Aunque Robert van Asten, concejal de cultura y movilidad de La Haya, conocía bien el proyecto desde su gestación, su sorpresa fue mayúscula el día de la inauguración. Era primero de julio, miércoles, y el esperado aparcamiento de bicicletas bajo la plaza de Koningin Julianaplein, en pleno centro de La Haya y junto a su estación ferroviaria central, se convertía en realidad. Y, por una vez, todo eran alabanzas y buenas noticias: cultura y movilidad, las dos áreas en las que se centra la gestión municipal de Van Asten, se daban la mano a través de una obra modélica.
“Es como aparcar tu bicicleta en un museo”, declaraba el joven concejal a los medios de comunicación. Y lo cierto es que Van Asten no exageraba: cada detalle de la nueva infraestructura, desde la luminosidad hasta la decoración, se habían mimado al máximo, creando una sensación única entre los usuarios. Porque sí, adentrarse en este parking ciclista es algo completamente diferente a lo que ofrece cualquier otro aparcamiento del mundo.
Eslabón clave
“Una buena conexión entre la bicicleta y el tren es uno de los elementos fundamentales en una red de movilidad urbana”, explica Rene Toneman, director creativo de SILO, empresa que, junto al estudio de arquitectura Marsman, se encargó de hacer realidad el proyecto. “En los Países Bajos, muchos municipios se enfrentan al reto de responder a la creciente necesidad de aparcamientos de bicicletas en las proximidades de las estaciones de tren. Utrecht, Leiden y Tilburg tienen una gran capacidad. Zwolle y Amsterdam están aumentando la suya. Había que hacer lo mismo con La Haya”.
Y vaya si lo lograron: con espacio para unas 8.000 bicicletas y un nutrido servicio de bicicletas de alquiler, el nuevo párking de Koningin Julianaplei va de la mano con el reciente desarrollo urbanístico de la zona. “El proyecto ha formado parte de la reconstrucción de la plaza frente a la estación central”, explica Toneman. “El desarrollo incluye torres residenciales, nuevos espacios comerciales y una amplia zona ajardinada. Todo eso, sumado a este aparcamiento subterráneo para bicicletas, constituye una entrada realmente acogedora a la ciudad”.
Acogedora pero, también, rompedora. “Nuestra ambición era crear una instalación de vanguardia”, añade Toneman, “capaz de resolver los problemas habituales de los estacionamientos subterráneos. Techos bajos, falta de luz natural, ausencia de vistas exteriores… Para resolverlo, creamos un techo blanco brillante y extraordinariamente alto. Marcas direccionales inteligentes. Pasillos espaciosos. Y paredes de vidrio retroiluminadas, que contribuyen a crear una experiencia tan inesperada como impresionante. La aplicación integrada de luz, y su identidad espacial, hacen que la instalación parezca aún más espaciosa y apoyan la orientación intuitiva, lo que provoca que los usuarios tengan mucho más sencillo encontrar su bicicleta”, apunta Toneman.
Tras las huellas de Escher
A la hora de buscar inspiración para el diseño del nuevo parking, Toneman y su equipo encontraron una mina en uno de los artistas más célebres de su país: M.C. Escher, famoso por sus figuras imposibles y grabados de mundos imaginarios. “La idea básica de la infraestructura”, cuenta Toneman, “es la arquitectura pasada, presente y futura de La Haya”. Pero a la belleza histórica de la ciudad (la tercera más grande de los Países Bajos, centro administrativo del país y dueña de imponentes edificios renacentistas) se le sumaron unos originales elementos en la fachada que, como explican sus creadores, “se entretejen sutilmente creando una metamorfosis luminosa inspirada en las obras de Escher. A medida que pasas, experimentas el horizonte de la ciudad con un movimiento suave. Si tienes más tiempo, puedes explorar todos los edificios de referencia de manera individual”.
Es así como el parking incorpora referencias a construcciones como el Ridderzaal, el Palacio de la Paz o el Kunstmuseum de Berlage. A proyectos e reconocidos arquitectos como Richard Meier, Bernard Tschumi, Hans Kollhoff, Benthem Crouwel, Zwarts & Jansma. Y a proyectos futuros, firmados por estudios como Powerhouse Company, JCAU o NOAHH. ¿El precio de toda esta maravilla? 42 millones de euros. “Hay que tener en cuenta”, explica Toneman, “que buena parte del presupuesto tiene que ver con la inclusión en la obra de las futuras torres que se ubicarán sobre el aparcamiento”, aclara. Sea caro o barato, el veredicto final lo tienen los ciudadanos de La Haya, y por el momento el aplauso ha sido unánime. “Hay quien dice que es el párking de bicicletas más bonito del mundo”, sostiene orgulloso Toneman. Y, a falta de pedalearlo… Puede que no le falte razón.
Este reportaje forma parte de la edición impresa de Ciclosfera #33. Lee el número completo aquí