casa por Luna y las perras”, recuerda ahora Daniel. Sin embargo, decidió convencerlas de viajar juntos, algo no del todo sencillo. “Cuesta vencer la inercia y no posponer indefinidamente las fechas”, cuenta. “La planificación puede ser abrumadora, y surgen los imprevistos. Hay quien lo decide y, en una tarde, lo vende todo, se compra una bici y se marcha. Pero a nosotros estar listos nos exigió un año”. Una vez lo estuvieron, no tardaron en encontrar el nombre para el proyecto: Patas y pedales.
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Cuando por fin arrancaron, el plan era recorrer la Cordillera Andina desde Colombia hasta Argentina, pasando por Ecuador, Perú y Bolivia. “Calculamos que el viaje duraría dos años”, cuentan desde Patas y Pedales, “pero los planes cambian cuando llegamos a un lugar que nos gusta. Así que hemos dejado que todo fluya según nuestros sentimientos y ahorros, en un ritmo con el que disfrutamos más y nos evita tener que estar pendientes de una agenda demasiado rígida”.
“Calculamos que el viaje duraría dos años, pero los planes cambian cuando llegamos a un lugar que nos gusta”
Y luego, claro, están otras ocho patas esenciales para esta aventura: Kiam Yin y Brandy. “Disfrutan muchísimo del viaje”, explica Daniel. “Al principio las sentíamos confundidas y algo incómodas, pero pronto se adaptaron a la carretera y el dormir en lugares distintos cada noche. Según donde estemos las soltamos, para que corran junto a nosotros y así liberen energía y se mantengan activas y felices”. ¿Echan de menos su casa? “Su casa somos nosotros”, explican sus dueños, “ellas vendrán donde vayamos nosotros”.
César Millán, el famoso ‘encantador de perros’, dice que los canes no ven a sus dueños como tales, sino como a otros miembros de su manada. “Nos gusta ese enfoque”, dicen Luz y Daniel, “porque nosotros también nos asumimos como una manada viajera. Hemos estrechado lazos: las perras se han vuelto más obedientes, tranquilas y cariñosas. Nos apoyan emocionalmente. Y los días difíciles, cuando estamos agotados física y mentalmente, nos reconforta acariciarlas, es una especie de terapia que nos ayuda a relajarnos y tranquilizarnos. Dormir junto a ellas en las frías noches es como tener la mejor calefacción, y viajar todos juntos nos ayuda a conectar con la gente. Rodar con dos perras hace que todavía más personas se nos acerquen, para hacernos fotos y ofrecernos comida y apoyo”.