
Desde los deliciosos aromas de los olivos mezclados con el sabor del mar en la costa del Egeo a las montañas del Mar Negro, siempre cubiertas de niebla, es posible descubrir en bici un país mágico e ideal: Turquía. Testigo y protagonista de un auge sin precedentes en el cicloturismo, Turquía mezcla tesoros culturales, una mejorada infraestructura y distintos eventos internacionales para los fanáticos del deporte.
Cifras de una revolución
Los datos oficiales lo confirman: la web GoCycling Türkiye muestra rutas para todo tipo de ciclistas, entre las que encontramos 114 recorridos de montaña y gravel que conectan pueblos rurales y parajes naturales, 58 rutas de carretera que unen ciudades históricas y tramos costeros panorámicos y 29 itinerarios pensados para e-bikes.
Además, el país ha puesto en marcha una certificación bikefriendly con 58 hoteles que lucen ya con orgullo un sello 'Bicycle Friendly Accommodation' que garantiza aparca bicicletas seguros, puntos de lavado y reparación, menús ajustados al gusto ciclista y personal especializado en las rutas locales.
Aventuras y paisajes sobre dos ruedas
De lo que no cabe ninguna duda es de que pedalear nos permite sentir, de manera inmejorable, el país. A lo largo de la Costa Licia y cerca de Antalya, en la región del Egeo tenemos la preciosa mezcla de los acantilados rojizos con el agua turquesa de las calas, además de las playas de arena dorada y los olivos centenarios de la antigua ciudad de Patara o el aroma a cítricos de pueblos imprescindibles como Kaş.
También el paisaje lunar de roca de toba de Capadocia nos regala postales memorables, mientras que los más aventureros pueden aventurarse a pedalear el Valle Rojo a través de formaciones rocosas, iglesias de piedra tallada o ver caer el sol tras un horizonte lleno de globos aerostáticos. Todo, además, acompañado a lo largo de todo el país por la mejor gastronomía que uno pueda imaginar: en Estambul, por ejemplo, es obligatorio visitar el legendario Lale (The Pudding Shop), restaurante y punto de encuentro de viajeros desde los años 60.
Dos ciudades, Çesme y Esmirna, se han ganado nuestro corazón en esta reciente visita
Eventos de talla mundial
La icónica marcha ciclodeportiva L’Étape, que permite a ciclistas amateurs vivir la experiencia de una etapa del Tour de Francia, ya ha llegado a Turquía. El año pasado convocó en Estambul a más de 3.000 aficionados, con hermosos recorridos de 55, 106 y 160 kilómetros. También ciudades como Antalya se han posicionado como sedes de Gran Fondo internacionales: el AKRA Gran Fondo Antalya, que se celebra a finales de abril, convoca a cientos de ciclistas amateurs midiéndose en dos distancias en una fiesta ciclista abierta, con atmósfera festiva y multicultural y espectaculares paisajes costeros.
Por último, es obligatorio citar el Tour de Antalya o el Tour de Sakarya, carreras de categoría UCI 2.1 y 2.2 que ya atraen a equipos continentales y talentos emergentes y también permiten mostrar increíbles destinos turísticos, instalaciones artísticas, obras teatrales o distintos eventos comunitarios.
Dos ciudades que conquistan
Dentro del inacabable catálogo de buenos destinos es casi imposible elegir, pero dos ciudades se han ganado nuestro corazón en esta última visita. Una es Çeşme: en el extremo occidental del país, hablamos de una joya de aguas turquesas, arquitectura otomana y una creciente infraestructura ciclista perfecta para rodar entre aguas termales, fortalezas y las hermosas playas del Egeo. Las rutas conectan las adorables calas de Ayayorgi o Altınkum con pueblos cercanos como Alaçatı, famoso por sus casas de piedra, molinos y ambiente bohemio.
Además, su clima templado y hoteles certificados la hacen atractiva para pedalear durante casi todo el año. La otra elegida es Esmirna (İzmir), un escenario mediterráneo donde pedalear entre ruinas, bazares y cafés. Con un extenso carril bici costero que une los barrios de Konak, Alsancak y Karşıyaka, a lo largo del Kordon (paseo marítimo) podemos descubrir la Torre del Reloj, el bazar de Kemeralti o los pintorescos cafés del puerto. İzmir es también el punto de partida de rutas a destinos arqueológicos como Éfeso o el sitio grecorromano de Teos, y su clima mediterráneo, modernas infraestructuras y ambiente juvenil la convierten en un destino cicloturista perfecto.
¿En resumen?
Turquía ya era un destino ideal, pero a sus casi infinitas virtudes toca sumarle ahora aquellas relacionadas con el cicloturismo. Variedad geográfica y climática, una infraestructura creciente, mejores servicios y la amabilidad local se mezclan con una certeza: la bicicleta puede atraer un turismo universal y sostenible a través del deporte de élite, el ocio familiar, las rutas culturales o los viajes más intrépidos y aventureros. Así que, por todo eso y más… ¡Güle güle, Turquía, y hasta la próxima rodada!