Cuando se piensa en el invierno en los Países Bajos, muchas veces nos imaginamos paisajes nevados. Pero, en realidad, con lo que lidiamos a la hora de pedalear estos meses en Ámsterdam es con oscuridad, frío, viento y lluvia. Lluvia y más lluvia. Por fortuna, eso sí, es una lluvia pasajera, que igual que ha venido se va, y que no nos pilla del todo desprevenidos porque casi todos usamos alguna aplicación que nos chiva sus movimientos. Respecto a la nieve, son muy pocos los días que aterriza en nuestras calles, y cuando lo hace el Ayuntamiento suele ponerse las pilas para tener los carriles bici y las calles bien despejadas antes de que la ciudad se ponga en marcha y las bicis salgan a desfilar.
Muchas veces me lo preguntan: ¿Qué accesorios son imprescindibles para pedalear aquí en invierno? Como montar en bici es, para los amsterdammers, como ir andando, por la seguridad que se respira al circular y el dominio que gasta la gente por aquí, muchos usan paraguas para protegerse del agua.
Hay un elemento clave: al usar, muchas veces, bicicletas con freno contrapedal, no es necesario tener las manos cerca del manillar y puedes tenerlas ocupadas con otras cosas como llevar un paraguas o metértelas en los bolsillos. Y si el chaparrón es más fuerte de lo normal, los previsores llevan pantalones y chaqueta de plástico para cubrir el atuendo. Y si cae la fina lluvia que nos suele acompañar estos meses, no hay drama: muchas veces ni siquiera llevan capucha. Después de estar viviendo ocho años aquí, estoy casi segura de que los holandeses son humanos tan resistentes al agua que no se calan.
Al usar, muchas veces, bicicletas con freno contrapedal, no es necesario tener las manos cerca del manillar y puedes llevar un paraguas.
Pero sí, hay accesorios que salen a la calle en cuanto bajan por aquí las temperaturas. Por ejemplo, se han puesto muy de moda las mochilas de una marca de aquí, Rains, con un diseño muy elegante y concebidas para ir a trabajar pedaleando. Respecto a accesorios para la propia bici, unos buenos guardabarros y un cubrecadenas para evitar las manchas en el pantalón y el abrigo son imprescindibles. También, en lugar de una cesta delantera de mimbre, es frecuente ver cajas de frutero, porque además de ser más resistentes al agua te permiten llevar mucho más peso si las fijas al portabultos delantero.
En cuanto al frío, no pensamos en disfrazarnos de cebollas a base de capas de ropa, porque a los tres minutos de pedalear, si lo haces con ganas, ya has entrado en calor. Pero es verdad que las manos no corren la misma suerte, por lo que al menos yo siempre sigo el consejo de un buen amigo local: llevar unos guantes de látex en el bolsillo y, en caso de ser necesario, me los pongo debajo de los de lana. Y lo mismo funciona con los pies: si el frío y el agua arrecian, una buena bolsa de plástico entre el calcetín y el zapato pueden evitarte el tener que llevar goretex.
Muchas luces
Pero hay algo para lo que sí hay que estar completamente preparado en invierno si quieres rodar por Ámsterdam, y ese algo es… la oscuridad. Porque esta ciudad, además de tener muy poca contaminación lumínica, está situada al norte, lo que implica noches que empiezan a las cuatro y media de la tarde durante casi la mitad del año.
Las luces son, quizá, el accesorio más importante de las bicicletas. Tanto que, por ejemplo, la policía suele hacer controles exhaustivos al acabar el día. Todavía recuerdo su frase cuando me pararon hace unos años: "El cielo está oscuro. Tú llevas ropa oscura. ¡Y los conductores no tienen superpoderes!"
Unas palabras que, cada vez que se acerca el invierno, me recuerdan que debo revisar mis luces. Hay muchas y muy buenas luces para bicicleta, y casi para todos los bolsillos. Y pensar en un elemento que da tanta seguridad no implica que tenga que ser aburrido: las hay muy bonitas y originales. Y nunca está de más darle una vuelta: este año, por ejemplo, creo que decoraré toda mi bici con lucecitas pequeñas, para que además de ser más visibles cada paseo sea más divertido para mi hijo.
Por cierto: esa vez que me pararon por no llevar luces, y como algo excepcional, me dejaron marchar. Porque me encontraba a una manzana de mi casa. Quizá porque vieron que era extranjera. Pero la lección me quedó clara: no volverá a ocurrir pero, de pasarme, me obligarían a aparcar de inmediato la bici e ir al supermercado, donde abundan las luces ciclistas, o buscar alguno de los cada vez más frecuentes dispensadores callejeros que permiten, a la gente despistada como yo, adquirir unas nuevas y seguir pedaleando.
Las luces son, quizá, el accesorio más importante. Tanto que, por ejemplo, la policía suele hacer controles exhaustivos al anochecer.
Ciclistas de aquí
Veronica Bustin, de 46 años. "Tengo una bicicleta clásica de paseo, que aquí llamamos omafiets (bicicleta de la abuela). Es de segunda mano. Me muevo con ella porque me da independencia, hago algo de deporte, ahorro tiempo y dinero y, sobre todo, me hace sentir muy bien. Lo que más me gusta de usarla en Ámsterdam es que me evita tener que esperar el transporte público, y me da la libertad de ir dónde quiero sin depender de nadie y pudiendo aparcar con facilidad, y lo que menos me gusta es pedalear con lluvia.
¿Alguna anécdota? Cuando fui a Lisse a visitar con una amiga el Keukenhof, un célebre y maravilloso jardín de tulipanes local, me hacía mucha gracia ver cómo los ciclistas señalaban perfectamente, con todo el brazo, sus maniobras. En cambio en Ámsterdam… ¡usamos un dedo, un codo o hasta una pierna, porque siempre llevamos las manos ocupadas con algo!".