¿Cómo nació Steel Vintage Bikes?
En 2012 vivía y estudiaba en Friburgo, una ciudad del sur de Alemania. Montaba mucho en bicicleta y un día intenté construir algo mío, propio… Y distinto a lo que había en el mercado. En Friburgo hay montaña, y tener que usar una bicicleta moderna me alejaba de la experiencia de pedalear: demasiadas marchas, demasiada tecnología… No era pedalear y montar, sino tocar todo el rato botones. Yo quería simplicidad, así que alquilé con un amigo un garaje y empezamos a restaurar modelos antiguos.
Y, desde entonces, el crecimiento ha sido notable.
Sí… Terminé de estudiar, y me fui a vivir a Berlín a trabajar en una empresa de marketing. Según empecé, me di cuenta de que no era lo mío… Así que, en cuanto me despidieron, decidí centrarme en las bicicletas clásicas. Ahora somos 25 personas trabajando en Steel Vintage Bikes, la mayoría a tiempo completo.
En la tienda ofrecéis auténticas maravillas… ¿dónde las encontráis?
Basta con abrir los ojos para encontrar hermosas bicicletas clásicas. Cuando no estás muy metido en este mundo te parece más complicado, pero si de verdad te gusta… Las hay. Hay que buscarlas, pero puedes encontrarlas en muchas partes.
¿Hacéis vosotros la restauración completa?
Sí, menos pintar. La pintura es algo muy delicado, casi sagrado, así que trabajamos con un experto en el tema que vive en Berlín. El resto… Hay que ser muy cuidadoso, y también saber que la mejor bicicleta es la que conserva la mayor cantidad posible de piezas originales.
¿Cuántas bicicletas podéis vender al año?
La media son, aproximadamente, dos al día, y tenemos clientes en todo el mundo. Donde más vendemos es en Estados Unidos, a donde las bicis tardan unos tres días en llegar… Ahora hemos abierto una nueva vía de negocio: siempre me gustaron las Holdsworth, una marca británica de 1933, así que hemos acordado con ellos usar sus cuadros de toda la bici pero sumarle componentes modernos para mejorar la experiencia. El resultado es una bicicleta con un rendimiento óptimo y, al mismo tiempo, única y especial.
Y también tenéis una cafetería…
Sí. La abrimos el año pasado, y acabamos de mudarnos a otro local más grande en Mitte, Berlín. Una amiga me dijo, en una fiesta, que quería emprender un negocio de hostelería, algo distinto… y decidimos meter bicicletas en el local. Fuimos el tercer café ciclista de Berlín, tras Standert y Keirin. Me gusta… ¡pero es mucho más estresante que las bicis!
¿Qué se siente al rodar sobre una de vuestras bicicletas de, por ejemplo, los años 40?
Cada década es muy especial… Pero, desde luego, sientes que es algo mucho más natural, que te acerca más a la naturaleza y la experiencia de montar.