El movimiento de los radios, el salto del cambio de marchas, el timbre… La bicicleta es muchas cosas y, entre ellas, está el ser una fábrica de sonidos. Sonidos que evocan libertad y velocidad, esfuerzo, alegría o desafíos. Sonidos que, también, pueden componer músicas inimaginables.
Remezcla de sentimientos
El caso del californiano Johnny Random es célebre: su vídeo Bespoken, una breve sinfonía musical consistente en arrancarle sonidos a su bicicleta, fue un fenómeno en Internet y mereció artículos en BBC y Wired. Random, que vive en Barcelona y cuyo verdadero nombre es Flip Barber, comercializa muchos de esos sonidos en su cuenta de Soundcloud, y nos cuenta que "las bicis tienen un enorme potencial sonoro. Cables de freno, radios, neumáticos, ritmos mecánicos… Están llenas de elementos que rasgar, inflar o golpear, generando sonidos sorprendentes pero reconocibles. Me interesa introducir esos elementos familiares en contextos desconocidos y así remezclar sensaciones y recuerdos".
Como casi todo lo relacionado con la bicicleta, algo que suena tan novedoso y revolucionario no es nuevo. En 1899, por ejemplo, un tal Samuel Goss inventó la "bicicleta musical", el original resultado de incorporar una caja de música al cuadro de una bici. "Mi invento concierne a las bicicletas", decía Gross al presentar su artefacto, "y pretende combinarlas con un instrumento musical para que, tanto el ciclista como los que le rodean, tengan un acompañamiento sonoro".
Habría sido interesante escuchar la criatura de Goss. También lo es oír a Schwinntonation, una banda de Chicago que ha recorrido varias veces su país con su música experimental. Sus canciones, instrumentales e hipnóticas, sugieren sonidos casi imposibles. Como el producido al soplar un manillar como un instrumento de viento, explorar las infinitas posibilidades sonoras al percutir una rueda o, claro, descubrir el 'Hubstep', un instrumento de su cosecha fruto de alterar un buje.
Un concierto ciclotímbrico
Hace poco más de un año Gijón y, más en concreto Laboral, fue el escenario de Tour Mallets, un evento audiovisual en el que se mezclaba el sonido de instrumentos tradicionales y piezas de bici con elementos visuales vinculados a las dos ruedas. "Lo llamamos concierto ciclotímbrico", cuenta Pedro Menchaca, creador del proyecto junto a su hermano Aníbal y Diego López, "porque nació a partir de los timbres de las bicicletas". Su objetivo, a diferencia del de Johnny Random, no era reutilizar sonidos ciclistas manteniéndolos reconocibles, sino que "tanto la música como la parte visual dieran lugar a interpretaciones libres por parte del público, donde las bicis fueran más una fuente de ideas sonoras que el hilo conductor", explica.
El resultado de Tour Mallets fue, según los presentes, inolvidable. Carlos Rodríguez, responsable de 30 días en bici, cuenta que "la atmósfera fue desde el principio mágica. Los artistas aparecieron en una gran y oscura sala blanca, iluminando con los faros de sus bicis las colchonetas donde el púbico se iba sentando. Cuando la música empezó a sonar los niños se quedaron atónitos pero, tras participar con los timbres de sus bicis en la melodía, preguntaban al terminar: ¿cuándo podremos oír Tour Mallets otra vez".
Pasacalles funk
También sorprendente, aunque no tan experimental, es la propuesta de Ladinamo, grupo catalán que recorre España y Europa con su poco ortodoxa fusión de ciclismo, teatro y música callejera. "Varios amigos tocábamos en grupos de funk y electrónica", cuenta uno de sus miembros, Ander Condon, "y pensamos crear algo que nos permitiera acercarnos aún más a la gente en los conciertos. ¿Cómo podíamos ser próximos y muy visibles? Era sencillo: conjugando dos de mis grandes pasiones, la música y las bicicletas".
Así es como los siete músicos de Ladinamo, equipados con guitarras, bajo, batería y vientos, deslumbran con su pasacalles funk. "Mezclamos conciertos y movimiento de una forma muy original, donde la bici es protagonista", cuenta Condon. Él fue el encargado de unir cinco bicicletas convencionales, más una con un carro incorporado para llevar la batería, formando un convoy sonoro y pedaleante: "Para que todo suene y aguante toda la actuación", concluye, "necesitamos dos baterías eléctricas y un pequeño motor de gasolina. Pero el objetivo es prescindir de fuentes de alimentación externas, y que sea el propio movimiento del grupo el que alimente los equipos de sonido".
De Málaga a un talent show
"Monto en fixie desde hace ocho años y hago música desde que era un niño, pero fue en 2004 cuando comencé a utilizar objetos cotidianos como instrumentos musicales”. Eso cuenta el malagueño Roberto Herruzo, cuya particular música (que denomina "de reciclaje", y donde la bici está muy presente) le llevó a ganar, en 2007, el Festival Mundial de Músicas Minúsculas.
Un genio de las corcheas y las dos ruedas cuyo talento le llevó a ser reclamado por programas tan populares como el Got Talent de Telecinco, donde fue invitado a mostrar su bicicleta arpa. "La llamada me sorprendió bastante", explica, "porque no hago música convencional, y creo que el jurado no entendió demasiado bien el concepto". No ocurrió lo mismo en Miami, donde Herruzo también ha participado en un show similar llamado La gran oportunidad. "Aquí el público me ha apoyado", asegura, "y he llegado a la semifinal. Por eso ahora estoy adaptando mi música a este contexto".