Cultura ciclista

Héroes: ‘La vida es bella’

Mares de lágrimas (y alguna que otra sonrisa) fueron derramados con ‘La vida es bella’, la archiconocida película que catapultó a Roberto Benigni al estrellato mundial y nos regaló alguno de los mejores momentos ciclistas de la historia del cine. Sí, la vida es bella... ¡Y pocas veces la bicicleta lo ha simbolizado mejor!

Comedia y tragedia se entrecruzan en La vida es bella, dirigida y protagonizada por Roberto Benigni y estrenada en 1997. Durante casi dos horas, el filme aborda con una novedosa perspectiva el Holocausto provocado por el nazismo: Guido Orefice (encarnado por Benigni), un judío italiano de espíritu alegre y dueño de una librería, es deportado junto a su hijo a un campo de concentración durante la Segunda Guerra Mundial. Para proteger al niño del horror, Guido convierte la terrible experiencia en un ingenioso juego. ç

La historia, basada en la experiencia real de Rubino Romeo Salmoni y recordada en el libro Al final derroté a Hitler, contiene también historias del propio padre de Benigni, que pasó dos años en un campo de concentración.

Símbolo de lo bueno

La bicicleta tiene un gran simbolismo aquí: representa la libertad, el amor, la resiliencia de Guido. Guido conquista en bicicleta a Dora, valiéndose de su gracia y espontaneidad. Guido oculta en bicicleta al pequeño Giosuè, reforzando la idea del juego que ha construido para protegerle así del horror. Y la bicicleta despide también la película cuando, tras la liberación del campo, la madre ve correr a su hijo hacia ella. Símbolo de inocencia, infancia, esperanza y amor maternal frente a la adversidad, la bici resume el esperanzador (y para muchos, algo naíf) mensaje de la película: nunca dejes de pedalear, porque hasta en los tiempos más oscuros el amor y la imaginación iluminarán nuestras vidas.

‘La vida es bella’ catapultó a Roberto Benigni al estrellato mundial.
‘La vida es bella’ catapultó a Roberto Benigni al estrellato mundial.

Éxito atronador

Si no es la película italiana más taquillera de la historia, poco le falta: La vida es bella recaudó unos 230 millones de dólares y obtuvo el elogio de la crítica, aunque algunos (como el cómico Mel Brooks) criticaron el mezclar el humor con el exterminio nazi, o la acusaran de un exceso de sentimentalismo. Eso sí: la película triunfó en la 71ª edición de los Oscar con tres estatuillas (mejor actor para Benigni, mejor película extranjera y mejor banda sonora para Nicola Piovani), siendo además finalista en otras cuatro categorías. “Benigni logra convertir un acto de infinito horror en una conmovedora declaración de optimismo y amor sin minimizar la realidad del Holocausto”, aseguró, por ejemplo, la prestigiosa Janet Maslin en las páginas de The New York Times.

Símbolo de inocencia, infancia, esperanza y amor frente a la adversidad, la bicicleta resume el esperanzador (y quizá algo naif) mensaje de la película: no dejes de pedalear, porque la ilusión y la imaginación iluminarán tu vida

Lazos familiares

Benigni y su coguionista, Vincenzo Cerami, trabajaron con historiadores y supervivientes del Holocausto para lograr una representación más o menos respetuosa de los hechos. Las escenas en el campo de concentración se rodaron en un antiguo cuartel militar en Italia, evitándose imágenes de violencia explícita para endulzar la mirada del pequeño Giosuè, interpretado por un Giorgio Cantarini con apenas cinco años. Nicoletta Braschi, esposa de Benigni en la vida real desde 1991, interpretó a la protagonista femenina, Dora, añadiéndole una dimensión auténtica a la relación de los personajes, y curiosamente su madre fue encarnada por Marisa Paredes.

El rodaje se realizó en orden cronológico para permitir una evolución más natural en las actuaciones, especialmente de la del joven e inexperto Cantarini.
El rodaje se realizó en orden cronológico para permitir una evolución más natural en las actuaciones, especialmente de la del joven e inexperto Cantarini.

La locura de Benigni

Nacido en 1952, la cinta es el punto culminante de la carrera de Benigni, hasta entonces poco más que un conocido comediante en su país. Producida y distribuida internacionalmente por Miramax, propiedad de Disney, la película se convirtió en un descomunal blockbuster, mostrando la versatilidad de Benigni y su extraña y algo chaplinesca capacidad para equilibrar ligereza y ternura, comedia y dramón.

El emotivo discurso de Benigni en los Oscar todavía es recordado: al saberse ganador del primero de los premios Benigni saltó de su asiento, caminó sobre las butacas del Shrine Auditorium de Los Ángeles, recogió el galardón de manos de su compatriota Sofía Loren y exclamó entusiasmado: “¡Quiero hacer el amor con todos ustedes!”. Ovación y vuelta al ruedo, Roberto.