A imagen y semejanza de la Toscana italiana, lugar de origen de la Eroica, La Rioja es un paraíso para el ciclismo más nostálgico: paisajes infinitos de viñedos y aromas de la vid y su fruto acompañan al corredor. Toda la comarca, y especialmente la ciudad que acoge la prueba, Cenicero, se vuelca para que esta convocatoria se convierta en uno de los eventos ciclistas de referencia a nivel mundial.
Y es que en la Eroica Hispania no sólo prima el ciclismo como deporte, sino su versión más humana. La superación, el esfuerzo y la dedicación se dan la mano con los paisajes, la bebida y la gastronomía. Incluso los avituallamientos son distintos: no consisten en barritas energéticas ni geles sino en embutido, sándwiches y panes caseros de vino, cereales y pasas. Incluso, a manos de los voluntarios, puedes tomarte algún que otro chato de vino si necesitas repostar.
Al alba
La prueba larga, de 198 kilómetros, y que comparte recorrido en su tramo final con la mediana (112 km) y la corta (63 km), se inicia de 6 a 7 de la mañana. Con los primeros rayos de sol los ciclistas salen a rodar de forma escalonada, casi con legañas en los ojos tras la fiesta del día anterior.
El recorrido es exigente, con un subir y bajar continuo y numerosas ascensiones de entre el 18 y el 20 %, con las que se alcanzan las cotas más altas del valle: San Millán de la Cogolla, Santo Domingo de la Calzada, Haro, San Vicente, La Guardia y Labraza. Aún se hacen más duras por el tipo de desarrollo de estas bicicletas antiguas de rueda fina: platos pequeños de 40 ó 42 dientes y piñones de 23 ó 25. No es de extrañar que muchos tengan que echar pie a tierra y continuar andando hasta la cima.
Impacta toparse durante la prueba con corpulentos ciclistas belgas y holandeses, que con sus pequeñas cabezas entre los fornidos brazos, protegidas con chichoneras en el mejor de los casos, no ruedan sino que vuelan por encima de los guijarros de los caminos. Todo, sin que sus cuerpos se muevan mínimamente por las vibraciones del manillar. Es casi imposible seguir a estas máquinas del ciclismo clásico, invencibles rodadores con mucha historia a sus espaldas.
La experiencia compartida es, precisamente, lo que hace querer repetir. Pocas carreras gozan del carácter de reto de la Eroica. Las viejas bicis fallan, se desajustan o incluso se rompen, llegando sin alguna de sus partes al final del recorrido. Pero cumplir, terminar la prueba y completar el pasaporte es una sensación que no tiene precio. Toda una aventura, física y mental. Y, aunque la Eroica Hispania acaba de nacer (esta es su segunda edición), sus más de 800 participantes nos indican que va por el mejor de los caminos. Un camino polvoriento, duro y pedregoso, pero incomparable a ningún otro.