Es una herramienta ideal para los ciclistas: no sólo les permite acceder al plano completo de carriles bici, sino que también les ayuda a alcanzar su destino indicándoles qué rutas son las más sencillas, cuál es la más directa o -lo mejor- cuál es la menos contaminada.
Esta es la principal novedad que introduce Clean Ride Mapper, una aplicación desarrollada por la profesora María Hatzopoulou, dentro del grupo de investigación Transportation and Air Quality Research Group de la Universidad de McGill en Montreal (Canadá).
Se recogieron datos durante cuatro años con bicicletas equipadas con sensores
Basta con introducir los puntos de partida y destino y la aplicación le mostrará sobre el plano tres rutas: la más tranquila y segura (línea roja), la más directa (azul) y aquella en la que los niveles de contaminación son más bajos (verde).
El camino no ha sido fácil: les llevó cuatro años recoger y grabar los datos suficientes, utilizando para ellos ciclistas con bicicletas equipadas con sensores especializados en analizar la calidad del aire (valorados en 60 mil dólares).
Una inversión seria (y necesaria) que empieza a valorarse en otros países como Bélgica, Italia o EE UU. Nueva York, por ejemplo, acogerá un experimento similar este verano a través de la Universidad de Columbia con una subvención que alcanza los 250 mil dólares.