Cualquier persona que haya tenido oportunidad de viajar a Holanda, una de las mecas del ciclismo urbano, se habrá sorprendido por la cantidad de cargo bikes o bicicletas de carga que ruedan por sus calles. Vehículos alargados en los que los holandeses tan pronto llevan a los niños como a sus mascotas, además de pesadas cargas o, simplemente, el abrigo o el bolso.
Eduardo Martín, fundador de Alegría Bikes, también realizó ese viaje y quedó maravillado por este tipo de bicicletas. “Soy ciclista urbano desde hace muchos años”, cuenta a Ciclosfera. “Visto como una persona completamente normal. Y tenía un problema: no tenía un espacio en la bici para llevar mi abrigo. Aquel viaje me dio la idea de importar el concepto de bicicleta de carga pero dándole una vuelta de tuerca. No tan sobrias, sino con un espíritu más alegre y mediterráneo: más nuestro”.
El nombre de la marca es, de hecho, toda una declaración de principios. “Alegría es el resumen de nuestra filosofía: no estamos en un despacho trabajando sesudamente: hacemos todo con alegría y positividad. Porque es la forma de vivir que tenemos en este país: en la calle, relacionándonos con la gente”, explica Eduardo.
Mimetizadas con el entorno
¿Y qué distingue a las Alegría Bikes de las bicicletas de carga de las competencia? “Es una buena pregunta. Hemos creado una bici ligera, lo más que hemos podido. Fabricamos en acero, que es un material noble que nos da muchas posibilidades. Nuestras bicis pueden doblarse, pero no partirse como una de aluminio. Pero ante todo, nos diferencia el estilo. Si ves una de nuestras bicicletas en Palma de Mallorca está mimetizada con el entorno. Nos gusta el estilo fresco y ligero, que es nuestra forma de pensar y de vivir. Además, cada detalle está pensado para que sea necesario un mantenimiento mínimo, como el cambio interno y los frenos de disco mecánicos. Y el sistema de manillar y dirección es clásico, lo que se traduce en una forma de manejarla muy sencilla”, reflexiona Eduardo.
El sello ‘made in Spain’ es otra de las grandes bazas de Alegría Bikes. Las bicicletas se fabrican en la localidad madrileña de Paracuellos del Jarama. Un factor que cada vez más clientes valoran. “La sensación general es que los productos procedentes de países como China son más baratos, pero también peores. Sí, nuestras bicicletas cuestan casi 2.000 euros, pero estamos convencidos de que merecen la pena. Intentamos que todos los componentes sean europeos: los sillines, los guardabarros, etc. El tema de la huella de carbono es muy importante para nosotros. Por otra parte, la garantía es clave: si se te rompe algo te lo cambiamos en el momento. Yo valoro la cercanía, y estamos convencidos de que la gente también lo valora. Un ejemplo: el otro día vi en la tele que cada vez más fruta de la que consumimos viene de Asia: es un atentado contra el medio ambiente en el que no queremos participar”.
El perfil del cliente de Alegria Bikes es variado. “Hemos tenido compradores que las quieren para alquilarlas en la playa, pero el cliente en el que nosotros queremos incidir más es el particular: la señora que necesita una bici para llevar a los niños al cole, el papá que va a la compra o el niño que lleva el violonchelo a clase. Incluso el pequeño comerciante del barrio que necesita transportar mercancía. Queremos normalizar la bicicleta de carga”.
Hay una realidad indiscutible: en las calles de nuestro país no se ven tantas bicicletas de carga como en otros países, más allá de los bicicmensajeros. ¿Por qué? “No sabría decirte”, reconoce Eduardo. “Yo me muevo en la mía por Madrid a diario y la gente me sigue mirando como a un bicho raro raro. Es cuestión de desconocimiento, porque estas bicis nos aportan un beneficio extra, al poder llevar la carga delante. ¡He llegado a llevar un lavavajillas en la mía!”.
“Estas bicis nos aportan un beneficio extra… ¡Hasta he llevado un lavavajillas en la mía!”
Como ciclista urbano habitual, Eduardo no es ajeno al debate que vive Madrid al respecto de los carriles bici. “Llevo toda la vida circulando por la calzada, porque muchos carriles bici me parecen peligrosísimos. Pero al mismo tiempo, estoy convencido de que una buena infraestructura segregada sería maravillosa, siempre y cuando le quite espacio al coche y no al peatón. Eso sí: creo que lo más normal sería hacer natural la circulación de las bicicletas entre los coches: cuantas más bicicletas hay en la calzada, más tranquilo circula el tráfico. En todos los años que llevo usando la bici, jamás he tenido un incidente con un coche. Quizás es porque al verme en una bici de carga me confunden con un holandés despistado y me respetan más”, bromea.