Si eres occidental, verás algo que te recordará a una gigantesca clave de sol. Pero si eres chino reconocerás de inmediato el signo: sí, esta construcción inaugurada en 2018 y hecha con acero y hormigón armado es, desde la altura, un perfecto Ruyi, símbolo desde hace siglos en China de poder, autoridad y liderazgo, y también un objeto, un cetro, que distingue a los más afortunados.
Según sus creadores, el Puente de Ruyi se ha convertido "en un célebre lugar escénico para la vida, el ejercicio y el recreo de los residentes".
El Puente de Ruyi aspira a distinguir y ensalzar a Chengdú, la capital de la provincia de Sichuan y, con sus más de 16 millones de habitantes, una de las urbes más pobladas del país. Pero es verdad que su primer objetivo es más terrenal: aprobado en mayo de 2016 como parte del Proyecto de Mejora del Paisaje Principal de la Zona de Alta Tecnología, el puente conecta dos áreas de la ciudad, el concurrido barrio de Tianfu y el Central Park de Dayuan, que como su nombre indica aspira con su lago rodeado de mastodónticos edificios a recrear a su homónimo neoyorquino.
Ritmo musical
Pero aquí el tesoro es el puente, obra del estudio de arquitectura chino ZZHK Architects, cuyos responsables explican que "el concepto del diseño del puente se denomina Sonido de Zampoñas, ya que su fachada está inspirada en las zampoñas chinas, un instrumento musical tradicional. Las ondulaciones y el aleteo del cuerpo del puente simulan el flujo fresco y elegante del ritmo musical, dando forma a una escultura urbana funcional".
La ciudad presume de obras como este puente, el parque infantil Jungle Tribe, el Museo de Historia Natural o el próximamente inaugurado Museo de la Ciencia Ficción.
Y así es: con sus 331 metros de longitud y su retorcida y musical estructura, el Puente de Ruyi se ha convertido, según sus creadores, "en un célebre lugar escénico para la vida, el ejercicio y el recreo de los residentes".
La anchura libre del puente oscila entre los 2,36 y los 9,23 metros. Dos escaleras de caracol con una inclinación de entre 1:4 y 1:12 facilitan el paso de los peatones, mientras que dos rampas para ciclistas (con una inclinación de 1:12) conectan las vías verdes situadas a ambos lados de la calle.
El tablero rojo, las barreras metálicas y los postes rojiblancos que se iluminan por la noche le dan un aspecto hipnótico. Un tesoro arquitectónico, otro más en una ciudad que también presume de joyas como el parque infantil Jungle Tribe, el Museo de Historia Natural o, por supuesto, el Museo de la Ciencia Ficción, obra del estudio de arquitectura de la iraquí Zaha Hadid y que, cuando sea inaugurado en octubre para acoger la 81ª edición de la Worldcon (Convención mundial de la Ciencia Ficción), nos trasladará, en efecto, a mundos aún por imaginar.