Es habitual encontrar rankings en medios no especializados de las ciudades más bike friendly entre grandes titulares. Sin embargo al bucear entre los párrafos te das cuenta de que muchas veces esta mención se basa sólo en el número de kilómetros de carril bici que tienen, lejos de estudios más elaborados. Está claro que ofrecer un número es más fácil de entender por el común de los mortales que mostrar una serie de datos cada uno relativo a una categoría, pero quizás dar sólo una cifra es simplificar demasiado.
Hay carriles bici buenos, mejorables y malos. Los carriles bici que discurren por la acera son consideros directamente malos porque quitan espacio a los peatones, que ya de entrada tienen poco por este hecho y por otros como por ejemplo las terrazas de los bares o el mobiliario urbano.
Si además se piensa más allá, se llega a la conclusión de que fomentan que un despiste del ciclista o del peatón acabe en un encontronazo, máxime cuando el carril sigue una trayectoria a veces casi caótica o pasa muy cerca de esquinas o salidas de patio. Son mejorables, en general, aquellos que están en condiciones malas por falta de mantenimiento o la utilización de materiales de baja calidad colocados sobre la calzada.
Los mejores carriles bicis son los que están en buenas condiciones y además ocupan parte de la calzada. Es necesario bajar los carriles bici a la calzada, manteniendo la barrera arquitectónica del bordillo para disuadir a los peatones de bajar alegremente a la calzada y obligar a los ciclistas a que tengan que frenar la bici antes de subir a la acera, de nuevo para evitar accidentes.
Compartir la calzada con los coches proporciona ventajas diversas. A nadie se le escapa que ayuda a pacificar el tráfico ya que los vehículos motorizados disponen de menos espacio, reduciendo así su consumo de combustible, su velocidad de circulación y provocando menos accidentes graves.
Ventajas para todos
La salud de los ciudadanos mejora al expulsarse menos gases contaminantes y ruido, y por el fomento del uso de la bicicleta especialmente al encontrar los ciclistas noveles un espacio de tranquilidad acorde con sus necesidades. La visión de ciclistas que se mueven habitualmente en bici hace que más personas quieran sumarse a este movimiento, en un proceso lento pero constante. Pedalear también es beneficioso para la salud psicógica. Por otro lado, el medioambiente se ve beneficiado por la reducción de gases contaminantes emitidos y el consumo de combustibles fósiles. Por último, el bolsillo y el aprovechamiento del tiempo en los trayectos también mejora.
Por todo esto, es bueno ir un paso más allá y realizar los estudios teniendo en cuenta tanto los kilómetros de carril bici como su estado, junto con la velocidad de circulación media de los vehículos dentro de la población. Este último punto es un indicador indirecto de la pacificación del tráfico, de la amabilidad de la ciudad y del uso real de la bicicleta puesto que a más bicicletas en las calles, menor velocidad.