Desde hace 20 años se celebra en Bogotá el día sin carro, que restringe el tráfico de vehículos privados en la ciudad. Este año tampoco podrán circular las motocicletas: entre las cinco de la mañana y las siete y media de la tarde, aproximadamente dos millones y medio de bogotanos deben apostar por el transporte público o, por supuesto, la bicicleta para llegar a su destino habitual.
Unos 540 kilómetros de calles y avenidas son reservados para las bicicletas que, desde luego, hoy son las reinas de la ciudad. Sandra Suárez, ciclista urbana y parte del colectivo Mujeres Bicibles de Bogotá, explica cómo el papel de la bici en un día como hoy “es importante. En varias calles principales dejan un carril exclusivo para los ciclistas y patinadores. Así, en mi recorrido habitual de cada mañana, me he encontrado con varios trancones de bicicletas”.
“Un día así es importante”, dicen. “El ciudadano comprueba que es posible movilizarse en bicicleta”
Otro vecino de Bogotá y ciclista urbano, Arley Cadavid, explica así lo que se vive en Bogotá en una jornada como la de hoy: “En general”, dice, “hay un ambiente positivo. El ciudadano comprueba que es posible movilizarse en bicicleta por distintos lugares de la ciudad, y disminuyen las emisiones de CO2. Eso sí, desde el punto de vista del transporte público hay mucho que mejorar, ya que en días así se hace más patente que el parque automotor público presenta ciertas deficiencias”. Suarez, además, puntualiza que el nombre Día sin carro no es del todo correcto: “Debería llamarse ‘Día del transporte público’ o ‘Día sin carros particulares’”, dice, “porque sigue habiendo una cantidad enorme de taxis o ubers”. También hay, claro, quien protesta: “Son aquellos que no quieren bajarse del carro”, cuenta Cadavid, “los mismos que tienen más de dos carros cuando se aplican medidas a las matrículas y usarán cualquier excusa para exprimir la presunta comodidad que les proporciona su coche”.
Fiesta… y reflexión
Los dos reconocen que este día es importante para la ciudad. Además de para pedalear más a gusto, también hay espacio para la reflexión. “Se aprovecha para hablar de los riesgos de pedalear aquí”, explica Suárez, “porque hay un ciclista urbano muerto cada semana, con un alto número de autobuses involucrados en esos accidentes. Además, se comenta el estado de las ciclorutas, ciclocarriles y vías en general”. ¿Y cuál es ese estado? “Algunas ciclorutas de Bogotá son muy peligrosas”, explica Suárez, “por el estado de las vías, la invasión del espacio público por vendedores ambulantes o la presencia de peatones que nos impiden movilizarnos bien. Además, está el problema de los robos, y algunas calles principales se están hundiendo, literalmente, sobre todo donde hay alcantarillas”. Los conductores, según Suárez, tampoco ayudan: “Son muy agresivos. Pero también hay mucho ciclista irresponsable”.
“Los alcaldes han hecho avances. Ojalá vengan más: es hora de que las políticas públicas mejoren nuestras condiciones”
También hay, claro, lugar para la satisfacción y el optimismo. “Los alcaldes han hecho avances como el ciclocarril de la Carrera 11, muy usado por los ciclistas”, cuenta Suárez. “Ojalá vengan más: es hora de que las políticas públicas estén encaminadas a mejorar nuestras condiciones. Ser mujer ciclista, por ejemplo, no es fácil. Hay que llenarse de motivos para recorrer las calles de Bogotá. Lo bueno es… ¡que no somos pocas!”.
Niños, jóvenes, adultos, familias completas… Miles de ciclistas llenan hoy las calles de la soleada Bogotá. Una experiencia emocionante que, también, nos hace pensar: ¿Qué sentirán muchos de estos ciclistas ocasionales cuando mañana vuelvan a sentarse en sus coches? “Creo que rabia y estrés por volver a verse metidos en atascos”, dice Cadavid, “pero al instante lo considerarán normal. Se han acostumbrado demasiado a ese estado”. Para Suárez, “el carro es un símbolo muy importante de estatus en Colombia, mientras que la bicicleta no. Algunos que hoy salieron a pedalear, quizá, comprendan que ese concepto es erróneo e innecesario… Ojalá”.
Nos vamos ya de Bogotá, la misma que, dicen, es la mejor ciudad de América Latina para pedalear. ¿Es cierto? Para Cadavid, algo hay. “Es indudable que el ciclismo urbano ha crecido mucho. A mediados de los años 80, y con iniciativas como la Ciclovía, se empezó a incentivar el uso de la bicicleta, algo apoyado por la construcción de distintas ciclorutas y el desarrollo de acciones pedagógicas y culturales para darle la importancia que merecen ciclista y peatón. Ahora debe haber casi 400 kilómetros de ciclorrutas, carriles bici, carriles compartidos… Y sí. El uso de la bicicleta ha aumentado considerablemente”. Desde aquí lo celebramos… ¡Y ojalá todos los días fueran sin carros!