Un sofá y una bicicleta. La ropa desperdigada por la habitación. Una planta que pierde hojas. El hogar. Hay una sensación difícil de describir con palabras: la que uno percibe al llegar a casa, a cubierto, a salvo.
Es allí donde en estos tiempos extraños pasamos más tiempo que nunca. Sentados en sofás como el que ilustra Poloni observamos a una pandemia impredecible reinventar el mundo. Y, pese a todo, saboreamos placeres que esperamos no cambien jamás.
Llegar a casa tras pedalear. Quitarnos la ropa. Disfrutar de la calidez del sofá. Sentirnos en casa, a cubierto, a salvo.