La Icycle Bike Race, la carrera anual sobre hielo, es todo un espectáculo en el Dufferin Grove Park (Toronto, Canadá). Una cita que, aparentemente, no tiene nada de especial, salvo que es es sobre hielo y los participantes van en bicicleta. Una modalidad que exige a los ciclistas una gran concentración, además, claro está, de equilbrio y destreza. Y es que, más que ser el más rápido, se trata de mantenerse en pie. Una batalla de humor en la que hay diferentes modalidades -entre ellas una al estilo de las cuádrigas romanas- y en la que los participantes, ante todo, acuden a divertirse.
La Icycle, que tiene como principal objetivo recaudar dinero para los mensajeros ciclistas que han sufrido algún accidente laboral (Bicycle Messenger Relief Fund), logró recaudar 1.300 dólares en su edición de 2014. Lo mejor: la complicidad de un curioso público que no pudo evitar contagiarse del entusiasmo y del sentido del humor de los participantes que, con sus mejores armas, luchaban con el impertinente hielo.
Velocidad en hielo, descenso y bike curling… ¿por qué no?
Porque el frío extremo y la bicicleta no están reñidos. De hecho, muchos se preguntan por qué la reciente cita de los Juegos Olímpicos de Invierno no incluye a la bicicleta en sus variadas disciplinas. Y es que la nieve, por ejemplo, puede ser una excelente aliada para lograr una velocidad extrema: en el 2000, el atleta francés Éric Barone consiguió el récord de velocidad sobre descenso en nieve (222km/h) en una bicicleta prototipo de carbono.
Una peligrosa modalidad que nada tiene que ver con el comedido y estratégico curling** (sí, ese deporte tan curioso donde uno no deja de sorprenderte de la vocación y perseverancia de los “barrenderos” de hielo). Una modalidad que algunos han decidido enriquecer al sumar una bicicleta en la escena. ¿Cómo? Pues muy fácil, **lanzando una bicicleta hasta ver dónde la inercia la lleva, bajo la atenta mirada de sus parejas, que barren sin descanso su jardín y la calle (y de paso, invitan a sus vecinos a hacer lo mismo).