Apenas cincuenta kilómetros separan Ginebra de Annecy. Un escondite ciclista que alberga un lago de origen glaciar, con aguas cristalinas de un azul que cambia del turquesa al marino según transcurre el día; o del celeste al más púrpura dependiendo de la época del año. Un espejo en el que se miran narcisistas picos alpinos y en el que se pueden adivinar, también, los reflejos de ciclistas yendo y viniendo por el amplio carril bici que lo rodea.
Son muchos los que aseguran que es una de las rutas en bici más bonitas que se pueden hacer en Francia, y eso son palabras mayores. Annecy es la prueba física de que la belleza no es subjetiva. Dicho lago, el Lac D’Annecy, forma parte de la reserva natural Bout du Lac d’Annecy. “La mejor época para visitarnos es durante la primavera o el otoño” recomienda Louise-Adélaïde Selle, de la Oficina de Turismo del Lago de Annecy. “En primer lugar, por la belleza que adquiere la zona en esas dos épocas. Pero también porque, al no ser temporada alta, se puede disfrutar mucho más de la región sin tantos visitantes”, asegura.
Un anillo único
Entre sus muchas virtudes, el Lac d’Annecy puede presumir de ser uno de los más limpios de Europa. Sobre sus aguas tranquilas se adivinan pequeñas embarcaciones, aficionados al snorkel, vela o pádel surf. “Las actividades incluyen también el buceo o la navegación con barcos eléctricos”, añade Louise, “pero a su alrededor se practican el senderismo o correr por sus montañas”. Nosotros, sin embargo, optamos por pedalear. Queremos bordearlo sobre nuestras monturas: ya tendremos la posibilidad de darnos un chapuzón a mitad de ruta o de explorar los caminos infinitos entre montañas.
La marca Scott colabora con el lago Annecy: si les dejas las llaves de tu coche, ellos te prestan una bicicleta eléctrica gratis durante toda una semana.
Para ello, tenemos 42 kilómetros de anillo ciclista que rodea por completo al lago sin llegar a los trescientos metros de desnivel. La mitad de la ruta es una Vía Verde, un antiguo trayecto reacondicionado y asfaltado de tren sin apenas pendientes inclinadas. El resto no tiene dicha etiqueta, pero es muy similar: sencillo, llano, familiar, y compartido con patinadores y paseantes.
Sólo durante seis kilómetros te puedes cruzar con coches, pero el tráfico está tan pacificado que pedalear o patinar es totalmente seguro también en ese tramo. Por supuesto, siempre puedes rodar hasta un punto concreto y volver por donde has venido, y si quieres parar hay decenas de playas para bañarse, mesas y bancos para hacer un picnic o lugares donde tumbarse a mirar cómo las nubes bailan con los Alpes.
Toda esa naturaleza a granel está salpicada por infinidad de pequeños y encantadores pueblos donde puedes detenerte en cualquiera de “nuestros cafés ciclistas” presume Louise-Adélaïde. “El Bon Wagon en Duingt, La Petite Reine en Veyrier… ¡Son paradas esenciales!” Louise sigue enumerando puntos de interés: “El recorrido te lleva por pueblos como Menthon-Saint-Bernard, famoso por su castillo, una fortaleza medieval que parece sacada de un cuento de hadas, o Talloires, con su abadía del siglo XI, un renovador remanso de paz con vistas panorámicas del lago”.
Son dos ejemplos, pero realmente las posibilidades son infinitas. “Hay un compromiso muy fuerte de nuestra región con el ciclismo”, confirma Louise. “Se ha hecho un esfuerzo colectivo para convertir Annecy en un lugar destacado para la bici. Trabajamos con la marca Annecy Mountains, que reúne diferentes destinos como el Lago de Annecy, Thônes o La Clusaz, para mejorar nuestra acogida de ciclistas”
Infraestructura y hospitalidad
En efecto, a simple vista llaman la atención la infraestructura ciclista del lago, los aparcabicis en la ciudad, el meticuloso calmado de tráfico o, quizá más importante, “la hospitalidad de los establecimientos locales”, nos explica nuestra anfitriona. “Muchos cuentan con la etiqueta Accueil Vélo, que certifica que el establecimiento ofrece los servicios necesarios si queremos hacer nuestras vacaciones algo más ciclistas”.
Destacan la infraestructura del lago, los aparcabicis en la ciudad, el calmado del tráfico y la hospitalidad de los negocios locales.
Y, para los más exigentes, el destino también te sirve en bandeja algunos trayectos realmente solitarios. Por ejemplo, rutas secundarias que salen desde el anillo y ascienden el Mont Veyrier o el Mont Baron, con vistas aéreas del lago que quitan el aliento y que te hacen sentir en la cima del mundo. O, si quieres entrenar todavía más en serio con una bici de carretera, hay otros destinos próximos como el Col de la Forclaz (ya en Suiza, a más de 1.500m de altitud), el puerto Col de Tamié (casi diez kilómetros continuados de pendiente) o el Semnoz vía el Col de Leschaux, una verdadera pared de 14 kilómetros y un ascenso de 800 metros verticales.
La Venecia francesa
Tenemos tendencia a etiquetar, y es frecuente citar Annecy como “La Venecia Francesa”. Pero hay mucho más que canales en su casco antiguo, el medieval “vieille ville”. Para empezar, el Palais de l’Isle, una histórica prisión y palacio medieval que verás nada más entrar en la ciudad. O el Château d’Annecy, un imponente castillo que cobija a todo el pueblo como un gigante dormido, con unas sobrecogedoras vistas del lago y la ciudad y en cuyo interior está el Museo de Annecy.
Entre terrazas, cafés y tiendecitas también está la iglesia barroca de Saint-Pierre. O, claro, puedes acercarte al romántico Pont des Amours, para hacerte una foto con una luz imposible de encontrar en cualquier otro lugar. Y, si además de recuerdos, quieres traer la maleta llena de productos de la zona, pásate por el mercado local: así te acompañarán también los sabores y olores de, te lo prometemos, uno de los viajes más bonitos que puedas hacer.