Miguel Ángel López, de 24 años y natural del departamento colombiano de Boyacá (el mismo que vio nacer a Nairo Quintana) cruzó ayer la meta de Calar Alto (Almería). Lo hizo con épica y sacrificio, tras superar nada menos que a Froome y Nibali en una recta final trepidante.
La victoria de López ha llevado a muchos a recordar la situación que vivió hace ahora cuatro años y que le valió el apodo de Supermán por el que se le conoce en el mundo del ciclismo. En aquel momento, Miguel Ángel López realizaba una sesión de entrenamiento cuando fue asaltado por dos ladrones que tenía intención de robarle su bicicleta. El joven ciclista colombiano no estaba dispuesto a dejar que los agresores se salieran con la suya, y se enfrentó a ellos. Regresó a casa herido, pero acompañado de su preciada bicicleta.
Ese espíritu de superación es el que le ha acompañado en su, por el momento, corta trayectoria profesional. Porque Supermán se ha tenido que enfrentar a no pocos desafíos… y a la mala suerte. En la última Vuelta a Suiza se cayó y se fracturó el pulgar de la mano derecha. En 2016 abandonó la Vuelta por una caída que le produjo una fuerte contusión facial y la pérdida de varias piezas dentales. Después, tras imponerse en la clásica Milán-Turín, se rompió la tibia por un enganchón con un compañero de entrenamiento. Antes, en 2012, cuando lideraba el Tour del Porvenir, se cayó y se fracturó una mano.
Ahora, Miguel Ángel López ha conseguido la que a todas luces es la victoria más importante de su carrera, que le ha servido para catapultarse hasta el décimo puesto de la clasificación general de la Vuelta, uno por debajo de Alberto Contador.
«Estoy feliz por ganar una etapa tan complicada por la lluvia. Tuve fuerza y conocía el final, esperé con calma, tuve paciencia y rematé al final. Espero que continúe con esta progresión», recalcó el corredor del Astana poco después de cruzar esa meta, en unas declaraciones que ha recogido el diario *El Mundo. *