Nueva York es conocida por muchas cosas pero, sobre todo, es famosa por su variedad de razas y religiones, oportunidades y opciones de ocio. Cómo no, también por su enorme (y desconocida) cantidad de lugares especiales: aunque los turistas la vean como una gigantesca urbe llena de rascacielos y tiendas, la ciudad abarca cinco condados (Manhattan, Brooklyn, Bronx, Queens y Staten Island), más de 1.000 kilómetros cuadrados y playas de arena, rocosos acantilados, edificios decadentes y señoriales mansiones. También, por supuesto, un puerto, ríos y bahías, carreteras, puentes, túneles y 8,2 millones de habitantes, que llegan a los 22 si incluimos sus alrededores.
El ciclismo es como la propia ciudad: hay de todo. Mensajeros, con silbatos en la boca, que cruzan las amplias avenidas de Manhattan con sus mochilas cruzadas. Repartidores de comida, muchos de China o Latinoamérica, que se juegan la vida para que algún plato exótico llegue caliente a su destino. Y también, por supuesto, hay turistas, que a veces comienzan su paseo alquilando una bicicleta en Times Square, que optan por recorrer la isla en un bicitaxi o que recorren el río Hudson o los tablones del puente de Brooklyn con una montura de préstamo de Central Park.
Una nueva experiencia
Pero, sobre todo, están los ciclistas de la ciudad. Son los niños que surcan en sus BMX los barrios periféricos para visitar a sus amigos o acudir a las piscinas públicas. Son los dueños de las preciosas fixies que abundan en zonas de moda como Williamsburg, Tribeca o el SoHo. Son los deportistas que conocen al dedillo Central Park y las sinuosas carreteras de New Jersey. Son, cómo no, los ciclistas cotidianos, los que se atan correas reflectantes en los tobillos para no mancharse de aceite cuando van a trabajar sobre sus imponentes máquinas holandesas.
Es cierto: hay muchos tipos de ciclistas en Nueva York, casi uno por cada calle de la ciudad. Los muelles, compartidos con corredores y patinadores, se llenan de gente los soleados fines de semana. Los carriles bici tratan de proteger a los ciclistas de los coches en las amplias avenidas. Los puentes del East River (el de Brooklyn, el de Manhattan o el de Queensborough) permiten entrar y salir de la ciudad sobre dos ruedas, mientras las calzadas compartidas recuerdan a los automovilistas que sí, que los ciclistas también tienen derechos en la Gran Manzana.
Porque recorrer la ciudad en bicicleta es una experiencia nueva para muchos neoyorquinos, que suelen moverse en el metro. Por lo general, un pasajero de metro camina una o dos manzanas hasta la estación más cercana, cruza la ciudad bajo tierra y, tras bajar del vagón, recorre un par de manzanas más, por lo que viajar por Nueva York es mirarla desde el interior de un tren y bajo la superficie. Sin embargo, en una bici uno experimenta de verdad sus infinitos matices. Su variedad de paisajes. El horizonte que asoma tras los puentes, la curiosa sucesión de barrios a través de los distintos bloques de edificios.
Nada de esto es nuevo: antes de ser inglesa en 1664, Nueva York era una colonia holandesa conocida como Nueva Amsterdam, y quizá por eso ya estaba predestinada para el ciclismo. La avenida Ocean Parkway, en Brooklyn, fue el lugar elegido para instalar en 1894 el primer carril bici de EE UU. Y, el 23 de abril de 2007, el alcalde Michael Bloomberg anunció su proyecto para conseguir una ciudad más verde, nombrando a Janette Sadik-Khan comisaría de transporte.
Los nuevos tiempos
Atractiva, sonriente y acostumbrada a pedalear, Sadik-Khan impulsó la construcción del mayor carril bici de todo el país. No improvisó, sino que se basó en el mismo sistema empleado en Holanda y usó a los coches aparcados como una barrera entre los automóviles en movimiento y el espacio reservado a los ciclistas. ¿El resultado? Más carriles bici. Más seguridad. Y que, hoy en día, haya tres veces más ciclistas en Nueva York que los que había en 2000.
Con ésta y otras medidas, la media de muertos en accidentes de tráfico en Nueva York es bastante inferior a la nacional. Por supuesto, hay críticas: la mayor parte de los carriles bici se han construido en Manhattan, Brooklyn y Queens, y otras zonas menos céntricas se han quedado sin ellos. Eso, que ya había pasado con el transporte público, hace que las bicicletas simbolicen para muchos los privilegios de los jóvenes y adinerados habitantes de Manhattan. Para combatirlo, residentes y activistas de otros barrios se están movilizando, exigiendo similares instalaciones en los menos boyantes Lower Lower East Side o Bay Ridge.
Aunque la medida más publicitada de Sadik-Khan es la peatonalización de Broadway a la altura de Times Square, quizá la más complicada fue la creación de un carril bici junto a Prospect Park West. A un lado de la calle se encuentra el parque más famoso de Brooklyn; al otro, las lujosas casas de una de las zonas más elitistas de la ciudad, Park Slope (en la que, por cierto, vive el senador Charles Schumer, predecesor de Sadik-Khan como jefe de transporte de la ciudad).
El proyecto, que transformó una calle con tres carriles para coches en un carril bici de doble sentido, fue muy aplaudido por ciclistas y familias. Pero muchos vecinos no estaban de acuerdo, y desataron toda una campaña en su contra. Apoyados por algunos medios de comunicació, transmitieron la idea de que el propósito de Sadik-Khan de llenar de bicicletas la ciudad no coincidía con las necesidades de la mayoría de neoyorquinos. La idea cuajó entre algunos, la construcción de carriles bici se frenó en 2009 y 2010 e incluso algunas vías de Brooklyn y Staten Island fueron desmontadas.
Así que ahí está el departamento de transporte de la ciudad, luchando por hacerle un espacio a la bici. La policía, en cambio, no está por la labor. Famosos por haber reducido drásticamente la delincuencia, los agentes muestran, en cambio, poco interés por las leyes de circulación. El Estado no permite instalar cámaras ni radares que controlen la velocidad, y los policías tienen otras prioridades.
En abril, por ejemplo, Joseph Nelson murió mientras circulaba en bicicleta en el Bronx, pero la policía no abrió una investigación hasta un mes después. En 2011, Mathieu Lefevre iba en su bicicleta por Brooklyn cuando fue atropellado por un camión, pero la policía afirmó a los periódicos que él había tenido la culpa y se negó a facilitar información a su familia, que después presentó pruebas que ponían en evidencia la versión policial de los hechos.
Huracán ciclista
La actitud de las fuerzas del orden no ayuda, pues, a animarse a ir en bici, pero la mayoría de los neoyorquinos ve el ciclismo urbano de otra manera: una reciente encuesta de *The New York Times *afirmaba que dos tercios de los ciudadanos apoyan la creación de más carriles bici. Y los hechos, a veces inesperados y trágicos, no hacen más que resaltar las ventajas de las bicicletas.
Los devastadores efectos del reciente huracán Sandy, que inundó tramos del metro y dejó sin gasolina a barrios enteros, disparó el uso de las dos ruedas. Obligados por las circunstancias, más neoyorquinos que nunca cruzaron Manhattan sobre pedales. Visto lo visto, grupos de activistas trabajan para que muchas de esas personas, cuando la situación vuelva a la normalidad, continúen apostando por la bicicleta. Y el Citi Bike, el sistema de alquiler público de bicicletas que ya ha sido varias veces retrasado y que llevará 10.000 máquinas a Manhattan, Brooklyn y Queens en una primera fase, facilitará desde marzo todavía más las cosas.
En 2013, Nueva York elegirá al sustituto de Mike Bloomberg, alcalde desde 2001. En estos años la ciudad ha enseñado, en muchos sentidos, el camino a otras grandes urbes del país, demostrando que el ciclismo es una alternativa real. En plena batalla electoral, el ciclismo urbano es un tema fundamental para cada vez más neoyorquinos, pero también una enorme incógnita… ¿Qué pasará? ¿Se apostará definitivamente por crear una ciudad más segura, ecológica y humana, o se retrocederá un par de décadas? En menos de un año, los neoyorquinos y su nuevo alcalde nos resolverán esta duda: crucemos los dedos y, mientras, pedaleemos.