Toda historia tiene un comienzo: la de este artículo se escribe cuando, hace unas semanas, recibimos el correo electrónico de un padre que buscaba una solución para que su hija, una chica de siete años que no puede andar sin ayuda, pudiera disfrutar de la bici. Lo vimos claro: había que abordar el tema en nuestro siguiente número. Había que compartir, y demostrar, que la bici es un vehículo inclusivo y universal. Un placer, una terapia y una forma de vida donde nadie debe quedar excluido.
“Cuando era pequeña le encantaba ir en una sillita trasera”, nos contaba el padre de esta niña, “pero ahora, a su edad, ya no es factible”, lamenta. El camino ha sido largo: “De pequeña tuvo una bici con ruedines, que terminé quitando y empujando yo. Después le compre otra más grande, que le gusta muchísimo pero que apenas puede usar. Al no tener fuerza suficiente para pedalear mete las rodillas para dentro, algo que le afecta a la cadera y provoca una mala postura”. “Queremos pedalear en familia”, concluye, “disfrutar con ella con una total integración y que pueda sentirse libre”.
Un problema, varias soluciones
“Una de mis mejores amigas tiene un hijo con hipogenesia del cuerpo calloso, una lesión cerebral severa”, explica Leyre Corretgé, responsable en España de las sillitas infantiles WeeRide. “Va a cumplir 6 años y todavía no logra sentarse solo, ni camina o gatea. Va ganando en desarrollo cognitivo, pero su motricidad es la de un bebé de 2 meses. De pequeño lo llevaban en una silla delantera, porque a su madre le daba más seguridad, y bastaba con reforzarlo con una especie de faja para que tuviera más estabilidad ya que él, por sí solo, no guardaba el equilibrio”.
Al preguntarle por accesorios para niños mayores con una discapacidad no tan severa, Leyre apunta que “los semi-tandems Co-Pilot van muy bien. Son seguros, baratos y perfectos para críos con problemas motrices, poliomelitis y enfermedades que les impiden andar bien. En un Co-Pilot (o en algún modelo equivalente, como los de Weehoo) van enganchados a la bici del adulto y pedalean sólo cuando quieren. Son niños que mantienen el equilibrio pero que les cuesta pedalear, o se cansan al hacerlo por su discapacidad. También hemos vendido Co-Pilot para niños ciegos… ¡Y puedes imaginarte lo que sienten cuando pueden montar en bici!”.
“La autoestima de un niño con discapacidad que puede montar en bicicleta aumenta muchísimo”
Cuando los niños son demasiado mayores para ir en una silla o sufren una discapacidad muy grande, también son interesantes los remolques como el Buggy Go (también de WeeRide) o modelos similares como los de Croozer y Thule. En ellos, es el adulto el que pedalea, pero los niños (permiten viajar hasta a dos criaturas) comparten el aire en la cara, las irregularidades o la emoción de la velocidad, además de convertirse en la envidia de sus amigos. Porque los beneficios de este tipo de prácticas son evidentes: “Obviamente”, explica Corretgé, “están las mejorías motores: músculos fortalecidos, equilibrio y agilidad reforzados… Pero, también, están los beneficios psíquicos: la autoestima de un niño con discapacidad que puede montar en bicicleta aumenta muchísimo, algo fundamental en el crecimiento y desarrollo de cualquier niño. Y por supuesto, está el comprobar cómo gracias al ciclismo desaparecen las barreras, cómo se equiparán a los demás niños, una sensación maravillosa tanto para ellos como para sus padres”.
Iuren Aldecoa es la dueña de Kids On Wheels, una tienda barcelonesa especializada en ciclismo infantil. Aldecoa, una experta en vehículos para niños, destaca la apuesta de marcas como Strider o Kokua por las bicicletas de equilibrio especiales. “Tienen ruedas de 16 y 20 pulgadas”, explica, “y los fabricantes suelen organizar en EE UU o Alemania actividades enfocadas a niños con Síndrome de Down o movilidad reducida. Cuando abrimos la tienda mostramos mucho interés en conseguirlas, pero lamentablemente no existe en la actualidad un distribuidor interesado en traerlas en España”.
¿Cuál es el problema? ¿La escasez de demanda? “Mucha gente viene a la tienda preguntando por soluciones, reconoce Aldecoa, “y les explicamos las posibilidades. Triciclos, bicicletas ligeras para facilitarle las cosas a niños que, por ejemplo, tienen las articulaciones laxas y poca fuerza… Además, claro, existen todo tipo de accesorios que permiten anclar una bicicleta infantil a la de un adulto, para que todos puedan disfrutar de un paseo o una excursión en familia”.
La importancia del esfuerzo
María Paz Segura, profesora de discapacidad motriz de la Escuela Universitaria Cardenal Cisneros (CUCC), en Alcalá de Henares (Madrid), explica que el objetivo, hoy en día, es que “esos chavales hagan lo más posible respecto a su edad y sus capacidades”. Porque, más allá de trabas, esas capacidades suelen ser muchas: “Al estar en pleno crecimiento”, explica Segura, “nunca se sabe con exactitud hasta dónde pueden llegar. El cerebro y el cuerpo son muy plásticos; cuanto más les estimules, mejor, aunque siempre sin exigir más de lo que pueden dar. Pero sí es conveniente que el niño conozca el esfuerzo, que descubra que, además de algo de dolor, o contracturas, el ejercicio es algo reconfortante”.
“Los niños deben vivir la ciudad de la forma más normal posible”
La clave está, según Segura, en normalizar la discapacidad. “Los niños deben vivir la ciudad de la forma más normal posible. Recomendamos que vayan en metro o autobús. Que jueguen con otros niños. Que hagan cosas. Y, entre ellas, el montar en bicicleta va a ser muy positivo. ¿Que no pueden ir en su propia bicicleta y tienen que usar una silla, o un tándem, adaptados? Fenomenal, porque muchos de los críos que tienen alguna discapacidad motora exhiben una capacidad intelectual intacta. Tienen que ser personas lo más adaptadas posible”.
¿Ejemplos? Abundan. Federico Meziat tiene 21 años y una hemiparesia izquierda que le paraliza medio cuerpo. Además, ve en dos dimensiones. “Tuve una malformación y un quiste a los dos días de nacer y la operación salió mal”, cuenta con tanta franqueza como nula autocompasión. “Nunca he visto mi situación como un problema”, asegura Meziat, “sino como una cuestión de superación personal. Me cuesta hacer algunas cosas, pero las puedo hacer. Quitando el hecho de que voy a fisioterapia, mi vida es absolutamente normal: esquío, hago surf y monto en bici”, explica. “Tengo un triciclo desde hace dos veranos con el que monto por el parque Juan Carlos I de Madrid. Me gustó desde el primero momento: tengo problemas para mantener el equilibrio y con el trike puedo montar perfectamente”, explica.
“Nunca he visto mi situación como un problema, sino como una cuestión de superación personal”
Jason Harris, de la tienda madrileña 3Ike, se ha especializado precisamente en este tipo de bicicletas de tres ruedas, además de en modelos reclinados. “Es un mercado muy estrecho, muy de nicho”, cuenta, “pero con mucho potencial. Mucha gente busca bicicletas para discapacitados sin saber que existen los trikes y las reclinadas. Por eso, cuando las conocen se les abre una puerta enorme”. La puerta debe abrirse, sobre todo, con los más pequeños: “Más del 50% de nuestros clientes tiene algún problema de movilidad”, explica Harris, “y cada vez hay un porcentaje mayor de niños. Cuando las prueban, lo disfrutan: al principio les resulta un poco raro, pero cuando le cogen confianza van encantados”.
Néstor Zabaloa, de la marca española de triciclos Etnnic, recuerda que el uso de este tipo de vehículos aporta al niño “equilibrio y un mejor desarrollo muscular y de reflejos”, además de considerar que, en su opinión, “es mejor que el pequeño se mueva en un trike por sus propios medios o con ayuda a que vaya montado en una silla de ruedas sin poder ejercitar sus piernas y tronco inferior”.
Las palabras de todos lo confirman: de una manera u otra, montar en bicicleta es posible para casi todos. Desde su trike, y a toda velocidad, Federico Meziat lo deja claro: “No tengáis miedo”, asegura, “porque todo es posible. Con más o menos esfuerzo todo se consigue. Si yo he podido, tú también. Da igual qué discapacidad tengas: todo se supera poniendo de tu parte y, entonces, verás que la vida es mucho más maravillosa”.
El colegio Ágora, un ejemplo de integración
Son muchos los colegios españoles que realizan un encomiable esfuerzo en materia de integración de niños con capacidades diferentes. Entre ellos destaca el Ágora, en Madrid. Una de sus profesoras de Secundaria, Marina Guerrero, es la encargada de todo lo que tiene que ver con la movilidad ciclista en el centro. “Desde hace muchos años el Ágora participa en iniciativas como Madrid a Pie, En Bici al Cole o el Proyecto Stars”, explica, “donde trabajamos con todos los niños, independientemente de las capacidades que tengan, siempre y cuando les permitan utilizar la bici”. En el colegio hacen actividades de todo tipo: formación y salidas ciclistas, bicibuses… Además, son habituales las visitas en bicicleta a museos, teatros o salas de cine. La reacción de los pequeños, como atestigua Guerrero, no puede ser más positiva: “Les divierte y estimula mucho porque les saca de la rutina escolar y, en el caso de los niños con algún tipo de discapacidad, les permite ir con sus iguales y disfrutar del pedaleo. El uso de la bicicleta se contagia y anima a otros niños a usarla como medio de transporte habitual”.
*Este reportaje forma parte de la edición impresa de Ciclosfera #21. Puedes leerlo completo en este enlace. O si te has perdido alguno de los números anteriores, encuéntralos todos aquí. *