Es un lugar internacional y de exultante vida cultural. Es una ciudad enclavada en una región, Flandes, apasionada por el ciclismo. Está cerca de paraísos ciclistas como Amberes, Gante, Brujas o, claro, Holanda. Y, sin embargo, queda mucho por hacer en cuanto a ciclismo urbano en Bruselas. Los desplazamientos en bicicleta apenas suponen el 5% del total y el “cochecentrismo” de los años 60 y 70 dejó innumerables túneles y carreteras, que la han convertido en una de las ciudades más congestionadas del mundo.
Sensibilidad ciclista
Pero hay motivos para el optimismo. En 2009 nació Villo!, un sistema de bicicleta pública con 200 estaciones. Ofrece las mismas máquinas que los sistemas de Sevilla, París o Lyon, y está normalizando la bici como medio de transporte. Ademas, en casi todas las calles unidireccionales tenemos la pequeña ventaja de poder circular en sentido contrario, hay muchos y buenos aparcamientos y los carriles bici… En fin, son caóticos e inconexos, pero se intenta darles coherencia y continuidad.
No es sencillo: Bruselas se divide en 19 distritos, 19 ayuntamientos con sus propias políticas. El ejemplo del ministro de transportes de la región de Bruselas, Pascal Smet, que suele utilizar la bici, demuestra cierta sensibilidad institucional hacia el tema, y la cultura ciclista del resto del país permite contar con las Blue Bike, bicicletas de préstamo ofrecidas por la red ferroviaria nacional y presentes en 44 estaciones nacionales. Son baratas, y permiten que los residentes en las afueras puedan olvidarse del coche.
El proceso es lento, pero el ejemplo de otros lugares cercanos está calando. Aunque en el centro de Bruselas se ven todavía aparcamientos automovilistas en altura, surgen medidas positivas como peatonalizar muchas calles. También hay oportunidades fiscales: como los impuestos son altos las empresas “engordan” los sueldos subvencionando, entre otras cosas, el desplazamiento al trabajo. La medida, que afecta a los coches de empresa o al transporte público, también ha alcanzado al ciclismo: recorrer a diario unos 10 kilómetros desde mi casa al trabajo me aporta unos 50 euros. Es poco, pero es un gesto.
Bellas monturas
Entre unas cosas y otras, se ven cada vez más ciclistas. Ciclistas veteranos, flamencos de honda cultura bicicletera, y ciclistas jóvenes que pedalean hasta su oficina. El alto nivel adquisitivo permite ver modelos de calidad, y el amor al ciclismo clásico hace que monturas históricas nos sigan alegrando los ojos. Las considerables cuestas fomentan que las eléctricas estén en auge, y el reparto de comida a domicilio en bicicleta crea nuevos trabajos y normaliza el ciclismo. Cada vez hay tiendas, talleres y cafeterías, pero es destacable que el ciclismo urbano no se contemple como una moda sino como algo lógico y por lo que luchar. Los ciclistas locales no quieren desarrollar una escena underground, hipster, indie o como quiera llamarse, sino que tratan de organizarse y asociarse para influir, discutir o colaborar con las instituciones públicas y tratar de mejorar las cosas.
Para perderse
En Bruselas la luz es tenue, llueve con frecuencia y el invierno es frío, pero cuando reaparece el sol la gente se arroja a la calle y, para eso, no hay nada mejor que la bici. Los turistas van directos al centro, un escenario bonito pero no el mejor: en cada barrio hay un parque inmenso al que llegar, pedaleando, en minutos. La ruta Eurovelo 5, que cruza la ciudad junto al canal de Charleroi, es fabulosa, y distritos como Ixelles, repleto de vegetación y buena arquitectura, o el cosmopolita y artístico Saint Gilles son imprescindibles.
Hay trabajo, el alquiler es asequible y hay infinidad de razones para salir a la calle
Soy sevillano y, aunque esté mal decirlo, a veces echo de menos el sol o la comida. Pero Bruselas es un buen sitio para vivir: hay trabajo, las condiciones laborales son buenas, el alquiler es asequible y, aunque comer fuera es caro, hay infinidad de razones para salir a la calle. ¿El balance? Casi inmejorable. Pero, cuando se complete la revolución ciclista, será todavía mejor.
LENTO PERO SEGURO
Benedicte Swennen, responsable de movilidad y políticas urbanas de la Federación Europea de Ciclistas (ECF), es optimista: “El número de ciclistas en Bruselas crece de forma lenta pero segura”, asegura. “Las iniciativas políticas están ayudando: el ministro de transporte local, Pascal Smet, da ejemplo moviéndose en bicicleta, a pie o en transporte público, se acaba de lanzar un servicio de bicicleta compartida para estudiantes y se construirán 80 kilómetros de carriles bici segregados antes de 2020”. Swennen, también, destaca la participación ciudadana: “Se suelen compartir en Internet fotos y vídeos de situaciones inaceptables, para así acelerar las medidas y cambios”.