El pasado 15 de agosto, el escocés Allan Shaw recibió una mala noticia: al cansancio y dolor que le acompañaban mientras participaba en la Silk Road Mountain Race, una carrera que, durante dos semanas, recorre inhóspitos parajes de Kirguistán, se le sumó otra preocupación. ¿Podría, como lleva haciendo desde hace siete años, ponerse durante la prueba la gorra de Gay’s Okay, su marca de accesorios ciclistas que reclama visibilidad y respeto hacia el colectivo LGTBQIA+?
El problema no era baladí: Kirguistán, la remota república que acoge la prueba, acababa de aprobar el día anterior una ley que prohíbe tajantemente la “promoción” de la homosexualidad o cualquier otro comportamiento fuera de la heterosexualidad. “De un día para otro”, cuenta Allan en su casa de Copenhague, “llevar mis gorras en la carrera o repartir mis pegatinas era algo ilegal”. Pero, conociéndole, hizo lo que cabía esperar: seguir adelante. “Me recordó la importancia del proyecto, su necesidad de existir”, explica. “Supe que debía seguir en las carreras, en las calles, porque siempre ejercerá algo positivo en la gente y, quizá, también inspirará a los demás”.
Color en la uniformidad
Conocí a Allan este verano en Frankfurt, en los pasillos de la feria Eurobike. El encuentro, en el stand de Omnium (unas preciosas y artesanales bicicletas de carga danesas), fue casual, pero desde el primer momento Allan me generó un enorme interés. Muy tatuado, siempre sonriente y, cómo no, ataviado con una de sus inseparables gorras arcoíris, su presencia llamaba la atención. En otras palabras: Allan pasaría inadvertido por las céntricas calles de cualquier gran ciudad o, por supuesto, hasta resultaría discreto desfilando feliz en un Gay Pride, pero en la casi siempre híper masculina, monótona y grisácea industria de la bici era obligatorio presentarme y hablar con él.
Nacido hace 34 años en Dunfermline, un pequeño pueblo entre Dundee y Edimburgo, Shaw ha vivido en muchas partes y pedaleado en todavía más. “La bici es el viaje y el viaje es la bici”, asegura como un mantra Allan, que después de pedalear por su país se fue a trabajar como mensajero a Vancouver, viajó desde allí a México en bicicleta y ha repartido paquetes por Toronto, Montreal, Nueva York, París y, por supuesto, Copenhague, donde ahora tiene su base. “Siempre quise vivir viajando”, explica, “y descubrí que la herramienta perfecta para hacerlo era la bicicleta”.
Allan pasaría inadvertido por las céntricas calles de cualquier gran ciudad pero su colorida actitud llama la atención en la industria del ciclismo.
La ley de la calle
Todos esos miles de kilómetros y experiencias le dejaron cicatrices, un excelente español y muchas amistades. “Nunca he tenido dinero”, cuenta, “pero me siento muy rico. Las primeras veces que cogí la bicicleta en el pueblo me iba a otros lugares, mucho más lejos de lo que me dejaban, porque lo necesitaba. Y todo terminó de cuadrar cuando descubrí a los mensajeros de Vancouver y supe que podría hacer lo mismo allí y en cualquier lugar del mundo.
"He olvidado nombres de restaurantes y bares, pero me acuerdo de las calles de muchas, muchas ciudades. De cómo respiran. De cómo son las 24 horas del día cada día de la semana”.
‘Queer’. ‘Be Gay’. ‘Ride With Pride’. Mensajes cortos, contundentes y algo irónicos que, desde hace siete años, decoran las gorras, bandoleras, camisetas o sudaderas de Gay’s Okay. “Es un proyecto muy personal”, cuenta Allan. “Competía en carreras de fixies contra muchos hombres y algunas mujeres pero un día, tras una carrera, reflexioné sobre la inexistente visibilidad del colectivo LGTBQIA+ allí".
"Así que, al poco tiempo, imprimí cien gorras con el lema Gay’s Okay, y en unas horas ya estaban todas vendidas”. ¿El objetivo? “Ser inclusivo. Sumar a personas a la lucha sin importar su orientación sexual. Y descubrir que no había nada parecido en el ciclismo. La gente lo quería, y nadie más lo hacía. Mi objetivo no era ganar dinero, y además de vender miles de gorras he recibido miles de mensajes con muy buenas vibraciones, tenido conversaciones extraordinarias y, en resumen, ser un poco más feliz”.
En las calles de Bogotá, en marchas gays de San Francisco… Allan se ha cruzado por casualidad con sus creaciones por medio mundo, y generado ciertos cambios en la comunidad. “Muchos me dicen que lanzamos mensajes demasiado simples y que deberíamos ser menos amables, pero la problemática LGTBQIA+ es muy diversa. No es lo mismo, por ejemplo, lucir este tipo de productos en determinados países si eres extranjero. Yo lo he hecho en Kirguistán o la Atlas Mountain Race de Marruecos, donde la homosexualidad está castigada con tres años de cárcel, y no me ha pasado nada, pero a otros sí les habría ocurrido. Los mensajes de Gay’s Okay pueden parecer leves, pero tienen que ser entendibles, el principio y la base de diálogos sobre la necesidad de ser más humanos”.
“Ser bicimensajero te hace ser muy observador, estás con los ojos muy abiertos a realidades muy distintas" (Alla Shaw, Gay´s Okay)
Y, ahora, la pregunta del millón… ¿Es el ciclismo, como deporte e industria, algo homófobo? “Sí, como cualquier otro deporte, pero también somos afortunados: la bicicleta es un medio de transporte y eso la transforma en un sector más universal y variado”. ¿Pedaleamos hacia un mundo más integrador, o siguen dándose retrocesos inadmisibles? “Ser bicimensajero te hace ser muy observador, porque estás todo el día con los ojos muy abiertos a realidades muy distintas. Pedaleando por Ciudad de México, por ejemplo, compruebas la diversidad del mundo.
Y sí, hay cosas tristes, demasiada mierda, pero el mundo sigue reflejando en muchas partes la belleza de la naturaleza, y es posible encontrar el espíritu de gente que lucha con una sonrisa en la cara. Las personas que pelean por sus sueños, que continúan con sus familias en pie, me inspiran mucho. Me generan un enorme respeto. Y me hacen dar, cada día, las gracias por lo tengo, y por poder ser lo que soy”.