A FAVOR
Quizá en el futuro no ocurra, pero en el mundo actual pensar en cambiar, de buenas a primeras, el coche, la moto o el transporte público por la bicicleta sigue siendo una quimera para muchos. Ir por la calzada es posible, pero sólo para ciclistas experimentados y seguros de sí mismos. ¿Y el resto? ¿Qué hacemos con los niños, ancianos, los que llevan bebés, los ciclistas ocasionales o los que acaban de aprender a montar? ¿Confinarles a la acera? ¿Ver cómo olvidan sus bicis en el trastero? ¿No será mejor facilitarles infraestructuras que les den seguridad? Que se hagan carriles bici mal diseñados no significa que éstos, en sí mismos, sean malos. No veamos el carril bici como una solución, pero sí como una plataforma perfecta para incitar, invitar, a que todos vayamos en bici.
EN CONTRA
El carril bici, salvo contadas excepciones, es un atraso. Un invento para segregar a las bicicletas y relegarlas a un segundo plano, lejos, para que no molesten. Una infraestructura innecesaria, a menudo mal diseñada y hasta peligrosa, que apenas sirve para que el político de turno se haga la foto y venda la idea de que su gobierno apuesta por la movilidad sostenible. Nuestro sitio es la calzada, con el resto de vehículos. Sin segregación alguna. Porque sólo circulando como vehículos que somos contribuiremos a pacificar el tráfico. Porque sólo respetando y haciéndonos respetar se nos verá como una auténtica alternativa. ‘Somos tráfico’, como decía el eslogan de la Masa Crítica. No necesitamos carriles específicos: hace tiempo que están ahí, esperándonos en el asfalto, para que sobre ellos conquistemos la ciudad.
