
Estamos rodeados de debates urgentes, pero también de calles saturadas en ciudades cada vez más frágiles, ciudadanos arrinconados y amenazados y una movilidad que pide a gritos coherencia. Pero vivimos arrastrando inercias lastradas por decisiones tomadas sin datos, discursos que reducen la movilidad a una batalla cultural y prejuicios. Por eso, la formación es tan importante: rompe ese ruido, permite mirar la ciudad con otros ojos y regala, desde la experiencia, la evidencia y el compromiso, la decisión.
Esta revista de invierno (el decimocuarto invierno de Ciclosfera, ya) mira de frente al aprendizaje. A quienes enseñan urbanismo, planificación, seguridad vial, ciclologística o, en definitiva, enseñan cultura ciclista y pasión. Pero también mira, claro, a quienes quieren aprender: profesionales y estudiantes, responsables públicos, periodistas y, en definitiva, esas personas que quieren entender por qué una buena infraestructura ciclista no es un capricho ni una frivolidad, sino una política de salud, equidad y futuro.
Siempre hemos aspirado a ser un puente, un lugar donde contar lo que funciona y señalar lo que no, mostrar ejemplos de éxito y dar voz a quienes se dejan la piel. Una mesa a la que sentarse para conectar, crear y creer en las ciudades que vienen. Ciclosfera, Ciclosferia o Bicionarios nacieron para disfrutar, pero también para difundir y aprender. Para que cualquiera, un alcalde, una madre, un adolescente, encuentre ideas, inspiración y argumentos.
La movilidad no mejora solo con infraestructuras: avanza cuando la entendemos y sabemos escucharla, comunicarla y planificarla. Cuando dejamos de repetir lo de siempre y pensamos de otro modo. Y ese otro modo tiene un nombre: Formación. Ojalá esta revista sirva para preguntarnos, aprender y exigirnos más, porque solo quien se forma es capaz de transformar. Las ciudades que queremos necesitan, primero, de ideas: cuando las tengamos, ya nos ocuparemos también de reunir las ganas y la pasión necesarias para hacerlas realidad.
