¿De dónde eres?
Nací en Valencia. Estudié Historia del Arte, hice un Máster en Producción Artística y, como buena española de 26 años, no tengo un trabajo estable sino “currillos”. Ahora quiero montar en el taller que comparto con unos amigos un local donde se compre y venda ropa usada, se reparen y restauren bicicletas y se pueda tomar un café.
¿Saldremos así de la crisis?
Lo veo difícil: he visto hacer tantas barbaridades en Valencia, y se han ido tantos jóvenes fuera, que el daño parece irreparable. Tampoco lo ponen fácil: para crear cualquier empresa ponen muchas trabas, y no dejan que los jóvenes insuflen aire fresco. A cambio veo a más gente con iniciativas que nunca, y se mueven cosas muy interesantes que están dando forma a una ciudad más moderna.
¿Qué bicicleta tienes?
Una de carretera. Es un mejunje: tenía un cuadro Peugeot de los años 70, de mi abuelo, y me pasé una semana, con unos amigos que sabían hacerlo, restaurándolo. Después juntamos piezas de otros sitios y, desde hace año y medio, la uso a diario. La bici siempre ha sido mi medio de transporte, necesitaba algo con lo que pudiera ir muy rápido y lo he conseguido: me cruzo la ciudad en minutos.
“Bienvenidos sean todos los ciclistas, sea por el motivo que sea”
¿Por qué empezaste a montar?
Mis padres nos contagiaron su afición a mí y a mis hermanas, y siempre me ha gustado. Cuando iba al instituto, en lugar de tener que coger un autobús y gastar dinero, probé a hacer lo mismo en bicicleta, y vi que era más rápido, barato y ecológico que cualquier otra cosa.
¿Vive Valencia una explosión ciclista?
Sí. Es una ciudad perfecta, porque aunque falten infraestructuras no llueve nunca y no hay ni una cuesta. Cada mañana ruedo por el centro y no paro de ver nuevas tiendas, talleres, cafés… Cosas muy interesantes relacionadas con el ciclismo. La bicicleta no es una moda: la gente la usa, y ves bicicletas preciosas. Puede que haya algo de “moderneo”, pero ni me siento parte de él ni me importa: bienvenidos sean todos los ciclistas, sea por el motivo que sea.