Hay quien cree que somos lo que estamos programados para ser. Que buena parte de nuestra vida, habilidades e incluso designios son fruto de una herencia genética, capaz de abrirse paso con el tiempo y pese a cualquier dificultad.
Es posible que Karin Du Croo, de padre holandés y madre catalana, nacida en los Países Bajos hace 46 años aunque residente en Barcelona desde los 14, estuviera predestinada a amar la bicicleta. O quizá la culpa de que lo haga con tanta intensidad la tiene el hecho de que, como buena niña holandesa, tuvo desde siempre una relación muy estrecha y natural con los pedales, relación que no ha parado de intensificarse hasta el día de hoy.
"Mis primeros recuerdos ciclistas eran que mi hermana tenía una Gazelle, y yo se la robaba constantemente", recuerda ahora riendo Karin. "Y después, ya cuando vinimos a vivir a Barcelona, que mi padre me prohibía pedalear porque era muy pequeña. No le sirvió de nada: en cuanto se despistaban cogía mi bici y me iba al colegio en ella a escondidas".
De la pantalla al papel
Además de una rebelde y experimentada ciclista, Karin es también una veterana profesional del mundo audiovisual. "Soy realizadora", explica, "y comparto una pequeña empresa, Nueve Ojos, con otros dos socios. Hacemos eventos, animación, posproducción de cine… Un poco de todo", cuenta. Un mundo apasionante pero, también, muy exigente e intenso, que requiere pasar largos periodos de tiempo delante de una pantalla y, en consecuencia, desconectar. Y es así como Karin encuentra su válvula de escape: pedaleando… y a través de la ilustración.
"Estudié Bellas Artes, y siempre he procurado mantener viva mi pasión por el dibuj", explica. Fue así como nació hace cinco años Dibuja y Pedalea, un sobrenombre artístico, una comunidad, un llamamiento a la ciudadanía o, probablemente, todo eso al mismo tiempo. "Existe cierta confusión sobre qué es, en realidad, Dibuja y Pedalea, y eso me parece divertido. Aunque hay quien cree que somos un montón de gente, en realidad no es más que mi alias".
Una confusión que se explica por el espíritu colaborativo que, a menudo, ha tenido y sigue teniendo el proyecto. "Me gusta dar voz a otros ilustradores que amen la bicicleta, o a ciclistas a los que les guste dibujar", explica. Gente que tiene cabida en los perfiles de Facebook e Instagram de Dibuja y Pedalea, las dos principales plataformas en las que se da salida y rienda suelta a la creatividad. Pero Dibuja y Pedalea es mucho más: también una pequeña revista autoeditada, carteles, postales, bolsas e incluso una serie de divertidos cortometrajes animados que se pueden ver en Vimeo.
Volver a ser niños
El sentirse un espíritu libre es parte esencial de un proyecto que reivindica esa parte de nosotros mismos que fluye con naturalidad cuando aún somos niños, y con la que conectamos inmediatamente al subir a una bicicleta. "Cuando somos pequeños dibujamos con facilidad y sin miedos: simplemente cogemos lápiz y papel y disfrutamos de ello, sin pensar en el resultado", apunta Karin. "Después, ya con 9 ó 10 años, llegan los complejos. Empiezan a hacer hincapié en cómo dibujas, en si logras pintar algo parecido a la realidad, llevando a muchos niños a la conclusión de que no valen para ello", lamenta.
Una conclusión, en su opinión, errónea. "Dibujar bien no es un don: todos podemos hacerlo, porque mejorar es sólo una cuestión de horas. Cuanto más tiempo le dediques, más fluida será la relación entre tu cabeza y tu mano. Y, más allá de la destreza, lo importante es que todos podemos disfrutar haciéndolo. Al dibujar lo fundamental no es el resultado, sino el proceso. Por eso estoy convencida de que nunca es tarde para volver a dibujar: puede hacerse a los 30 años, a los 40 o en cualquier momento de la vida".
A la hora de valorar el trabajo de otros ilustradores, y siguiendo con su manera de entender la profesión, Karin entiende que "lo importante no es la técnica o la formalidad, sino una buena idea, qué se comunica, cómo se traslada un concepto o una idea a una imagen. Yo intento, con mejor o peor suerte, incidir en el humor, algo muy necesario. Trabajo mucho con la metáfora, con la exageración, tiendo a buscar los extremos. Si, por ejemplo, me duele el culo tras muchas horas en bici dibujo un culo enorme, como de mandril. Si logras transmitir a través de una sonrisa obtienes una doble satisfacción. Nos tomamos demasiado en serio todo, tanto en la vida como en el ciclismo urbano. Que si los coches, que si los peatones, que si los patinetes… ¡El humor es descompresión, una válvula de escape!"
Para todos los públicos
¿Tiene ese humor, plasmado en sus inconfundibles ilustraciones, la capacidad de cambiar las cosas y hacer de Barcelona un lugar mejor para los ciclistas? "¡Ojalá!", ríe Karin. "Dicen que una imagen vale más que mil palabras, y es cierto que, aunque sea un poco, mi obra toca a la gente. Cuando hago una ilustración intento que sea para todo tipo de públicos y, desde que pusimos en marcha la asociación Abril Bicis Mil, con la que desarrollamos la iniciativa 30 Días en Bici, tuve la suerte de poder ocuparme de la imagen gráfica. Eso nos ha llevado muchas veces a colgar ilustraciones en lugares sin un público ciclista, y que también hayan funcionado me parece muy interesante".
Y es que gran parte del objetivo de Dibuja y pedalea es conseguir una Barcelona más ciclista. "Creo que el gobierno de Ada Colau ha apostado por la bici", asegura, "algo que se refleja en la construcción de 200 kilómetros de carriles bici. Pero hay que ser más radical y apostar por disminuir los coches: si queremos una ciudad sostenible, es lo que toca. Tengo la sensación de que se quiere contentar a todo el mundo, incluso al lobby anticiclista que, como en todas partes, también hay en Barcelona. Pero necesitamos medidas urgentes contra la contaminación, y eso exige determinación y valentía", concluye la ilustradora. Dos ingredientes que ella sigue poniendo a cada uno de sus trazos. Eso sí: siempre con la alegría por bandera.