Los efectos de las emisiones de los coches diesel son aún peores que las de los coches de gasolina. Así se desprende de un completo informe de la organización Transport and Environment, del que se ha hecho eco Ecologistas en Acción, perteneciente a dicho organismo.
El informe, titulado ‘Diesel: la verdadera (y sucia) historia’ y que se ha hecho público este lunes, echa al traste el único argumento que le quedaba a la industria del automóvil tras el escándalo del Dieselgate y los tremendos problema de salud pública que estos vehículos a gasoil ocasionan en nuestras ciudades: que emitían menos CO2 y eran, por tanto, una herramienta eficaz para mitigar el cambio climático.
Según el citado informe, y tal y como recoge Ecologistas en Acción en un comunicado, los principales motivos por los que los diésel provocan más emisiones GEI que los de gasolina son los siguientes:
- Las emisiones generadas para obtener diésel en el proceso de refino son superiores a las de la gasolina.
- Las emisiones debidas a la fabricación de los vehículos y motores diésel son superiores a las de gasolina.
- El biodiésel con el que se mezcla el diésel tiene mayores emisiones que el bioetanol que se añade a la gasolina.
- El kilometraje realizado en los coches diésel es superior a los de gasolina; nada sorprendente teniendo en cuenta los menores costes económicos del diésel, artificialmente provocados.
Los coches diésel ya estaban en tela de juicio para el consumidor por la pérdida de confianza causada por la venta fraudulenta de vehículos durante años, que destapó el Dieselgate y que a diferencia de lo ocurrido en EE UU no se ha materializado en ninguna compensación para los propietarios de la UE. También para la sociedad en su conjunto por los graves problemas de salud pública que ocasionan en nuestras ciudades, haciendo que cada vez más ayuntamientos se estén planteando prohibir la circulación de los diésel para cumplir con los niveles de contaminación exigidos. De manera que con los nuevos datos que se desprenden de este informe ya no queda motivo ni excusa alguna para seguir favoreciendo la compra de estos vehículos en la UE como ha ocurrido hasta el momento.
La tecnología diésel ha llegado en la UE a representar en torno a un 50% de todo el parque de vehículos (en España es del 70%), mientras que en EE UU y China no supera el 1 y el 2% respectivamente; y la UE representa a nivel mundial el 70% de todas las ventas de estos vehículos. Pero estas cifras no se deben al azar, sino, como revela el informe, por una serie de políticas estatales y comunitarias que han favorecido artificialmente al diésel frente a la gasolina.
En primer lugar porque los impuestos que gravan al diésel han sido inferiores, lo que ha hecho que de media el coste del litro para el consumidor fuera entre un 10 y un 40% más barato, dependiendo del país. Una medida que ha supuesto una subvención indirecta a los fabricantes de estos vehículos estimada en 32.000 millones de euros; es decir, la suma que los Estados miembros han dejado de recaudar si lo hubieran gravado de igual modo que la gasolina.
Y en segundo lugar, porque en las normas que regulaban la contaminación que podían emitir los automóviles había diferentes estándares en función del combustible y a los diésel se les toleraba emitir mucho más que a los de gasolina. Tratar de nivelar las mismas emisiones de óxidos de nitrógeno (NOx) habría supuesto un coste desorbitado para los fabricantes que hubiera perjudicado sus ventas frente a los de gasolina. Y esto sin considerar que las emisiones reales, como reveló el Dieselgate, eran en torno a tres veces las oficiales en el 80% de los vehículos vendidos. De hecho, en los nuevos estándares exigidos tras la aprobación de los test de conducción real frente a los fraudulentos test de laboratorio, se siguen permitiendo unos niveles de emisión de NOx entre dos y tres veces superior a los diésel que a los vehículos de gasolina.
Con este informe, y en la opinión de Ecologistas en Acción, “parece evidente que la tecnología diésel no solo no ha traído beneficios ni para la contaminación de nuestras ciudades ni para mitigar el cambio climático. Ha sido una tecnología que si se ha implantado ha sido porque se la ha subvencionado, lo que ha supuesto una importante merma de ingresos para las arcas públicas. Y por si todo esto fuera poco, el escándalo Dieselgate, ha demostrado su carácter fraudulento y que durante años los fabricantes han estado engañando a los consumidores y a las administraciones públicas sobre las emisiones reales que provocaban. La diésel es, por tanto, una tecnología que carece ya de toda legitimidad”.