13 kilómetros de ida y otros 13 de vuelta. Es la distancia que recorre Alfonso cada día desde su casa en el distrito de Ciudad Lineal para llegar a su trabajo en la residencia de mayores Doctor González Bueno, en el kilómetro 13 de la carretera madrileña de Colmenar. Inaugurada en pleno franquismo, se trata de la residencia pública con mayor capacidad de Europa, con casi 700 residentes. Un lugar especialmente castigado por la crisis del coronavirus.
¿Cuál es la situación actual de la residencia Doctor González Bueno?
Ahora estamos mejor, pero han sido días terribles. Cuando empezó esta crisis teníamos 580 residentes y han fallecido unos 100. Hace dos semanas había siete muertos diarios. Ahora estamos en uno, dos o ninguno. Se han empezado a hacer pruebas, y a los ancianos que dan negativo se les permite irse a casa de familiares o a hoteles.
“Cuando empezó esta crisis teníamos 580 residentes y han fallecido unos 100”
¿Cómo está el ánimo de los residentes?
Ahora empiezan a salir un poquito de esta situación. De las cuatro plantas que tenemos, en una han dado todos negativo. Pero sigue sin permitírseles salir de las habitaciones, como es lógico. De hecho, ese fue uno de los grandes fallos: durante la primera semana tras declararse el estado de alarma comían juntos, en mesas de cuatro, y eso fue fatal. Si declaras el confinamiento, todo el mundo ha de estar en su casa. Y aquí, su casa es su apartamento. No es sencillo: tienes ancianos con alzhéimer o demencia que van de acá para allá contagiando a los demás.
Los trabajadores también cayeron enfermos. A decenas.
Enfermó el director, los cuatro médicos y muchos trabajadores. Al día siguiente de declararse el estado de alarma faltaron 40 trabajadores de los 300 que hay en la residencia. Muchos cayeron enfermos, otros no fueron por miedo. Eso complicó mucho las cosas. Intentábamos que los residentes se separaran: conseguimos ponerles en mesas de dos, y finalmente se dio la orden por parte de la Comunidad de Madrid de llevarles la comida a las habitaciones. Esa orden tardó demasiado. Entiendo que no es fácil gestionar una situación así, pero aquí esos primeros días fueron el caos. Hasta la semana pasada que vino la Unidad Militar de Emergencias (UME), la UME éramos nosotros: desinfectábamos día sí y día no todas las zonas comunes.
“Es salir a la calle, sentir el aire en la cara al pedalear y desestresarte”
En ese situación tan difícil, has seguido moviéndote en bicicleta todos los días. ¿Por qué?
Con el trabajo que tengo la bici es una liberación, especialmente en esos momentos más duros. Es salir a la calle, sentir el aire en la cara al pedalear y desestresarte. Para mí, oír los pájaros, las fuentes… es un lujo. Un momento de relax impagable.
¿Ya te movías a pedales antes de esta crisis?
Sí. Empecé hace 11 años porque tenía el colesterol alto y me recomendaron hacer ejercicio. En un momento determinado me pregunté: ¿Por qué no ir al trabajo en bici y así ya tengo ese ejercicio cubierto”? Al principio llegaba muy cansado. Ahora me parece un paseo.
¿Qué bici usas?
Es una híbrida. Una Trek de segunda mano con la que, además de ir a trabajar, me he hecho el Camino de Santiago.
“La policía me para casi todos los días. Ya sabemos que la bici es siempre sospechosa”
¿Has tenido algún problema con la policía?
Me paran casi todos los días. Algunos, hasta dos veces al día. Incluso la policía militar. Ya sabemos que la bici es siempre sospechosa. Te paran y te piden los papeles. Cuando ven que trabajas en una residencia, te dejan ir. Alguna vez me han mirado y remirado, con cierta incredulidad. Pero tengo la sensación de que al principio me paraban más que ahora. Será que se han ido acostumbrando.
Estos días también hay poco tráfico. ¿Qué relación has tenido con el resto de vehículos?
De todo un poco. El otro día, un autobús se puso a mi lado en un semáforo y el conductor empezó a ponerme verde. Que por qué iba en bici. Le expliqué que iba a trabajar y no me creyó. Muchos conductores te gritan y te dicen de todo. Aunque lo peor es cuando coincido con mi hijo, que trabaja conmigo, va en patinete y a veces coincidimos. Si nos ven a los dos juntos, ya es el acabose.
“Si cuando la gente empiece a salir ve más bicis por las calles, se creará un efecto llamada”
Hay quien cree que mucha gente se subirá a la bicicleta cuando pase esta crisis. ¿Estás de acuerdo?
No lo creo, la verdad. Aquí en Madrid faltan vías ciclistas. Si ahora aprovechásemos y pusiéramos carriles exclusivos, como están pidiendo asociaciones como Pedalibre, sería distinto. Los carriles exclusivos son la clave. Y hay mucho sitio para ello: sobra espacio para el coche.
¿Qué crees que hace falta para convencer a quienes todavía no lo tienen claro?
Si cuando la gente empiece a salir ve más bicis por las calles, se creará un efecto llamada. La gente se dará cuenta de que se tarda poquísimo en llegar al trabajo en bicicleta. El boca a boca puede ser clave. Y ahora que hay pocos coches, es el momento. En cualquier caso, hacen falta carriles bici. A mí puede que no me hagan falta, pero sí a una persona que va a empezar a pedalear.