¿Cuándo, y por qué, empezaste a hacer lámparas?
En 2013, cuando surgió la idea de crear El Ciclo, no tenía dinero para comprar objetos decorativos y pensé que tendría que hacerlo todo yo. Se me ocurrió hacer algo con chatarra de bicicletas y, cuando abrí, puse cinco lámparas como decoración. Al poco tiempo unos clientes australianos me compraron una, después unos canadienses, unos sudafricanos… y la cosa empezó a ir a más. Se me ocurrieron cosas nuevas, le dediqué mas tiempo y así he seguido.
¿Cómo es el proceso de crear una de tus lámparas?
Primero la imagino y, como conozco bien el material, sé lo que puedo combinar. En el proceso surgen pequeños imprevistos que soluciono según las necesidades, en función de un buje, un plato, un disco de freno…
¿Cómo han evolucionado?
Las cinco primeras eran pequeñas, Después empecé a hacerlas más grandes, con ruedas de 26 pulgadas, y a experimentar con las formas: al principio eran todas colgantes, porque El Ciclo está lleno de vigas, pero después me puse con la de pie. En total, debo haber hecho más de 300.
¿Qué le gusta más a la gente?
Suelen pedir las pequeñas, porque son turistas y no tienen demasiado espacio en la maleta. Los turistas son mis principales clientes: la tienda está en el Gótico, y por aquí pasa gente de todo el mundo. Las pequeñas se las llevan “puestas”, pero también me compran las grandes para que se las envíe. Unos australianos me pidieron cinco lámparas muy grandes, que les mandé, y un señor de Israel me envía fotos de su casa para que le proponga modelos.
¿Y en Internet?
Sí, tengo una tienda online con bastantes modelos.
¿Cuánto tiempo exige la fabricación de una?
Según lo compleja que sea, y su tamaño. Las que tienen mucha cadena son complicadas: hay que limpiarlas, y lo hago a mano y sin productos químicos, sin usar máquinas. Tardo mucho en limpiar y seleccionar las partes, pero es muy variable. A veces empiezo alguna y no veo cómo terminarla, hasta que pasa el chatarrero, me trae una pieza y la remato. A veces son horas, otras meses.
¿De dónde sacas el material?
De tiendas de bicicletas, que me guardan chatarra, pero el mayor proveedor es Ali, un amigo chatarrero que siempre está recorriendo el barrio con su carro. Viene todos los sábados, con piezas de todas partes. ¡Vive de eso!
¿Haces algo más, además de lámparas?
Sí, cualquier objeto que se me vaya ocurriendo. Taburetes, espejos, candelabros… A veces la gente entra en la tienda y me pide algo, y se lo hago en el día.
¿Por qué le gustan tanto a la gente tus lámparas?
Hay un auge a nivel mundial de la bicicleta y el reciclaje, y todos me dicen que nunca han visto nada igual. Les llaman la atención paradas pero, en cuanto las hago girar… Se quedan boquiabiertas. Es gente, en general, muy interesada en la bici y el reciclaje.
¿Hacia dónde evolucionará todo esto?
La gracia, y el sentido, es que sea algo hecho aquí, con mis propias manos, y no en serie. Quiero que todo mantenga su exclusividad, que sean piezas únicas. Tengo ofertas para exponerlas en Israel, Suecia o Italia, pero siempre haciéndolas, una a una, en El Ciclo.
Y, todo, sin soldaduras ni nada parecido.
Así es. Monto las piezas originales al 100%, aprovechando lo que me llega sin modificarlo.