Con un área metropolitana con casi treinta millones de habitantes Daca, capital de Bangladés, es una de las ciudades más densamente pobladas de la tierra. También, aseguran, una con más difíciles condiciones de vida. Es, tras Nueva Delhi (India), la capital donde se respira un aire más contaminado (se calcula que unas 18.000 personas mueren por eso al año). La pésima infraestructura y torrenciales lluvias (Daca está en plena zona de monzones) inundan una y otra vez sus calles. El río Burinanga, que otrora alimentaba de agua y peces a sus habitantes, ahora recibe diariamente más de 60.000 metros cúbicos de deshechos tóxicos: es uno de los más insalubres del mundo. Y, por supuesto, el número de vehículos humeantes que colapsan la ciudad es infinito. Un panorama desolador, casi pesadillesco, con perspectivas sombrías: el cambio climático y la consiguiente subida del nivel del mar, por ejemplo, están obligando a cada vez más habitantes de las zonas costeras del país a emigrar a la capital, lo que genera la llegada de unos 400.000 nuevos habitantes al año imposibles de asimilar.
Y, sin embargo, hay lugar para el optimismo. Para la belleza. Como la que busca Ashraful Arefin (en Instagram, @monsieur_arefin) cuando, cada mañana, sale a la calle a pasear con su cámara de fotos. “Mi inspiración”, me cuenta el entusiasta Arefin, “es siempre la misma: encontrar la belleza y la felicidad de las pequeñas cosas de la vida. Eso busco con mis imágenes: que la gente se dé cuenta de que, con todos sus problemas, el mundo es un lugar para soñar. Quiero que, como yo, aprecien la hermosura que nos rodea al alzar la vista”.
“Mi inspiración es siempre la misma: encontrar la belleza y la felicidad de las pequeñas cosas de la vida”
En su amplio repertorio de imágenes, es cierto, encontramos sin filtros la realidad de su país. Pero es que la realidad también está llena de belleza: la de los ojos amarillos de un gato callejero y curioso. La de las telas multicolores que visten a las mujeres. O la del ir y venir de los conductores de rickshaws, que pedalean con abnegación sobre los célebres triciclos que constituyen uno de los medios de transporte más frecuentes de Daca. Se cree que hay unos 600.000 rickshaws rodando por la ciudad, por lo que no es de extrañar que el objetivo de Ashraful suela cruzarse con ellos. ”Daca está llena de bicis y rickshaws”, confirma, “tanto es conocida como la ciudad de los rickshaws. Es un trabajo duro. Muy duro. Pero no de los peores: incluso te diría que tienen un buen sueldo, porque llegan a ganar unos 240 dólares al mes, cuando el salario mínimo en la industria textil, por ejemplo, ronda los 95”.
Ashraful se gana la vida como fotógrafo freelance con su Nikon. “Suelo trabajar para clientes internacionales, porque en Bangladés no hay mucha demanda de obras como las mías. Si haces fotografía de bodas, celebraciones familiares o productos de catálogo tienes más opciones, pero a mí suelen contactarme desde editoriales de libros y revistas o agencias de archivo fotográfico”. Nacido en Chittagong, al este del país, en mayo de 1987, Ashraful empezó a hacer fotografías en 2013, cuando dudó sobre su vocación de ser artista. “Estudiaba segundo de Bellas Artes pero no estaba demasiado satisfecho con mis obras. No alcanzaba la perfección que buscaba, así que opté por tomarme un respiro y probar con la fotografía. Y, a base de cometer innumerables errores, mucha práctica y ver una y otra vez tutoriales en YouTube, conseguí aprender”.
La vida local
El resultado es un estilo que él mismo define como “caprichoso y atemporal, con un toque mágico pero, a la vez, bastante sencillo”, y asegura estar enamorado, pese a sus dificultades, de Daca. “Es cierto que es acelerada, ruidosa y demasiado llena de gente, pero me encanta. Amo, en especial, el casco antiguo, admirar su vieja arquitectura o poder probar increíbles comidas tradicionales. Además, al no ser demasiado turístico, te permite conocer de primera mano el auténtico estilo de vida local”. Y, respecto a esas fotos en las que el universo entero parece detenerse, y muchas veces flotan gotas de lluvia de apariencia espectral, Ashraful solo tiene una receta: “No parar de caminar y buscar. Salir a pasear en época de lluvias, deambular por las calles y, en medio del diluvio, esperar a que aparezca por cualquier esquina un rickshaw y coger a toda velocidad la cámara para hacerle una foto. ¿Consejos técnicos? Yo uso una velocidad muy alta de obturador y una apertura grande del diafragma, tipo f/1.4, que suele funcionar bien en situaciones de baja luz”.
Pero, claro, también es una cuestión de sensibilidad. La de Ashraful fue regada contemplando la obra de artistas clásicos, en especial de pintores de los Países Bajos del s.XVII: Hals, Vermeer o, por encima de todo, Rembrandt, de quien le resultan “fascinantes” sus técnicas para iluminar escenas. Pero Ashraful también reconoce beber de cineastas como Tim Burton, o de otros fotógrafos como el maestro chino Fan Ho. ¿Su última pasión? Las cinegrafías que inundan sus redes sociales, imágenes estáticas en las que solo un detalle contiene movimiento. Momentos casi mágicos. Quietud viva. Y una asignatura pendiente: “Para serte sincero”, reconoce, “no sé montar en bici. ¡Pero me encantaría aprender, para así montar por las calles y hacer todavía más fotos de Daca!”