“Hemos vivido en ciudades desde hace 7.000 años. Durante casi todo ese tiempo la calle era un espacio democrático, donde la gente paseaba y los niños jugaban. Era el teatro público donde casi todo ocurría. Pero hace menos de 100 años todo cambió: la calle dejó de ser democrática, se impuso la dictadura del coche”.
Así empezó la charla de aproximadamente una hora de Mikael Colville-Andersen, que compartió algunas de sus reflexiones sobre cómo la bicicleta debe ser una de las herramientas fundamentales para transformar las calles (en su opinión, “las venas, el esqueleto, la parte más importante de una ciudad”) en espacios más vivibles, saludables y democráticos.
“Las calles son las venas, el esqueleto, lo más importante de una ciudad”
El danés repasó, cronológicamente, cómo los coches conquistaron las calles como “un tsunami” desde los años 50. Pero, sobre todo, volvió a mostrar el caso de Copenhague, según su consultoría la mejor ciudad del mundo para pedalear. Un lugar donde, en su opinión, el 56% de los ciclistas se mueven en bici por rapidez, el 19% por hacer ejercicio, el 6% porque es barato y apenas un 1% “por salvar el planeta”.
Advertencia a Barcelona
Aprovechando que está de paso por Barcelona, Colville-Andersen criticó algunas de las infraestructuras habituales en la ciudad, como por ejemplo la construcción de un par de estrechos carriles bici en medio de calles con dos o tres carriles, en cada sentido, dedicados a los coches, motos y demás vehículos motorizados. También advirtió que la capital catalana está quedándose atrás en lo que respecta a facilidades para los ciclistas, sobre todo comparándola con otros lugares, como Budapest, Bogotá o Buenos Aires, donde el ciclismo urbano está creciendo muy positivamente.
“No hace falta inventar nada. Estaba todo hecho antes de que los coches lo estropearan todo”
“No hace falta que inventemos nada para hacer las ciudades más vivibles”; aseguró también Colville-Andersen. “Ya fue inventado hace 100 años, antes de que los coches lo estropearan todo”, explicó, después de aclarar que él no es “anticoche sino prociudad”, y asegurar que el ciclismo urbano “es una droga maravillosa para la salud pública, sus beneficios para la salud son 20 veces mayores que cualquier riesgo”, además de asegurar que el uso de las bicis cargo será la próxima revolución en el transporte urbano.
¿Es optimista? Colville-Andersen asegura que sí, sobre todo al pensar en el proceso que están viviendo ciudades como París, donde vivió en los noventa, cuando era “como una ciudad estadounidense, llena de coches”, y que desde hace unos años está dando un giro radical en este sentido. “Sí, soy optimista, porque todas las ciudades están haciendo ese viaje hacia el ciclismo urbano, y es vergonzoso ser un político y que la ciudad que gobiernas se quede atrás”.